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martes, 19 de octubre de 2010

“El poder de los sentimientos” de Alexander Kluge

Hay una serie de ideas que se han elaborado con respecto a los sentimientos, muchas de ellas apuntan a enfatizar el aspecto “positivo” de tal afectación. De ahí que se nomine como “nobles sentimientos” a tal disposición afectiva. Sin embargo, no todos los sentimientos son nobles (para justipreciarlo de alguna manera), muchos de ellos se ejercen como mecanismos de respuesta ante una situación particular y situacional. Pero hay algo que identifica a lo que se puede llamar el “poder de los sentimientos”, a saber, su naturaleza invertida desde el objeto. La producción cinematográfica ha permitido figurar una serie de imágenes que muy bien puede ayudar a entender tal asunto.

En una escena de la película El poder de los sentimientos (1984) de Alexander Kluge, una psicóloga le pregunta a un actor de teatro (que anteriormente ha actuado en la misma obra unas 84 veces) sobre si en el acto I ya sabe lo que va a ocurrir en el acto V. El actor le responde que no. Pero la psicóloga le dice: “si antes ya actuó, como es que no sabe que sucederá luego”, y él le responde: “¿cómo podría yo saberlo?”. Tal situación de malos entendidos se resuelve (y entiende) si uno repara en que la psicóloga pregunta por el actor (el sujeto), mientras que el actor responde como si fuera el personaje aludido (el objeto). Algo similar sucede cuando uno quiere decirle a la chica que quiere, que la quiere. Generalmente uno escucha la pregunta por el sujeto (la chica), pero termina respondiendo desde el objeto (el “yo enamorado”). El “yo enamorado” es como una suerte de personaje que a pesar de haber actuado una serie de veces en la misma obra no sabe lo que va a ocurrir luego. Tal situación puede ser reconocida como una experiencia dulzona o rememorada por cierta complicidad, pero aquella respuesta por el objeto también se ejerce en situaciones que apuntan a lo thanático.

En otra escena de la misma película de Kluge, una mujer es confrontada en un juicio por el asesinato de su marido. El abogado de la víctima le pregunta "¿por qué se disparó en la pierna y luego disparó a su marido?" Ella responde que no quiso matar a su marido sino que simplemente “le dispare, pero no quería hacerle daño”. Cuando le recriminan si lo hizo por indignación o celos (su hija había sido violada por su esposo), ella sueltamente responde que no fue una violación ya que eso fue algo consentido y no fue por celos porque amaba igual tanto a su esposo como a su hija “sólo dispare, nada más”. Tal respuesta puede parecer una suerte de coartada para no ser imputada por los cargos que se le acusa. Sin embargo la mujer en el fondo esta respondiendo desde el objeto y no desde el sujeto. Es decir, su respuesta se enuncia desde la situación particular en el que ella actúa (disparando) ejerciendo el poder de los sentimientos. Tan similar como el actor o como todo joven enamorado.

Por otro lado, hay otra escena en el que una jueza le pregunta a una mujer (victima de una violación) si está de acuerdo en quitar los cargos a su victimario. Ante la afirmativa, la jueza le dice, “pero, él la agredió”. Ella le responde que “lo que más me afecto es que mi pareja terminara con migo. Luego de eso no recuerdo nada”. Ella había tomado barbitúricos para suicidarse y en ese estado inconsciente un sujeto la violó y debido a tal hecho fragrante (un testigo dio parte a la policía) pudo ser atendida y así salvar la vida. En tal caso, la suspensión del sujeto hace imposible la rememoración por el objeto. De ahí que la respuesta se enuncia desde el sujeto y por eso aquella tentativa por racionalizar los hechos le parezca a la jueza algo inaudito. Y efectivamente, la respuesta desde el sujeto no tiene nada que ver con los sentimientos (ya que se espera un mínimo rechazo ante una afrenta de tal naturaleza).

Hay un dicho muy común al respecto del amor, se dice que el “amor es ciego”. Más allá de la metáfora popular, lo cierto es que el poder que ejerce el amor (por su naturaleza sentimental) se efectúa siempre desde el objeto. De ahí que su pretendida irracionalidad o supuesta complejidad ininteligible no sea más que la figuración polar entre la indeterminación del poder de los sentimientos y cierta apreciación estética racionalizada. Por ello, entre otras razones, el cine de Kluge no debe pasar desapercibido…



Juan Archi Orihuela
Martes, 19 de octubre de 2010.
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En la imagen que acompaña el artículo se encuentra el director Kluge en pleno rodaje.