Ensayos, artículos y una serie de escritos de reflexión y de opinión.
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martes, 31 de diciembre de 2013

Ellos lucharon por la patria: Una novela de Shólojov

La literatura soviética estuvo en gran parte marcada por la guerra. La misma revolución socialista comprendió una insurgencia armada que se resolvió internamente mediante una guerra civil entre los revolucionarios y los contrarrevolucionarios (1918-1920). Asimismo cuando la expansión imperialista del nazismo durante la llamada Segunda Guerra Mundial llegó a la URSS, la guerra fue el tema urgente e ineludible de la producción literaria de los escritores soviéticos. Ante la agresión imperialista del nazismo, los soviéticos respondieron con una guerra defensiva a la que históricamente han llamado La Gran Guerra Patria (1941-1945). Precisamente muchos de los hechos que acaecieron en La Gran Guerra Patria fueron recreados por la literatura soviética.
  
Tal rasgo que caracterizó a la literatura soviética respondía a la ineludible condición del escritor. Muchos de los escritores soviéticos fueron al frente de batalla en defensa de la patria socialista, ya sea como corresponsales de guerra o como soldados del Ejército Rojo de la URSS. Por eso muchos de los escritores conocían de cerca, en función de la experiencia, los horrores de la guerra y el heroísmo de los que luchan en la línea de fuego.

Mijail Shólojov fue corresponsal de guerra durante la Gran Guerra Patria, su novela Ellos lucharon por la patria (1942) fue escrita en pleno avance del ejército nazi hacía la región de El Don. Por eso su novela tiene el mérito de ser un relato vivo por los hechos que relata (y no sólo los hechos de la guerra, sino también de la vida cotidiana), un relato muy sentido sobre el sentir del soldado soviético que orgullosamente se siente rojo, a saber, comunista; pero sobretodo es una novela reflexiva. Lo último llama la atención porque la guerra no da tiempo para pensar sino tan solo para actuar.

En la novela es posible distinguir dos momentos, a saber, antes de la guerra y durante la guerra. En el primer momento, se recrea parte de la vida del ingeniero agrónomo Nikolai Semionovich Streltsov a través de una serie de problemas familiares por el que pasa (problemas con la esposa, con la dirección del Koljoz; y el repentino encuentro con el hermano que estuvo preso injustamente durante el periodo de las purgas, sospechoso de ser contrarrevolucionario) y cuando al parecer los problemas se disipan estalla la guerra. En el segundo momento, el relato recrea, en un escenario de trincheras, la defensa heroica que realiza una columna del Frente del Don para evitar el avance de la agresión imperialista del nazismo a Stalingrado en 1942. En general, en la novela no hay grandes batallas, sino una tenaz resistencia de un grupo de hombres en defensa de la patria.

Históricamente se sabe que los nazis lograron llegar a Stalingrado unos meses después (agosto de 1942). Por eso la novela no es un canto a la victoria del pueblo soviético, sino un aliento de resistencia. Frecuentemente los soldados que resisten toda agresión y perecen quedan en el olvido de la historia. Precisamente la novela apunta a mantener en el recuerdo el papel que cumplen los soldados en defensa de la patria. Soldados como  Iván Zviáguintsev, Piotr Fedótovich Lopajin, el joven Kochetígov, Nekrásov, Kopitovski, Nikolai Streltsov y el teniente Goloschókov y demás personajes; así como   los médicos anónimos o la joven enfermera que ayudaba a levantar a los heridos en el campo de batalla, son para Sholojov los que realmente luchan por la patria y representan la resistencia tenaz ante la agresión imperialista. Personajes todos ellos que expresan una serie de emociones que caracterizaban al pueblo soviético en aquellos duros años de la guerra. El pesar del soldado de extracción campesina y el sacrificio del joven soldado son dos fuertes emociones que se encuentran en la novela.

Al respecto del sentir de muchos soldados que provienen del campo, Sholojov relata lo siguiente:

“En los largos meses pasados en el frente, Zviáguintsev había visto muchas muertes, calamidades y sufrimientos; había visto aldeas destruidas y carbonizadas; fábricas voladas, montones informes de ladrillos y cascotes donde no hacía mucho lucían ciudades; había visto huertos frutales aplastados por los tanques y mutilados mortalmente por el fuego artillero, pero en toda la guerra ese día era la primera vez que veía ardiendo trigales granados en una enorme extensión de la estepa, y le invadió la tristeza. Caminó largo rato tragándose sin querer los suspiros; sus ojos secos miraban atentamente a los dos lados en la luz crepuscular, a los campos negros como el carbón incendiados por el enemigo, y alguna vez arrancaba junto a la cuneta una espiga de trigo o de cebada, pensando en cuanta riqueza del pueblo se estaba perdiendo inútilmente en la guerra implacable a todo lo viviente, que hacía el alemán.” [p.119].

Y ante el sacrificio de los jóvenes soldados en el frente de batalla (como por ejemplo el joven Kochetígov), soldados mayores como Lopajin con gran pesar lamenta lo siguiente:

“¡Era todo fuego ese muchacho! Un verdadero secretario del Komsomol [1], como no había otro en el regimiento. ¿Qué digo en el regimiento? ¡En la unidad más grande! ¡Y como incendió el tanque! Este ya le había aplastado, enterrándole medio cuerpo; le había machacado todo el pecho… Le brotaba sangre de la boca, yo mismo lo vi, y él se incorporó en la trinchera, muerto ya, con el último aliento, y lanzó la botella… ¡Lo incendió! (…) ¡Aún no había tenido tiempo de vivir, acababa de echar las plumas, pero tenía un corazón de águila! ¡Fíjate de lo que ha sido capaz, de que heroísmo, eh! Y yo… Cuando ante mis ojos matan a estos muchachos de dieciocho o diecinueve años me dan ganas de llorar, hermano… ¡De llorar y de matar sin piedad a esa canalla alemana! No, hermano, si muero yo es completamente distinto; soy perro viejo, ya he olisqueado la vida por todas partes, pero cuando sucumben gentes como Kochetígov, mi corazón no resiste, ¿entiendes? (…)” [p.172].

Y asimismo, el valor de las jóvenes mujeres que asisten a los heridos en pleno campo de batalla es sentido con gran preocupación por el soldado Zviáguintsev (quien fue ayudado por una de ellas), sentimiento que se asemeja a lo que siente un padre por su hija:

“¡Si es una criaturita, una criatura! Debería acudir aún con sus libros a la última clase de la escuela, a aprender álgebra y aritmética, y aquí la tienes pasando miedo bajo el inaguantable bombardeo, desgarrándose el vientre, llevando a rastras hermanos nuestros…” [p.191]. 

Pese a la agresión y al avance del ejército alemán, en la novela quienes luchan por la patria no pierden las esperanzas de que tanta agresión al pueblo soviético acabará y será contrarrestada. La huida al lado este del Don por los civiles (generalmente campesinos koljosianos) expresa la situación crítica de la guerra, incluso las bajas que sufren los soviéticos son preocupantes. Pero la defensa de la patria exige sacrificios y hacia eso apunta la novela.

Sobre la patria hay discusiones que van desde la negación de la misma (como un significante) hasta su esencialización (ahistórica y circunscrita a un imperativo moral). En la novela la patria dista de todo ello, porque la patria la comprenden los hombres y mujeres que producen roturando el campo en los Koljoz, quienes trabajan en las fábricas, quienes estudian en las escuelas, quienes cuidan a los niños y quienes se han enlistado en las filas del Ejército Rojo de Obreros y Campesinos (nominación completa de la Fuerza Armada de la URSS). Por eso culturalmente hablando, la defensa de la patria en los tiempos de guerra se convierte en la defensa del bienestar del pueblo que le da sentido no sólo a la historia que relata Sholojov sino a la vida social misma.


Juan Archi Orihuela
Martes, 31 de diciembre de 2013.

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[1] El komsomol fue una organización de la juventud comunista de la URSS.

Referencia Bibliográfica

SHÓLOJOV, Mijaíl
1977    Ellos lucharon por la patria. Progreso Moscú.  



jueves, 19 de diciembre de 2013

La niña de nuestros ojos: Una novela sobre el Partido Comunista


En el siglo XX hubo una frase muy conocida de Lenin que pretendía animar la unidad y la militancia entre los comunistas, a saber, “hay que cuidar al partido como a la niña de nuestros ojos”. La figura retórica leninista es tan diáfana y precisa que no cabe hacer glosa alguna al respecto. Empero ¿qué implica en los hechos cuidar a “la niña de nuestros ojos”, es decir, al Partido Comunista, más allá de la simple retórica? La novela La niña de nuestros ojos (2010) del escritor peruano Miguel Arribasplata Cabanillas responde figurativamente a aquella interrogante, cuyo título e historia cobra todo su sentido en función de aquella frase leninista.

La niña de nuestros ojos es una novela que sobresale entre todas las que se han escrito hasta el momento sobre la insurgencia armada [1], que acaeció en el Perú entre 1980 y 1992, por su estructura narrativa (se asemeja al rodaje de una película) y por el manejo  del discurso político que exige cada uno de sus personajes. Lejos de recrear una historia cansina y descafeinada en función de esa ideología que enfatiza la violencia como un fantasma que sólo aterra y que es llamada y conocida como “violencia política”, Arribasplata recrea al principal protagonista de la guerra insurgente, a saber, el Partido Comunista del Perú desde su escenario principal: la guerra insurgente en el campo.

Toda la novela se desarrolla a lo largo de lo que Mao Tse Tung llamó la guerra popular prolongada, presentada a modo de un rompecabezas que el lector arma al final de la historia. Las comunidades campesinas de Yonán, Yuvé y Challwa se encuentran en ese escenario de disputa entre los insurgentes (Los militantes del Partido Comunista) y la constrainsurgencia (Rondas Campesinas, Fuerzas Armadas y policiales) cuya referencia más próxima es el río Pachachaca (Apurímac). Desde el primer capítulo hasta el último, la guerra de guerrillas empleada por los insurgentes, así como la represión que ejercen tanto las Rondas Campesinas (organizadas y dirigidas por las Fuerzas Armadas), las Fuerzas Policiales y Militares, se encuentran presentes de manera dosificada, generando y asegurando la atención del lector. Asimismo, la novela recrea una serie de contradicciones en el interior de las comunidades campesinas y entre comunidades campesinas aledañas, cuya tensión es originada por hechos que ocurrieron antes del inicio de la insurgencia armada. Por eso en la novela, la vida en el campo (la reproducción de la vida social del campesinado de los Andes) no es llano.  

A lo largo de la novela aparecen y se suceden una serie de personajes como Carmen, Medardo, Santiago, Eloy, Hugo,  Iván, Rosario, Willy, Pablo, Ernesto, Enrique y demás guerrilleros; así como Nicasio Merma, Casildo Huaroc, Casinaldo Collahua, Adela Chupipoma y demás campesinos; Sergio Cipayo (Jefe de Ronda Campesina), Benedicto Poma (Alias el zorro y jefe de una Ronda Campesina, ronderos apodados “el cuy” y “el chancho”, entre los ronderos; los comandantes Luciérnaga y Lince, el capitán Rafael, el teniente Maquisapa, el sargento Indalecio Iñigo, el guardia Portuguez, el teniente Quispe y el teniente Gaviota entre las fuerzas del orden. Al parecer esta estrategia narrativa tiene por finalidad expresar la dinámica de la guerra al margen del protagonismo de cualquier sujeto, empero es ineludible reconocer el papel protagónico que juega el Partido Comunista a través de su ideología política y de sus acciones armadas.

Con respecto a la ideología política del partido que se recrea en la novela, en el poema Elogio al Partido de Bertolt Brecht hay un verso muy conocido que puede ayudar a entender aquel asunto, a saber, “El individuo tiene dos ojos/  el partido tiene mil ojos”. Mutatis mutandis, el Partido Comunista del Perú enfatizó, siguiendo la tradición del comunismo internacional y obviamente a Brecht, que “el partido tiene mil ojos y mil oídos”. Pero aquella consigna no sólo es una simple consigna para advertir o amenazar al adversario sino que expresa la condición omnipresente del partido en el desenvolvimiento de la guerra y que permite a los militantes forjarse una moral de vencedores mediante sus acciones armadas.

Otro gran detalle que uno puede encontrar en la novela es, aunque breve, la historia de vida de algunos de sus personajes antes de ingresar al partido, a saber, hombres y mujeres del pueblo trabajador que más allá de asumir una ideología política los anima una experiencia de vida. Por eso en los pasajes de la guerra que recrea la novela, los militantes oscilan entre deseos humanos y terrenales, así como la capacidad de entrega que se exigen por tener una militancia militarizada. A pesar de que teóricamente en una estructura militarizada no hay posibilidad a cuestionamiento alguno, los partidos comunistas se han caracterizado por ejercer lo que llaman la autocrítica. En un pasaje de la novela, personajes como Medardo y Santiago expresan esa actitud que frecuentemente se ha negado a los militantes de un partido preparado para la guerra. Al respecto Medardo menciona lo siguiente:

“Lo cierto es que hemos caído en una especie de culto al guevarismo, al hechismo, de la acción por la acción. El partido es un dios rabioso y vengador, el presidente Rodrigo tiene que variar la estrategia y la táctica general de la revolución antes de que esto se convierta en noche ineluctable” (p.143).

Asimismo, Santiago enfáticamente menciona en una discusión subida de tono (se le acusaba de ser “desviacionista”, que en jerga partidaria significa que el militante se desvía de la línea que exige la dirección del partido) lo siguiente: 

“Siempre hemos sido fieles a la línea y a las decisiones del partido y hemos expuesto muchas veces nuestras vidas en las acciones pasadas. Hemos aceptado morir por la revolución y estamos condenados a eso sin avizarar el futuro rojo, (pero estamos) cayendo en un extremismo militarista y en un mesianismo igual de místico que cualquier religión” (p. 145).

Tales confrontaciones llaman la atención y oxigenan el relato de la novela porque anudan el desenlace de la historia en un escenario muy convulsionado. 

Qué duda cabe, Miguel Arribasplata ha escrito una novela muy atrevida, no sólo por su lenguaje y la elaboración de sus personajes, sino porque ha recreado una de las percepciones más silenciadas en el Perú contemporáneo sobre los hechos de la insurgencia armada.  Más aún, si uno repara en el macartismo (anticomunismo) que aún se reproduce en los espacios políticos e intelectuales del país (a modo de censura y sobretodo de autocensura), La niña de nuestros ojos, hecha novela, nada contra la corriente.

 


Juan Archi Orihuela
Lima, 19 de diciembre del 2013.

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[1] En el Perú se han escrito varias novelas al respecto, las hay interesantes (“Rosa Cuchillo” de Óscar Colchado, “Trece días” de Agustín Machuca Urbina,  “Ilusiones perdidas” de Ernesto Ramos Berrospi) y también descafeinadas y burdas (“La hora azul” de Alonso Cueto, “Abril rojo” de Santiago Roncagliolo). Asimismo hay libros de cuentos muy interesantes que muestran el talento de sus autores como “Golpes de viento” de Víctor Hernández (en el que el cuento “Cantarina” sobresale por su estructura narrativa) y “Camino de Ayrabamba y otros relatos” del Grupo Literario Nueva Crónica; también los cuentos de Dante Castro son sugerentes al respecto como por ejemplo “Parte de Combate”. 



Referencia bibliográfica

ARRIBASPLATA CABANILLAS, Miguel
              2010       La niña de nuestros ojos. Arteidea, Lima.


 
 

domingo, 3 de noviembre de 2013

Los campos roturados de Shólojov


Mijaíl Shólojov (1905-1984) fue uno de los grandes escritores soviéticos que destacó en el siglo XX. Su producción literaria ha sido reconocida mundialmente en 1965 con un merecido Premio Nobel. Su narrativa se asienta, como no podía ser de otra manera, en el realismo ruso, que a lo largo del siglo XX se caracterizó por estar estrechamente vinculada con la lucha del pueblo ruso y con las transformaciones sociales que generaba la construcción del socialismo. La consecuencia de tal rasgo, culturalmente acicateó el talento de muchos jóvenes escritores que como Shólojov no provenían de las clases privilegiadas que caracterizaba a la Rusia zarista, sino de las clases trabajadoras (obreras y campesinas).

La guerra marcó a muchos escritores soviéticos, Shólojov fue uno de ellos. A los 15 años el joven Mijaíl Shólojov se hizo combatiente y formó parte de una unidad especial del Ejército Rojo (en 1920) cuya misión fue aplastar a la contrarrevolución que había iniciado la guerra civil contra el poder soviético en las estepas del Alto Don. Fruto de aquella dura experiencia fueron los Cuentos del Don (1925) y su monumental novela en cuatro tomos El Don apacible (1928) [La publicación del primer tomo fue en 1928 y los demás aparecieron luego entre 1930-1940].

Shólojov fue hijo de campesinos pobres, procedente de una aldea rural, su familia formaba parte de aquellos grupos cosacos asentados cerca al río Don. Esa cercanía con el campo y con las costumbres del campesino ruso cosaco, se ve muy bien expresada en algunas de sus novelas. Por eso la recreación de la condición social y cultural del campesinado ruso en la narrativa de Shólojov permite que el lector se acerque, por otros medios claro está, a tópicos tan complicados de entender por quienes son ajenos a la vida del hombre en el campo. Entre aquellos tópicos que forman parte de la vida del hombre que rotura la tierra se encuentran: el problema de la tierra, sus condiciones materiales de vida, así como sus deseos, ojerizas, temores y esperanzas. Pero la vida en el campo no es nada idílica.

Como históricamente se sabe, el campo ruso había pasado por una serie de fases económicas que lo habían marcado económica y socialmente tras el triunfo de la Revolución Rusa. La primera fue el "Comunismo de guerra" (1918-1921) que impuso medidas extremas de racionamiento y requisición a la producción del campo. El Estado soviético monopolizó la producción agrícola, incautando la producción del campesinado y dejando sólo lo necesario para la subsistencia de las familias campesinas. A ello se sumaría el trabajo obligatorio, la prohibición del comercio libre y las leyes impuestas sobre el comercio del pan y el grano, medidas que resintieron a la clase campesina, hecho que fue muy bien capitalizado por los contrarrevolucionarios que no dudaron en azuzar esas contradicciones que el nuevo poder generaba. Tales hechos hicieron posible que la guerra civil (1917-1923) que se desató entre los rojos (los revolucionarios) y los blancos (los contrarrevolucionarios), colores con el que se les conocía y diferenciaba a los ejércitos que lidiaron en aquella guerra civil, alcanzara la crueldad que desangró terriblemente al campo ruso. Por eso en 1921 la NEP (La Nueva Política Económica) que impulsó Lenin tuvo como uno de sus objetivos apaciguar esas contradicciones y el descontento generado en el campo. Empero la NEP (1921-1928) creó nuevos problemas al estimular la aparición de una nueva burguesía, y en el campo reforzó el poder y la posición de los campesinos ricos (los kulaks) en desmedro de los campesinos pobres. Luego de esas dos fases se inicia una tercera, a saber, la colectivización del campo comprendido en el Primer Plan Quinquenal (1928-1932). La aplicación del Primer Plan Quinquenal no fue nada fácil para el poder soviético, costó mucho esfuerzo y sacrificio para el país en su conjunto, la experiencia en el campo es prueba de ello.

Sobre esa dura experiencia de la colectivización en el campo trata la novela Campos Roturados cuyo primer tomo se publica en 1932, fecha además en el que finaliza el primer Plan Quinquenal; el segundo tomo se publica tardíamente entre 1954 y 1960, por una serie de razones, durante la Segunda Guerra Mundial una bomba destruye el hogar de Shólojov, perdiéndose así los manuscritos del segundo libro casi concluido, hecho que exige al autor a rehacerlo todo de nuevo, con el mismo ánimo que exige la reconstrucción del país devastado por la guerra.

Campos Roturados recrea la experiencia de la colectivización de la tierra. Tal medida tuvo como punta de lanza la necesaria creación de los Koljoz (Granjas colectivas). Muchos de los pasajes que recrea la novela son fruto de la experiencia de su autor como organizador de Koljozes en el Don. Cuando Shólojov asumió la labor de organizador de Koljoz presenció el sabotaje que celosa y secretamente tramaron los kulaks (campesinos ricos) contra el poder soviético, a saber, asesinatos de campesinos comprometidos con el poder soviético, acaparamiento de la cosecha, sacrificio de animales del koljoz, quema de la cosecha, esparcir rumores contra el poder soviético y la confabulación en unión con algunos remanentes de la contrarrevolución zarista.

En gruesas líneas, Campos Roturados muestra una serie de contradicciones que acaecen en la vida del campo ruso, que no se reduce sólo al carácter de clase entre los kulaks (campesinos ricos) y los campesinos pobres o medios, sino que también comprende la rivalidad entre stanitsas (poblados cosacos), ahora organizados en koljoz, la rivalidad interna entre familias campesinas de una misma stanitsa, así como los miedos y recelos del campesinado ante las medidas que el nuevo poder (el poder soviético) ejerce. Todo ello acaece en la stanitsa de Grimiachi Long en el que la inexperiencia de sus dirigentes, jóvenes muchos de ellos, van hilvanando las historias de vida de los miembros que comprenden aquel poblado campesino.

En Campos Roturados la idiosincrasia del campesinado ruso cosaco, que su autor conocía muy bien, es un tema muy bien trabajado, así como la resistencia del campesinado, aferrado aún a la propiedad y carente de organización, ante el cambio que el poder soviético ejercía. Sin lugar a dudas Semión Davídov es el personaje de la novela, obrero de la fábrica de Putilov (en Moscú) es designado para organizar en Gremiachi Long el koljoz. Junto a él se encuentran Makar Nagúlnov (Secretario de la célula del Partido Comunista de Gremiachi Long y ex-combatiente del ejército rojo cosaco que enfrentó la contrarrevolución en el Don) y Andréi Stepanovich Razmiótnov (Presidente del Soviet de Gremiachi Long, joven cosaco, también ex-combatiente del ejército rojo), las historias de ambos personajes le dan oxigeno a la historia en su conjunto porque sus dramas personales hilvanan las demás historias de vida de una serie de personajes que aparecen a lo largo de la novela, campesinos todos ellos que hacen que Campos Roturados diste de ser una mera novela panfletaria y adquiera la belleza que caracteriza a la narrativa de Shólojov. Las historias del ya viejo herrero Ippolit Sidorovich Shali y del abuelo Schukar, son muy sugerentes al respecto, a pesar que ambos personajes no tienen los mismos ritmos. El herrero Shali es callado, serio y muy observador, mientras que el abuelo Schukar tiene un papel muy jocoso y a la vez muy tierno. En el segundo tomo de la novela el abuelo Schukar se lleva las palmas, no porque sea un convencido comunista (ni siquiera el abuelo sabe muy bien qué es ser un comunista) o haga actos heroicos (casi toda su vida se la ha pasado a salto de mata), sino porque se convierte en el personaje que identifica, mediante sus ocurrencias, al pueblo campesino, al cosaco del Don.

Por otro lado, con la lectura de Campos Roturados uno reconoce, parafraseando parte de una canción conocida, que tan "absurdo es suponer que el socialismo es sólo la igualdad y las buenas leyes, el sueño se hace a mano y sin permiso, arando el porvenir con viejos bueyes". Precisamente los viejos bueyes, junto al duro trabajo del campesino, las dificultades por las que pasa toda organización popular, se recrean muy bien en la novela, así como se muestran los errores y los nuevos problemas que genera el poder soviético en el campo. Al respecto, entre otros pasajes, el herrero Shali espeta a Davídov (el presidente del Koljoz) lo siguiente: 
"__ Enseño el oficio a un huerfanito. Ningún mozo quiere trabajar en la herrería. ¡El poder soviético los tiene categóricamente mimados! Unos quieren ser médicos, otros, agrónomos o ingenieros, y yo me pregunto: cuando nos muramos los viejos, ¿quién va a hacer botas, coser pantalones y herrar caballos para el pueblo? Lo mismo pasa con mi oficio: no hay forma de conseguir que alguien venga a trabajar a la herrería; huyen del humo de la fragua como el diablo del agua bendita" (Tomo 2, p.143).  
Por todo ello, Campos Roturados es una novela muy aleccionadora, históricamente hablando, y también muy reflexiva en diferentes pasajes e historias de vida de sus personajes. Si hay algo que caracteriza a la novela en su conjunto es esa compleja trama humana de quienes han luchado y convivido y conviven aún en la pobreza y la adversidad en la vida del campo; y, sobretodo, se encuentra aquella esperanza que anima la vida de millones de hombres y mujeres del campo que luchan a pulso por una nueva sociedad. 



 
Juan Archi Orihuela
Domingo, 03 de noviembre del 2013.

Referencia Bibliográfica

Shólojov, Mijail
1975 Campos Roturados (2 Tomos). Progreso, Moscú.


miércoles, 25 de septiembre de 2013

Dante Castro: nadando contra la corriente



Hace algunos días el escritor peruano Dante Castro, autor de libros de cuentos como Otorongo y otros cuentos (1986), Tierra de Pishtacos (1992), Cuando hablan los muertos (1998), Cuentero de monte adentro (2007) y demás, se atrevió metafóricamente hablando a nadar contra la corriente, a saber, emitir una opinión política contraria (y tan necesaria a mi juicio) al ideario que ciertos “liberales de izquierda” pretenden abanderar como si fuera un tema en la agenda de la izquierda en el Perú, a saber, el "matrimonio gay" [Ver Aquí]. La reacción, tan predecible, no se hizo esperar, a saber, la descalificación chirriante, los insultos manidos, así como aquella muletilla de llamar “homofóbico” a Dante Castro. De igual manera sucedió con un reconocido líder como Marco Arana, a quien se le cuestionó de todo y a quien también se le calificó tan sueltamente de “homofóbico”, simplemente porque consideró que sobre esos temas se debe debatir.

Empero, la irritación que generó Dante Castro entre aquellos que se consideran  así mismos como ciudadanos justos y correctos, “luchadores” y “defensores de la libertad”, fue una horterada catarsis. Tales descalificaciones al parecer dan un límpido mensaje, a saber, para los “liberales de izquierda” o simplemente liberales (para llamar a las cosas por su nombre) no cabe disentir, ni mucho menos cuestionar, como lo hace Dante Castro, hacia donde apunta, políticamente hablando, tal ideario pretendidamente “libertario”.  

Sobre aquel ruidoso caballito de batalla que eventualmente embanderan los liberales de izquierda, a saber, la “libertad”, Dante anota desde el saque y en bloque lo siguiente:   

“Dizque en una economía liberal puedes optar por la mercadería que más te gusta. Libre concurrencia desde Adam Smith hasta Hayek. Dizque puedes hacer con tu cuerpo lo que quieras: abortar, mutilarte, consolarte con aparatos para placeres solitarios, cambiar de sexo, etc. Para eso hay ofertas de todo tipo. Y por qué no la legalización de las drogas. Uno debe ser libre para escoger la forma de suicidarse. Hasta a la naturaleza de una persona se le llama "opción sexual" y a los niños les enseñarán en el futuro a que pueden elegir enamorarse de un varón o de una mujer. Dizque en este sistema el interés privado puede más que el interés público. Por lo tanto, el neoliberalismo es el sistema más justo para algunos elementales de la comunidad LGTB”. [Las negritas son mías].

El cuestionamiento a toda ideología pasa por considerar las consecuencias de sus ideas- fuerza. Para el caso de las ideas liberales, esta se encuentra en el significante de la libertad. El neoliberalismo, como ideología, no sólo es una prolongación del liberalismo por otros medios, sino que se compagina muy bien con el sentir y el deseo de ciertos sujetos fachendosos que insistentemente se la pegan de “libertarios”. En lo anotado por el autor de Tierra de Pishtacos, uno puede reconocer cuatro actitudes que orientan aquel  discurso y práctica “libertaria” en la actualidad: el cinismo (“puedes hacer con tu cuerpo lo que quieras”), el escapismo (“la legalización de las drogas”), el sexismo [entendida en su primera acepción como “atención preponderante al sexo en cualquier aspecto de la vida”] que viene sobrevalorando la volición en función del goce (la llamada “opción sexual”) y el individualismo (“el interés privado”).  

Pero no sólo Dante Castro llama la atención sobre aquellos rasgos que comprenden aquel discurso considerado por algunos como “progresista”, sino también sobre lo obcecado que resultan aquellos discursos sobre el género y la etnicidad que frecuentemente uno escucha o lee, casi siempre acompañado de actitudes fachendosas y paternalistas que reproducen sus correspondientes sujetos emisores. Al respecto Dante menciona lo siguiente:   

“(…) Allí está Obama y cierta izquierda celebró la elección de un afrodescendiente. Mañana elegirán presidente de EEUU a un gay o una lesbiana y los izquierdistas de shopping center celebrarán como celebraron aquella ceremonia del Oscar en que dos lesbianas se besaron públicamente (…)”.

Asimismo a juicio de Dante, la madeja de los liberales también la ovillan o la enredan las feministas a partir de la llamada “cuota de género”.  

“Ya vemos que no se trata de igualdad de derechos simplemente. Pero hay derechos que se pretenden imponer a través del objetivo matrimonial: la cuota de género, por ejemplo. Así como hay que buscar mujeres para cumplir con la cuota de género al inscribir listas congresales, mañana tendremos que buscar gays para completar la cuota LGTB en cada partido. Si no los tienes, los inventas”.

Pero lo que llama la atención de esa actitud “libertaria” e “igualitaria” es un hecho inusual, a saber, la inmunidad que han alcanzado ciertos sujetos frente al cuestionamiento político. Es decir, al parecer nadie puede cuestionarlos o se atreve a cuestionarlos a riesgo claro de ser motejado (ya sea de “homofóbico”, “machista” o “racista”). Por eso la irritación furibunda contra Dante Castro no fue un hecho fortuito. Tal como se reproducen las percepciones en el interior de la política contemporánea los sujetos “gays” gozan de esa inmunidad. Las feministas van por ese camino. Los que enfatizan la cuestión étnica distan de eso, pero ante la insistencia de aquellos sujetos paternalistas que eventualmente ven o denuncian actos de racismo o discriminación, al parecer lo lograrán, aunque claro a través de sus voceros (onegeros y demás).       

Para los liberales, que en el fondo conforman el núcleo de la derecha, la izquierda siempre será lo más negativo de la sociedad porque azuza las demandas del “populacho”, como históricamente lo ha hecho durante el siglo XX, ya sea mediante la movilización de masas o mediante la lucha armada; por eso insistentemente los liberales a través de sus voceros mediáticos pide y sobretodo exige a ese núcleo pequeño-burgués “libertario” que ejerce cierta influencia en la izquierda que sean y se comporten como “ciudadanos” (según ellos la izquierda debe ser una "izquierda moderna"). De lo contrario pueden aprender malos ejemplos como en Venezuela, Bolivia y el Ecuador (países en el que los procesos de transformación social han sido impulsados por urgentes demandas populares y por ende tienen un claro carácter de clase, razón por la cual aquellos gobiernos populares son abominados y temidos por los liberales en el Perú y en el continente). De ahí que los liberales abogan sólo por la construcción de la ciudadanía. Incluso no tienen reparos en sostener que la “igualdad” y la “inclusión” se circunscribe sólo a la igualdad ante la ley.     

Esos liberales son bien conocidos en el interior de la izquierda, frecuentemente son aquellos que reproducen prácticas paternalistas, ya sea cuando hablan por aquellos que consideran el “otro” o cuando se relacionan con el que llaman el “otro”, pero sobretodo se caracterizan por concebir que la igualdad se encuentra en función de la ciudadanía. Por eso el discurso de la ciudadanía forma parte de su ideario tan manido, así como de su performance del “justo medio”.

Lo cierto es que la “igualdad” mediante la ciudadanía no es nada igualitario que digamos, ni mucho menos es tan “libertario” como se estila leer en muchos discursos cínicos, individualistas y sexistas (aquellos que enfatizan el sexo) porque en el fondo tan sólo expresan una mentalidad adolescente cuando espetan: “yo puedo hacer lo que quiero” o “mi cuerpo es mío y yo decido”. 

Pero la crítica de Dante Castro apunta también a la cuestión de clase, medular en su escrito. Desde hace algún tiempo bajo la influencia de esa “izquierda” animada por esos liberales se considera que el clasismo es una forma de discriminación. Es frecuente escuchar o leer ideas al respecto, motejando siempre al clasismo. Y como lo “progre” es luchar contra toda forma de discriminación, “no vale azuzar o enfatizar las diferencias de clase porque te pueden “discriminar” por no ser del pueblo, manyas”. Por eso la agenda política para esa pretendida izquierda se encuentra lejos de los intereses de clase. La lucha de clases para los liberales, ya fue, no existe (Ese siempre fue su discurso). “Ahora somos o podemos ser ciudadanos y así seremos iguales ante la ley”, tal sería ahora el mensaje y parte de su discurso “libertario” e "igualitario".       

Por todo ello, encontrar opiniones disidentes como la de Dante Castro en el interior de la izquierda en el Perú es muy saludable porque no sólo son atrevidas sino porque son dichas desde una clara posición política de izquierda. Si bien es cierto que el grueso de su discusión toma como pretexto el manido tema “gay”, los cuestionamientos apuntan a algo más amplio que tiene que ver con una cuestión ideológica de fondo. Para que la izquierda en el Perú no sea un mero cajón de sastre urge encarar esa urgente cuestión ideológica y Dante Castro ya dio un paso al respecto.

 

 

Juan Archi Orihuela
Miércoles, 25 de septiembre del 2013.   

 

 

lunes, 3 de junio de 2013

La inevitabilidad de la desigualdad entre hombres y mujeres


I

La igualdad ha sido uno de los principios que ha fundamentado una serie de discursos políticos durante el siglo XIX. La reflexión racionalista del siglo XVIII sobre la sociedad en su conjunto ha jugado un papel muy importante al respecto, como por ejemplo las reflexiones de Rousseau sobre el problema de la desigualdad (entre los hombres) a partir del origen de la propiedad privada. Asimismo con la ilustración la ratio (razón), al erigirse como ente universal propio de la humanidad, posibilitó pensar la igualdad entre los hombres en función de la facultad racional. Sumado a ello la reproducción del discurso igualitario circunscrita al ámbito jurídico (la igualdad ante la ley) ha sido animada por cierto liberalismo. Su expresión más acabada al respecto es la democracia liberal, aquella que es animada por los liberales y que es hegemónica en el mundo, y que ha logrado constituirse a lo largo de un proceso en el que ha mantenido a regañadientes aquel principio para legitimarse.   

Por eso es que uno se ve impelido y sobretodo se ve exigido a aceptar la igualdad no sólo ante la ley. Pero esa igualdad muchas veces se refiere (mejor dicho se entiende e interpreta) a una serie de situaciones que exceden aquel tópico y que en muchos casos se identifica (o es asumido por algunas mujeres) como una competencia que linda con el paroxismo. Desde luego que esas exageraciones igualitarias se exigen para mantener el principio de la convivencia social a pesar de que de facto imperen las mayores desigualdades posibles e inimaginables.    

La igualdad ante la ley es una igualdad política y tal como es planteada y animada esa igualdad es una bandera eminentemente liberal. La circunscripción de la igualdad a tal ámbito ha sido una conquista gradual de aquellos que han luchado por estar en aquel espacio, que de por si pauta, apaña y mantiene las demás desigualdades (sobre todo las que se generan por la determinación económica) en la medida que se acentúa, muchas veces exageradamente, la condición volitiva del hombre a través del significante de la libertad.

Precisamente la libertad es aquel significante que en estos tiempos posmodernos se ha acentuado tanto hasta convertirse, si cabe el término, en el axioma de la ideología liberal. Es decir, a partir de la pretendida libertad que se arrogan tales o cuales sujetos, muchas veces de manera fachendosa, se tiende a justificar toda práctica de diversa índole en la reproducción de la vida cotidiana. Por eso es que exageradamente aquel tópico de la igualdad política, medular para cierto liberalismo, se ha trocado en una burda ideología sobre la igualdad entre los sexos fuera del ámbito jurídico. Esa ideología igualitaria frecuentemente es animada por el discurso feminista (que se caracteriza por hacer catarsis de la condición histórica y presente de la mujer como víctima y por acentuar exageradamente la noción de género en la reproducción de la vida cotidiana) y que en el fondo no es más que la  reproducción de la ideología liberal por otros medios. Tal discurso ideológico se ha convertido desde hace muchos años en lo que se suele llamar lo políticamente correcto que se reproduce en todo discurso (no sólo político) y que no sólo se elabora para no quedar mal con nadie, sino para evitarse alguna censura o cualquier crítica horterada. 

Plantear, exigir o desear, la igualdad entre los sexos no es nada nuevo. Tal igualitarismo es tributario de la igualdad política que se consigue a través de la ciudadanía, a saber, tanto hombres como mujeres son iguales ante la ley. Desde luego que los grados y los mecanismos que permiten esa igualdad varían en función de la organización política y la reproducción del modo de producción. Sin embargo la reproducción económica del  mundo capitalista al generar gradualmente condiciones igualitarias de acceso a la producción y al conocimiento, paradójicamente está demarcando las diferencias naturales y culturales que existe entre los hombres y las mujeres. Es decir, en el capitalismo, así como acentuadamente se da en el precapitalismo, los hombres y las mujeres son, a pesar de esa obcecada ideología igualitaria animada por el feminismo, inevitablemente desiguales.

Aceptar la desigualdad entre los hombres y las mujeres no implica necesariamente la sujeción de las mujeres a los hombres, sino reconocer que en el trasfondo de la reproducción social la condición biológica del ser humano genera una serie de pautas necesarias en la concreción de la vida de los hombres y las mujeres. Y precisamente en la concreción de la vida social aquella condición de desigualdad que se establece entre ambos  radica el fundamento de una necesaria diferencia, culturalmente hablando. Al respecto el dato empírico de la reproducción de una sociedad como la noruega que ha ampliado el acceso, tanto a hombres como a mujeres,  en iguales condiciones a la producción, mediante la educación y el trabajo, es contundente al respecto.     


II

Noruega ha sido considerado el país con mayor igualdad en el mundo. La ONU en el 2008 la declaró como tal. El referente igualitario radica en las condiciones igualitarias que tienen tanto hombres como mujeres para acceder a la producción a través de la educación y el trabajo. Al respecto, la discriminación, frecuente en países del Tercer Mundo para orientar y demarcar tal o cual condición de ventaja o desventaja, no tiene ningún asidero en Noruega. Pero la consecuencia de tal igualitarismo ha sido el acentuar las diferencias sociales y culturales entre hombres y mujeres en función de la producción.  
En el documental “La paradoja de la igualdad” (2010) se muestra que el discurso igualitario entre hombres y hombres, carece de toda evidencia empírica para sostener aquel manido discurso liberal sobre la igualdad entre ambos. En contraposición a tal discurso liberal, las evidencias y referencias que gradualmente viene arrojando la ciencia permiten sostener lo contrario [1].   

La paradoja de la igualdad entre hombres y mujeres  parte de un hecho, a saber, según el Informe Oficial “Genero y Sueldos” de Noruega aproximadamente el 90% de enfermeras son aún mujeres, mientras que aproximadamente sólo un 10% de los ingenieros son mujeres. Tal regularidad se presenta desde los años 80. Al respecto el gobierno ha intentado incorporar hombres en enfermería y mujeres en ingeniería, pero todas las medidas que se han tomado e implementado han mantenido con cierta regularidad las cifras mencionadas.           

Frente a tal dato contundente de la realidad, personajes como la ex-ministra de infancia e igualdad, Anniken Huitfeldt, no tiene problemas en desmentir que las niñas tengan algunas limitaciones intelectuales para dedicarse a la ciencia y la técnica (que implica los grados de abstracción racional y la complejidad de las operaciones lógicas y matemáticas), porque según el discurso de género tanto hombres como mujeres son iguales. Pero si no son las limitaciones intelectuales las que marcan esa diferencia tal vez sean las motivaciones. Al respecto cuando se le pregunta a unas enfermeras en su centro de trabajo el por qué son pocas las mujeres que trabajan en el área referida a la técnica y a la ingeniería responden que frecuentemente a las mujeres les resulta aburrido aprender tales materias. Y ante la interrogante del entrevistador “¿Pero acaso trabajar con partes de un ordenador y desarrollar sistemas, no es también un desafío interesante?”, una de ellas responde: “si, pero no tanto como encontrar personas cada día y hablar con ellas”.      

Evidentemente las motivaciones se encuentran en función de las necesidades y las condiciones que permite todo orden social en el que se desenvuelven y desarrollan las  capacidades que tienen los sujetos. Al respecto en el Centro de Ciencias Naturales de la Universidad de Oslo se investigó por qué hay tan pocas chicas que desean estudiar ciencias. Una de las investigadoras de tal centro, como Camila Schreiner, llevó a cabo una investigación que recoge muestras de 20 países, concluyendo que las chicas de países menos igualitarios (como por ejemplo las mujeres del Tercer Mundo) están más interesadas (aunque no siempre estudian lo que les apremia) en aprender materias técnicas y de ciencias que las jóvenes noruegas, siendo la determinación económica (la inserción al mercado laboral) la que acucia tal decisión (que se trueca en motivación) en aquellos países.  

En el caso de Noruega, si los hombres y las mujeres tienen iguales condiciones y libertades para elegir lo que desean estudiar (y no sólo es el deseo sino que efectivamente lo hacen), ¿acaso la diferencia por el interés por la ciencia y la técnica, preferido mayoritariamente por los hombres y en menor número por las mujeres, no radica en una predisposición biológica? El fundamento biológico del ser humano, ineludible para la ciencia, generalmente es soslayado y evitado por quienes animan la igualdad de género. La diferencia no sólo en la estructura somática de ambos es minimizada por el discurso de la igualdad, sino al respecto de cuestiones que tienen que ver con la estructura fisiológica, psíquica y sobretodo con la diferencia cerebral es pasada por alto.

Cathrine Egeland, investigadora de género del Instituto de Investigación Laboral en Noruega, y que ha escrito sobre las elecciones profesionales sobre hombres y mujeres ante la interrogante de si la diferencia entre hombres y mujeres no radicaría en el factor biológico (como por ejemplo la diferencia tajante del cerebro entre ambos), responde lo siguiente:   

__ No sé si hay algo de cierto en eso o no [evadiendo la pregunta]. Pero es chocante ver cuanto interés hay en encontrar esas diferencias.
__ ¿Tú no estás interesada en esas diferencias?.
__ No, no. Me interesa muy poquito.
__ ¿Entonces no es relevante ver las diferencias cerebrales para comprender por qué los hombres se hacen más a menudo ingenieros y las mujeres enfermeras?
__ No, no, no eso… No. 

Asimismo, Jurgen Lorentzen, investigador de género del Instituto Centro Interdisciplinario de Investigación de Género en la Universidad de Oslo, ante la misma interrogante responde lo siguiente:

__ Hay investigaciones que afirman que los cerebros del hombre y la mujer son distintos.
__ Si. Son investigaciones anticuadas. La mayor parte de esas investigaciones son obsoletas, según demuestran estudios posteriores. La mayoría ya no habla de que el  cerebro se configure de formas diversas.
__ ¿Entonces la diferencia entre chicos y chicas es sólo genital?
__ ¡No!, ¡hombre! Los pechos, vello, estatura o masa muscular son otros aspectos. Pero aparte de eso no hay diferencia. 
__ Y los sentimientos, las emocione, los intereses.
__ Intereses, inteligencia, capacidad.
__ ¿Son idénticos?
__ Sí, en principio son idénticos. 

Frente a tales respuestas (evasivas y sin referencia a algún estudio contemporáneo al respecto) es evidente que aquel igualitarismo que se sustenta en principios (“en principio son idénticos”) anima toda duda y sospecha al respecto. A lo más se apunta a dar cuenta sobre el papel que cumplen ciertos factores sociales en la configuración de aquella  diferencia entre ambos. El mismo Lorentzen menciona lo siguiente:

__ Eso muestra que seguimos inculcando fuertemente los roles de género en los niños y jóvenes. Nosotros nos encargamos de marcar sistemáticamente las diferencias entre niños y niñas desde el primer día.

Sin embargo, tal respuesta que se ha convertido en moneda corriente y que siempre se escucha en todo discurso de género que animan aquel igualitarismo en función de la libertad, tiene poco asidero con la realidad. Hay algunas investigaciones que dejan serias dudas frente a tal aseveración.

Richard Lippa, profesor de psicología, en asociación con la BBC de Londres ha realizado una enorme encuesta a través de Internet, la muestra recogida corresponde a 200000 personas, tanto hombres como mujeres de 53 países, procedentes de continentes como Europa, America (toda America del norte y Sudamérica), África y Asia. A los encuestados se les preguntó, tanto hombres como mujeres, en que les apetecía más trabajar.

__ ¿Y qué se encontró?
__ Hay grandes diferencias. Los hombres se interesan más por ocupaciones relativas a cosas físicas, como ingeniería o mecánica. Y las mujeres están relativamente más interesadas en trabajar con la gente.
__ El motivo de este esquema podría deberse a que las mujeres en el mundo entero son alentadas, por el hecho de ser mujeres, a comunicar a hablar y ser más sociales?
__ Es posible que haya un grado de verdad en esa afirmación. Pero cabría esperar que algo fuese distinto entre todos estos países, si la cultura tuviera una influencia importante en estos temas. Pero el resultado del estudio fue idéntico en los 53 países. En otras palabras: es igual tanto en Noruega como en Arabia Saudita, Pakistán, India, Singapur o Malasia. Es muy grande la diferencia entre hombres y mujeres. Y esta diferencia parece existir en las 53 naciones.
__ ¿Y que cree Lippa que sea el motivo de esas diferencias de género en todas las culturas?
__ Cuando ves resultados como estos, de dos líneas que son casi planas y no cambian en ninguno de los países, es probable que la causa sea biológica.  

Por su parte el profesor Trond Diseth, director del área de psiquiatría infantil del Hospital Nacional de Noruega, ha desarrollado un test para saber si existen diferencias de género a temprana edad. Al respecto el mismo menciona lo siguiente:

__ Hemos seleccionado diez juguetes diferentes. Hay cuatro juguetes “femeninos”, cuatro definidos como masculinos, y los dos restantes considerados como neutros. Estos diez juguetes se colocan de manera concreta. Luego observamos al infante y cómo se relaciona con ellos mientras registramos en video. Notamos que hay claras diferencias entre niños y niñas saludables (con edades a partir de los nueve meses), en cuanto a que los niños eligen juguetes masculinos y las niñas, juguetes femeninos. 

Frente a la interrogante de si no es el medio el que estaría influenciando la elección de los juguetes, ya que los niños y niñas estudiados tienen entre nueves meses, Diseth responde:

__ Los niños nacen con una clara disposición biológica de género y comportamiento sexual. Después será el entorno, la cultura, los valores y expectativas que nos rodean, los que se encargarán de favorecer o de atenuar esto.  
__ ¿Crees que la sociedad puede forzarlo un poco, pero sólo hasta cierto punto?
__ Si, pero no de manera tan decisiva que pueda modificar la identidad inherente y la predisposición de género. 

Pero si el estudio de Diseth puede generar cierta duda por la muestra, el estudio de Simon Baron-Cohen, profesor de psiquiatría del Trinity College de la Universidad de Cambridge, que se basa en experimentos con recién nacidos, resulta contundente al respecto. El mismo profesor Baron-Cohen menciona lo siguiente:

__ Investigamos con bebés de un día de edad. Les poníamos a la vista o bien un objeto mecánico o una cara. Y grabábamos cuanto tiempo pasaban los niños observando cada uno de estos objetos. Descubrimos que eran más los niños que miraban el objeto mecánico y las niñas pasaban más tiempo observando el rostro. Incluso desde el primer día de vida. Y esto sucedía antes de que el bebé conociera los juguetes. Antes de haber sido expuestos a las diversas influencias culturales o prejuicios.

Asimismo esas diferencias de intereses surgirían antes del nacimiento del bebé, en el útero materno.

__ Hoy sabemos que hombres y mujeres producen cantidades diferentes de hormonas. Pero en particular la testosterona. Los hombres producen dos veces más testosterona que las mujeres. Y esta hormona (la testosterona) influye en la manera en que se desarrolla el cerebro.

__ Medimos los niveles de testosterona del bebé cuando aún estaba en el vientre y le dimos su seguimiento durante el nacimiento, observando su comportamiento. Encontramos que cuanto más alto era el nivel de testosterona en el niño antes del nacimiento, más lento era su desarrollo del lenguaje en la primera infancia y menos contacto visual establecía, hasta la edad de uno o dos años. Así pues un alto nivel de testosterona está asociado a un desarrollo social y del lenguaje más lento.
__ Entonces, muchas diferencias de género pueden ser el resultado de niveles de testosterona asimétricos. Pero ¿qué pasa cuando un feto femenino recibe demasiada testosterona?
__ Es una condición genética el producir mucha testosterona. Y las niñas con esa tendencia, muestran una mayor preferencia por los juguetes masculinos.

Si los niveles de testosterona en el útero es el factor que produce las diferentes capacidades e intereses, entre niños y niñas, desde el inicio de la vida. La orientación de esa diferencia se mantiene aún en su desarrollo. Al respecto el profesor Baron-Cohen menciona lo siguiente: 

__ Dimos seguimiento a estos niños hasta los 8 años, interesados por observar su evolución. Descubrimos que, al crecer, aquellos que poseían más altos niveles de testosterona, tenían más dificultades con la empatía; con reconocer las emociones de otras personas o apreciar sus puntos de vista. Pero también se mostraban más interesados en “sistemas”. En entender cómo funcionan las cosas. De manera que, aún ignorando las grabaciones en video y sólo midiendo su nivel hormonal, puedes predecir su patrón de intereses.  

¿Acaso esa diferencia genética entre los sexos y su posterior diferencia de género no es una  consecuencia necesaria del proceso de la evolución humana?  Al respecto la profesora Anne Campbell, psicóloga evolutiva en Durham (Norte de Inglaterra), considera relevante tomar en cuenta la constitución de la psique, como consecuencia de un largo proceso evolutivo, para entender la diferencia entre hombres y mujeres.  Al respecto menciona lo siguiente: 

__ Si las mujeres son las que dan a luz, amamantan y crían a los hijos, sería muy sorprendente que no hubiese algún tipo de mecanismo psicológico que les ayudase a cumplir sus tareas, y haciendo que esas labores resultasen placenteras para ellas. Así que rasgos femeninos como la empatía o el evitar confrontaciones peligrosas donde podrían resultar heridas; el evitar la exclusión social que podría alejarlas del grupo; son todas cualidades positivas que les permiten una mayor capacidad de sobrevivir, reproducirse y dejar hijos, que a su vez también puedan reproducirse.

Y sobre la diferencia que existe en función de las motivaciones para elegir tal o cual rama de estudio, menciona lo siguiente:

__ Sabemos gracias a muchos estudios psicológicos que una de las mayores diferencias sexuales se observa si pones a la persona en situación de estrés, diciéndoles por ejemplo: “En media hora les vamos a aplicar unas descargas eléctricas muy dolorosas”. Y preparamos el equipo diciéndole: “Tiene que esperar ¿Desea esperar solo o en compañía de alguien? Las mujeres elegirán estar acompañadas. Comúnmente los hombres bajo estrés “¡Quieren estar solos! ¡No quieren estar con nadie!”

__ Es por eso que las mujeres eligen la enfermería, la medicina, el trabajo social, la enseñanza. Todas esas áreas donde existe el intercambio cooperativo. Donde las mujeres parecen sentirse más a gusto. Por supuesto que hay superposiciones entre sexos. Algunas son enormes. Hay mujeres fabulosas en ingeniería, física o química, etc. Pero en esencia  diría que son intereses típicamente masculinos y menos femeninos.

__ Hoy sabemos que las diferencias de género en algunas áreas son muy importantes. Entonces me resulta difícil creer en esas sutiles diferencias en el tono de voz que utilizamos [se refiere a las mujeres], o la forma de contacto visual y cosas como ésas, pueden llegar a ejercer una gran influencia sobre los intereses, actividades o preferencias que muestran esos niños.

A pesar de la ojeriza a la que puedan llegar aquellos defensores del igualitarismo a través del discurso de género, cuando insistentemente intentan paliar las desigualdades entre hombres y mujeres a través de la “socialización” o, en su defecto, por el factor “cultural”. Anne Campbell menciona de manera contundente lo siguiente:   

__ ¿De dónde surgen las diferencias del sistema reproductor entre hombres y mujeres? Estoy segura de que la respuesta de cualquier sociólogo sería: “De la evolución”. ¿Y qué es lo que dirige el nacimiento de las diferencias, lo responsable de la producción de hormonas y de péptidos que mantienen todo esto funcionando? El cerebro humano principalmente, a través del sistema endocrino. Para mí es muy difícil imaginar que la evolución haya operado sobre los sistemas reproductivos sin haber influido absolutamente en el cerebro, el órgano más complejo de nuestro cuerpo.



III

El dimorfismo sexual de nuestra especie.
Tomado de aquí Pulse
Si los hombres y las mujeres son ya evidentemente desiguales por el dimorfismo sexual de nuestra especie, la desigualdad social y cultural que se ha generado entre ambos a lo largo de la historia de la humanidad no se debe sólo a la falta de la libertad de la que han carecido las mujeres o debido a la dominación del hombre sobre la mujer (como frecuentemente se sostiene para el caso del precapitalismo), sino a contundentes fundamentos biológicos que se expresan en la reproducción de la vida social a través  de la producción. Incluso en sociedades consideradas como modernas e igualitarias como el caso de Noruega la desigualdad entre hombres y mujeres es inevitable.  

Por eso reparar en la diferencia cultural y social, que generalmente se establece en función del llamado “enfoque de género”, no debe obviar el fundamento biológico de la especie, patente no sólo a través del dimorfismo sexual, sino también explicita en la disposición y motivaciones que genera la estructura psíquica. Aceptar la desigualdad entre hombres y mujeres, a pesar de que sea algo tan evidente y de sentido común, no debe llevar a identificar a quien sostiene tal desigualdad, en función de la ciencia, se encuentre a favor del sometimiento de la mujer por el hombre. Como al parecer eso es lo que creen y asumen las feministas y algunos liberales al negar (o ignorar) el factor biológico que establece la desigualdad entre ambos sexos o géneros. En función del discurso de la igualdad de género o la igualdad ante la ley muchas veces se silencia u omite la desigualdad en función de la producción en el que el factor biológico se explicita.  

Frecuentemente la recriminación y la censura que pesa sobre aquellos que sostienen la  desigualdad como una necesidad, no sólo natural, sino también social y cultural, entre hombres y mujeres, la ejercen los liberales y las feministas a través de los medios de comunicación en defensa de esa supuesta igualdad. Muchos de tales sujetos que se arrogan la lucha contra esa  desigualdad (a la que llaman la desigualdad de género) frecuentemente apuntan a granjearse tal o cual rédito político, si están frente a cámaras o si escriben en los medios de comunicación de mayor circulación nacional o simplemente cuando escriben desde sus blogs, cuya intención evidente es influir en la opinión pública. Es decir, legitimar un discurso ideológico, a saber, el igualitarismo de género vuelto paroxismo. El caso de la España "monárquica" (aún)  que ha sido gobernada por esa socialdemocracia, cuyos partidarios y simpatizantes reproducen y expresan límpidamente aquella ideología liberal, es un buen ejemplo hacia donde puede llegar ese paroxismo igualitario.  

Asimismo si tales sujetos proceden o se encuentran vinculados al ámbito académico generalmente aceptan tal discurso ideológico, entre otras razones, para incrementar su capital cultural que les permitirá cierto posicionamiento no sólo ideal (como el ganarse algún respeto y cierta admiración) sino también un posicionamiento material (aquel discurso, en función de la agenda política contemporánea, les permite obtener el deseado financiamiento económico para sus programas, su activismo desinhibido y para aquellas investigaciones tan frecuentes que se realizan sobre la desigualdad de género). El haber alcanzado cierto posicionamiento material e ideal permite a aquellos sujetos conducirse sin problemas y sin crítica alguna cuando reproducen tal ideología. En el fondo tales sujetos reproducen aquel discurso ideológico sobre el igualitarismo de género para no desentonar u oponerse a la hegemonía que actualmente ejercen los discursos posmodernos a través del relativismo cultural. Ese relativismo cultural posmoderno, al que se han sumado muchos de ellos y que explicitan mediante su retórica, desde hace algunos años viene pautando los estudios sobre la sociedad, la cultura y la política de manera retórica. O, en algunos casos, muchos de tales sujetos, simplemente aceptan y reproducen tal discurso ideológico para quedar bien con su mujer o con su novia, mientras que en privado y entre amigos no tienen reparos en expresar con sinceridad la exageración y el infantilismo a que llega el igualitarismo de género fuera del ámbito político.           

En el discurso de género, en consonancia con la retórica posmoderna, frecuentemente se alude a la “complejidad” (de la sociedad) y a señalar de modo concluyente que “todo es una construcción” (y que al ser enunciada tan sueltamente recuerda metafóricamente la experiencia del albañil) para sostener sus principios (principios liberales). En muchos casos se arrogan la diferencia, tal como la entienden, de la ciencia social para contraponerse a la ciencia en general, a pesar de que la ciencia es una sola en función del conocimiento científico. Y en el peor de los casos no tienen reparos en apelar a la sofistería, a la retórica manida o a la descalificación peyorativa. Al respecto en el referido documental, las respuestas que dan los que animan los Estudios de Género en Noruega, ante la contundencia del enfoque científico, son un buen ejemplo hacia donde apuntan tales estudios. Cathrine Egeland sólo atina a mencionar con evidente nerviosismo lo siguiente:  

__ ¿En qué fundamento científico te apoyas para decir que la biología no juega ningún papel en las distintas elecciones profesionales de hombres y mujeres?
__ ¿Mi fundamento científico? Eeeeeh… Tengo bastante de eso que se podría llamar “punto de vista teórico”. Creo que ahí no hay lugar para la biología. O sea, eeeeh… eso, si, yo creo que son las ciencias sociales las que deben refutar el pensamiento basado en que las diferencias humanas son eeeh… si, eso… biológicas pues.

Asimismo el otro investigador en Estudios de Género, como Jurgen Lorentzen sólo atina a la sofistería y a contradecirse a si mismo  

__ Pero cuando dices que no hay diferencias innatas entre chicos y chicas que expliquen sus distintos intereses ¿en qué te basas?
__ Tengo que apoyarme en la ciencia para intentar explicar cómo son las cosas y qué relación hay entre ellas. Hasta el momento es incapaz de probar que haya un origen genético en las diferencias de género.
__ ¿No? pero…
__ ¡Aparte del sistema reproductivo!
__ Pero tú no reconoces que estos estudios muestran de alguna manera…
__ No, porque les falta un vínculo, tienen un eslabón perdido
__ Si, pero ¿cómo puedes saber que no es innato? No lo entiendo.
__ No, yo digo, que cuando ellos tengan la certeza.
__ No, tu haz dicho que no hay diferencias innatas importantes en cuanto a sentimientos, intereses y todo eso ¿Cómo sabes que no existen?
__ Digamos que mi hipótesis es que no existan diferencias, porque la ciencia no ha demostrado que haya alguna. Entonces me debo basar en ese nivel de conocimiento.
__ ¿Tú supones que no hay diferencias hasta que se demuestre lo contrario?
__ Si, por ejemplo.  

Parte del enfoque científico presentado en el documental sobre la paradoja de la igualdad, recuerda y refuerza lo que ya hace muchos años (en 1973) el sociólogo Steven Goldberg sustentó al respecto de la inevitabilidad del patriarcado. Tal inevitabilidad se sustentaba en  su universalidad como un hecho histórico y cultural, así como el factor hormonal expresado a través de la agresividad, el orden social basado en la diferencia de los sexos, la reproducción del poder en función de aptitudes cognoscitivas estrechamente vinculadas a la determinación del sexo, y la producción de la sociedad en función del conocimiento.

En consonancia con el enfoque científico resulta necesario reconocer y divulgar que asimismo como ha sido y es inevitable el patriarcado, resulta también inevitable, con mayor razón, la desigualdad entre hombres y mujeres en función del hecho biológico expresada a través de la producción y la evolución de la especie.      


Juan Archi Orihuela
Lunes, 03 de junio del 2013.


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[1] Ahí los videos para ver el documental completo. O también puede ir a los siguientes enlaces, Parte 1 Aquí  Parte 2 Aquí 











miércoles, 15 de mayo de 2013

A Javier Heraud




Tenía 21 años cuando murió, limeño de clase media, estudiante de Letras y era un precoz poeta ya reconocido en el Perú. Publicó su poemario “El río” cuando apenas tenía 18 años. Y, como dice una conocida canción sobre él, “además de ser poeta se graduó de guerrillero” [1]. Su nombre: Javier Heraud (1942-1963).  

Javier Heraud murió un día como hoy, 15 de mayo, pero no murió como suelen morir los poetas pretendidamente “malditos”, muchas veces estúpidamente ebrios o anestesiados por tal o cual alucinógeno, o perturbados por el simple hecho de existir, nada de eso; Javier murió como muchos de aquellos jóvenes que formaron parte de aquella generación sesentista que organizó y participó de la lucha armada que emprendieron los pueblos en muchos países de Latinoamérica. Después del triunfo de la revolución cubana, los Uturuncos, el EGP y las FAP en Argentina, la FALN en Venezuela, las FARC en Colombia, el ALN y el MR-8 en Brasil, el FSLN en Nicaragua, el MLN-T en el Uruguay, el ELN en Bolivia, así como el ELN y el MIR [2] en Perú y demás movimientos insurgentes en el continente, juveniles todos ellos, mostraron que el sacrificio de muchos jóvenes como Javier Heraud no fue producto de una mera aventura individual o desesperada (por no buscar el “diálogo”, como dirían hoy los socialdemócratas y liberales al unísono), ninguneada muchas veces mediante el enfoque psicologista (patologizando insistentemente la violencia armada para descalificar a aquella generación) sino a un hecho que traspasó las fronteras y que surgía debido a las mismas condiciones materiales e históricas de aquellos países en el que las demandas de las organizaciones populares jugaron un papel muy importante.      

Javier Heraud, además de ser poeta, fue miembro del Ejército de Liberación Nacional (ELN), una guerrilla que en 1963 se alzó en armas para acabar con las injusticias sociales del país. Los años 60 del siglo XX fueron años de rebelión armada en el continente (rebelión armada en el continente que se prolongó hasta las décadas de los 70 y 80), en el que una juventud muy corajuda (tal vez la más valiosa de esa generación) se inmoló por un mundo mejor. En aquellos años el poder de la oligarquía y de los gamonales en el Perú, y demás terratenientes, mantenía un orden social injusto, en el que el servilismo de la hacienda era sinónimo de paz y de orden. Contra ese orden servil y semifeudal, Javier, junto a sus compañeros, se alzó en armas. Pero la muerte de Javier en la guerrilla no fue nada idílica (murió baleado por la contrainsurgencia que utilizó balas dum-dum y que a pesar de que ya había muerto siguió siendo baleado con saña), lo digo porque en el Perú el guerrillero (o la imagen romántica que muchos se hacen del guerrillero) no se encuentra lejos de cierta figura idílica. 

Pero ¿Qué es un guerrillero? generalmente es un civil que insurge en armas, como parte de una insurrección armada y organizada por otros civiles como él en la clandestinidad; la participación de civiles como guerrilleros es el resultado de una militancia política cohesionada por una misma ideología política o porque sus miembros comulgan con los mismos ideales para luchar contra el poder del Estado mediante el uso de la violencia armada (a la que califican como violencia revolucionaria). En función de la lucha armada, ya sea mediante la estrategia del foco insurreccional o mediante la guerra popular prolongada, el guerrillero actua en función de fines estrictamente políticos y programáticos dados por su organización. La violencia armada se convierte para el guerrillero en un medio para optener fines muy puntuales que se sujetan y responden a la concreción de una guerra moderna (según la teorización de RogerTrinquier), guerra en el que para socavar el poder del Estado (en este caso el Estado burgués) pasa necesariamente por socavar la moral del enemigo, en función de la desproporcionalidad de fuerzas (Estado contra guerrillas) mediante el ataque sorpresa a sus instituciones de poder y la emboscada a las fuerzas contrainsurgentes. De ahí que siempre los guerrilleros se encuentren "camuflados" como civiles, ya sea en el campo como en la ciudad, y sobretodo su lucha pretende ganar el apoyo y la ayuda de la población civil en su conjunto (como “el pez en el agua”). A tal fenómeno se ha convenido en llamarlo una guerra irregular o guerra no convencional; a juicio de Roger Trinquier tal fenómeno formó parte de un fenómeno mayor, a saber, la guerra moderna durante el siglo XX. Metafóricamente a tal hecho, en función de la estrategia insurgente, Robert Taber la llama “la guerra de la pulga” ya que la organización insurgente lucha como si fuera una “pulga sobre un perro” al que tiene que desangrar cuando se reproduce por todo el cuerpo (el alcance nacional) para así anular las fuerzas (las FFAA) y desgastar gradualmente el poder del animal. Como no todas las guerrillas triunfan, debido a la derrota, el costo por desangrar el poder del Estado es muy alto. 

Por eso si uno recuerda a Javier Heraud no debe pensar en él sólo como un ser altruista o poeta, debe aceptar el papel que cumplió como guerrillero al formar parte de una organización insurgente (el ELN), que si bien fue aniquilada rápidamente y desarticulada, no caben dudas de que el derrotero de toda organización insurgente es la misma, a saber, la guerra irregular o la “guerra de la pulga”. Incluso en los colegios nacionales que llevan su nombre hay muchos estudiantes que ignoran por qué Javier Heraud se hizo guerrillero. Quien piensa en Javier debería pensar también en la guerra de guerrillas, si de ser sinceros con el personaje histórico se trata. Ya su poesía delataba tal fin insurgente, en su poemario “Poemas de Rodrigo Machado”, escrito en la Habana en 1962, en uno de sus poemas, titulado “Poema”, se lee lo siguiente:  

Ahora debe ser, Juan, empuña tu fusil,
Pedro, coge tú la treinta.
Ahora hablaremos con las armas.
Antes era fácil, nos cogían con los gritos
en la mano, nos metían en las cárceles
Somos menos, no importa. Estamos
armados y con la fe en el pueblo:
Campesinos, obreros, estudiantes
ahora es el momento
levantémonos todos
para sembrar en la tierra,
en nuestro Perú
una nueva vida con machetes,
fusiles, hoces y martillos.
¿Quién podrá detenernos,
Si ahora somos menos
pero seremos todos
contra el puñado que gobierna… [3]  

Pero de seguro se dirá que Javier Heraud escribió aquellos poemas porque fue rápidamente "ideologizado" pero que en el fondo fue un ser noble y sincero. Sobre la nobleza y la sinceridad de Javier, de eso no caben dudas, muchos de los que fueron guerrilleros en el pasado lo fueron, así como quienes entregaron su vida por causas justas. Lo que llama la atención de Javier Heraud no sólo es su nobleza sino aquella peculiaridad de que un joven poeta con talento (y procedente de la clase media, con todo lo que ello significa en el Perú, culturalmente hablando) se anime a luchar en la misma línea de fuego por causas que muchos creen que están perdidas (o simplemente son delictivas). A pesar de que Javier Heraud murió muy joven y su poesía recién estaba transitando de un sentimiento juvenil, entre lo familiar, la naturaleza y la inocencia (la casa, el río, las montañas, las estaciones y demás), a un decidido sentimiento social, así como el papel que cumplió Roque Dalton en El Salvador, no caben dudas de que su poesía iba a cambiar, se iba a mostrar más fuerte (recordando aquellas “lágrimas de acero” ya derramadas por el poeta al cerrar el pasado). Si Javier hubiera sobrevivido al ataque que le dio muerte, caben muchas posibilidades, tal vez hubiera sido el poeta que acompañara y cantara las luchas del MRTA y por ende otra hubiera sido su valoración literaria e histórica, tanto en las letras, así como en la percepción política que muchos se hacen de él de manera idílica cuando leen sus poemarios "El río" o "El viaje" (en el que se encuentra su tan conocido poema "Yo no me río de la muerte").

Imagínense a Javier en la trinchera opuesta (y no sólo en las letras, sino también por una clara cuestión ideológica y de clase) de otro poeta como él, también peruano y, aunque disguste a muchos, también guerrillero, a saber, como Jovaldo (José Valdivia Domínguez). Si ese supuesto se hubiera dado el anatema e incluso la censura contra Javier hubiera sido lapidaria.

A 50 años de la muerte de este joven poeta cabe recordar que su poesía, así como sus acciones, a pesar de que muchos lo ninguneen o se hagan los desentendidos por lo que hizo mediante las armas, estaban llenas de mundo, a saber, un mundo nuevo.   

 

 
 
Juan Archi Orihuela
Miércoles, 15 de mayo del 2013.

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[1] Ahí la canción Javier Heraud, composición e interpretación de Martina Portocarrero, la música es una muliza del centro del Perú.

 


 
[2] Las siglas de las organizaciones insurgentes de Latinoamérica durante la década del 60 alude a lo siguiente:

EGP: Ejercito Guerrillero del Pueblo.
FAP: Fuerzas Armadas Peronistas.
FALN: Fuerzas Armadas de Liberación Nacional.
FARC: Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
ALN: Acción Libertadora Nacional.
MR-8: Movimiento Revolucionario 8 de octubre.
FSLN: Frente Sandinista de Liberación Nacional.
MLN-T: Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros.
ELN: Ejército de Liberación Nacional.
MIR: Movimiento de Izquierda Revolucionaria.

[3] Heraud, Javier. Poesías completas y cartas. Peisa, Lima, 1976, pp. 159-160.

Una fotografía de Javier Heraud