Ensayos, artículos y una serie de escritos de reflexión y de opinión.
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miércoles, 17 de octubre de 2012

La “democracia” del demócrata Fernando Belaúnde Terry (1963-1968)


 

 

“No me gusta especialmente el término «democracia», se utiliza como una receta que uno guarda en su bolsillo. Yo prefiero el término «democratización»”
(Samir Amin)   

 

La democracia realmente existente en el Perú, que animaron ciertos demócratas durante el siglo XX, no se encuentra exenta del autoritarismo, ni mucho menos de medidas antidemocráticas que se impulsaron y legitimaron para mantener la institucionalidad (democrática), ya sea mediante la represión indiscriminada o mediante la imposición de proyectos extractivos de toda índole mediante la fuerza de las balas. Aunque si uno repara en tales rasgos también los puede observar en la democracia peruana del siglo XXI. Un buen ejemplo, entre otros, es la democracia que generó, dirigió y defendió el arquitecto Fernando Belaúnde Terry y que al parecer es el arquetipo de democracia que impera en el Perú. Su imagen democrática es recordada por quienes mantienen privilegios de clase y status en el Perú. Para tal fin los medios de comunicación y la historia oficial enfatizan su participación política durante sus dos gobiernos (1963-1968) (1980-1985) como si fuera el arquetipo del ser demócrata en el Perú. Precisamente son “ellos”, no sólo políticos vinculados a su ideario partidario, quienes consienten tal manera de ser “democrático” en el Perú: Una democracia hecha a su imagen y semejanza de su poder (político y económico).

Fernando Belaúnde animó y generó una gran expectativa de cambio cuando ganó las elecciones presidenciales en el año 1963. El 28 de julio cuando asume el poder del Estado como presidente, diversas comunidades del centro del país le toman la palabra empeñada en campaña, a saber, que realice pronto la tan ansiada reforma agraria. Tal presión popular se traducirá en una oleada de movilizaciones y tomas de tierras por el campesinado. Frente a tal hecho Belaúnde responde con la fuerza y la represión que permite el aparato del Estado (Manrique 1995: 300).

En 1964 la democracia que impulsa el arquitecto desarrollista, a quien se le veía como un hombre de ideas modernas por haber estudiado en el extranjero (EEUU), reproduce uno de los hechos más infaustos contra cuatro comunidades mayoruna [“gente del río”, en quechua] o  matsé [“gente”, en idioma nativo], grupo nativo amazónico asentado a lo largo del río Yaquerana (Provincia de Requena, Loreto), quienes fueron masacrados vilmente. La razón: El avance del "progreso" animado por la ambición de un alcalde-gamonal-empresario de Requena, para quien los "nativos", así como para el gobierno democrático, son obstáculos para el desarrollo y la inversión del capital. El antropólogo Stéfano Varese anotó al respecto lo siguiente:

“En 1964 el inefable indigenismo incaico del presidente Belaúnde, que no se extendía más allá de la admiración arquitectónica por unos cuantos fantasmales caminos precolombinos, premiaba con una recepción en Palacio de Gobierno al gamonal don Gumercindo Flores, alcalde y empresario de Requena, a quien le había tocado el honorable oficio de exterminar parte de la tribu mayoruna. Para eso Gumercindo había contado con el apoyo de la fuerza área peruana y de un destacamento de “marines” norteamericanos especialmente llegados desde la zona del Canal de Panamá (ver: Correo, El Comercio, La Crónica, La Prensa, La Tribuna del 12 al 15 de marzo de 1964)” [Varese 1974: 84] [Las negritas son del texto]

Precisamente la premiación que se le dio a ese alcalde-gamonal-empresario de Requena, Gumercindo Flores, fue un hecho bien visto y aceptado por la prensa de la época. La revista Caretas informó sobre tal hecho con cierto beneplacito y lo percibió como algo "heroico" [Ver aquí: Pulse.Y también aquí: Pulse]. Tal hecho evidencia que la  democracia de Belaúnde consistió en mantener no sólo a los gamonales, sino gobernar para quienes tenían además del poder político (alcaldes), el poder económico (empresarios).   

En 1965 la democracia que anima Belaúnde es “defendida” mediante el uso de la represión armada que se ejerce contra las guerrillas del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionario). Pero lo que alarma y llama la atención no es sólo la represión armada (respuesta frecuente ante los fenómenos subversivos) contra las guerrillas, sino el uso del napalm sobre comunidades campesinas y nativas. El uso del napalm se empleó a pesar de que el gobierno norteamericano les negó su venta, aún así el gobierno peruano preparó un napalm “nacional” asesorado por la IPC (Manrique 1995: 306).  Como se recuerda el napalm fue empleado como arma mortífera por los norteamericanos en Vietnam. [Ver aquí: Pulse].

Una vez derrotadas las guerrillas, el fantasma del comunismo afiebró al régimen del arquitecto Belaúnde. Dos años después, en 1967, se genera uno de los hechos más silenciados en la historia republicana del siglo XX, a saber, la quema de libros. Es decir, en un gobierno “democrático” se confisca, retiene y quema libros, libros sobre el comunismo, o que aluda a temas sobre economía, filosofía, psicología, biografías y demás. Tal hecho,  que sólo uno puede imaginar en tiempos del medioevo o en la novela Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, fue denunciado en su momento por el conocido librero Juan Mejía Baca, quien a su vez tiene una publicación en el que se registra periodísticamente tal hecho para la historia. El libro de Juan Mejía Baca, en el que se recoge esa denuncia, fue publicado en 1980 y es poco conocido y obviamente nunca citado. Ahora gracias al esfuerzo del talentoso artista peruano Markus Ronjam puede ser conocido y divulgado [Para ver el texto aquí: Pulse. Y para descargar el texto aquí: Pulse ].   

Juan Mejía Baca menciona que los libros eran retenidos en la Aduana o en el Correo (medios a través de los cuales los libreros recogían los pedidos hechos a las casas editoriales del extranjero), una vez requisados pasaban a ser incinerados. Textos de las editoriales Era, Siglo Veintiuno, Grijalbo, Ruedo Ibérico y el Fondo de Cultura Económica fueron los más perjudicados. Se vetaron libros que circulaban libremente en países como España, México, Argentina, Estados Unidos y demás. Más aún se incineraron libros por el simple hecho de tener tapa roja.   

Tal hecho tuvo repercusión mundial en su momento, en el diario La Prensa (Lima, 25 de julio de 1967), una de las tantas  notas que recoge Juan Mejía Baca, en el encabezado de un artículo se denunciaba tal hecho de la siguiente manera:   

“En el diario Excelsior, de México, el 25 de julio de 1967, y a toda una página, apareció en forma de historieta, y con dibujos por Abel Quezada, que decían:
“En el Perú aún conservan la bella costumbre de quemar libros”.
“Los libros que van de México hacen buena lumbre, sobre todo los del Fondo de Cultura, porque ¿quién puede hablar de cultura sin ser comunista?”
“En fin, es tranquilizador que en el Perú aún queman libros”
Así sufrimos los peruanos por culpa de… otros peruanos” (Mejía 1980: 22) 

El clima represivo contra la adquisición de libros “comunistas” llevo al gobierno al paroxismo. Según la prensa de la época los más “observados” eran los sindicalistas y estudiantes que viajan a “congresos” o de “vacaciones”, a quienes se les retiene periódicos, revistas y libros de literatura comunista (Mejía 1980: 26).  

En protesta por tal censura el librero Juan Mejía Baca devolvió el 26 de agosto las condecoraciones de la Orden del Sol y las Palmas Magisteriales que el gobierno le había dado por sus dotes intelectuales y los servicios prestados en el campo editorial. Al día siguiente se sumaron a tal denuncia los pedidos para que se investigue sobre tales hechos por parte del Rector de la Universidad Nacional de Ingeniería, arquitecto Santiago Agurto, el Rector de la Universidad Nacional de Educación, Juan José Vega, y el Rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Luis Alberto Sánchez. Obviamente el gobierno democrático del arquitecto negó todo los hechos. Hechos que hasta ahora han sido olvidados.  

La relación de los libros retenidos, prohibidos e incinerados por el gobierno de Belaúnde,  y que se encuentran en los artículos de la prensa de la época que recoge el libro de Juan Mejía Baca, es la siguiente:

El capital de Karl Marx
La revolución teórica de Marx de Louis Althusser
China el otro comunismo de K. S. Karol
Marx y el concepto del hombre de Erich Fromm
La guerra de Vietnam de William Burchett
Historia de las doctrinas económicas de Eric Roll
Historia económica de los países capitalistas de Y. F. Avdakov & F. Y. Polianski
La economía en las sociedades modernas de Óscar Lange
Diez días que estremecieron al mundo de Jhon Reed
Trotsky de Isaac Deutscher
La nueva clase de Djilas.
Contradicciones del comunismo de Stelio Cro.
Mi vida de León Trotsky
Anti-Dühring de  Federico Engels
Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Federico Engels
La URSS y el futuro de Schapirom
Cómo el Kremlin se apoderó de Cuba de M. Gilmore
El Materialismo Dialéctico de G. Wetter
Doctrina Militar Soviética de Raymond L. Garthoff
Marxismo y Comercio Internacional de Manuel Funes Robert
Teoría Económica de los Países Socialistas de Beckwith  
El problema de la conciencia de E. V. Shorojova
Lógica General de Elí de Gortari
Psicología genética de Alberto L. Merani
Narda y el verano de Salvador Elizondo (cuentos psicológicos y fantásticos)
Fenomenología del relajo de Jorge Portilla
Armas en la Conquista de América  (Encargado por la Escuela Militar)
Mi libro rojo (Un silabario para niños)  

También figuran biografías de Lenin, Trotsky y Stalin, publicadas por Oxford en Inglaterra.

Como se puede observar entre los libros mencionados hay una clara selección de escritos marxistas, temas de economía, psicología, lógica y sobre la coyuntura política (Vietnam y China) que generaba, para los censores del gobierno, un clima de sospecha de toda índole sobre libros que no tienen nada que ver con hechos subversivos. El paroxismo del régimen democrático, frente a la amenaza  del comunismo, llegó a sus límites cuando censuró libros como un silabario infantil por el simple título Mi libro rojo (al que de seguro consideraba una amenaza), así como un texto histórico descriptivo llamado Armas en la conquista de América, pedido hecho a los libreros por la Escuela Militar. Asimismo se prohibió revistas que no tenían nada que ver con el tema político o de la subversión. En un artículo que recoge Juan Mejía Baca llama la atención la siguiente confesión de Alfonso Delboy:

 “Un viejo y respetable periodista amigo mío,  me había contado que en el Correo, a pesar de sus protestas, secuestraban su suscripción de la revista norteamericana “Play Boy”. Me dijo: “¿Cree el gobierno, acaso, que a un viejo como yo “Play Boy” lo puede corromper?” (Citado por Mejía 1980: 54)

Lo último puede generar escarnio, pero no, el asunto de la confiscación y la prohibición de libros o revistas fue seria, una evidente censura. Censura que ha sido silenciada por quienes defienden al que consideran el paradigma de la democracia en el Perú.

Si al parecer puede ser antojadiza la observación de hechos que cuestionan la democracia realmente existente a partir de un gobierno como el de Belaúnde, y que muchos consideran aún al personaje y a su gobierno como democrático, basta plantearse dos interrogantes:  ¿Cómo puede ser democrático un régimen que mantenía y privilegiaba las relaciones serviles procedentes del poder de la hacienda y de los gamonales? ¿Cómo puede ser democrático un régimen cuyo poder no emana del pueblo sino de la hacienda, los gamonales y el imperialismo? En la observación que da el historiador Pablo Macera sobre el primer gobierno de Belaúnde uno puede encontrar algunas respuestas:  

Belaúnde y su clase media fracasaron. Creyeron que era suficiente emprender grandes obras públicas, sin advertir el alto costo económico del endeudamiento exterior y la inflación interna. Sin reparar, tampoco, en que los sectores populares exigían medidas mucho más radicales. Por otra parte no pudo ni quiso enfrentarse al poder internacional, simbolizado en la compañía petrolera International Petroleum Company, ni tampoco al poder interior, representado por los grandes terratenientes. Cuando cayó la madrugada del 3 de octubre de 1968, derrumbado sin gloria por un golpe militar encabezado por el general  Juan Velasco Alvarado, todos entendieron que con Belaúnde la clase media y el sistema demoliberal habían, tal vez, perdido su última oportunidad histórica. Belaúnde lo tuvo todo (pueblo, ejército, iglesia, préstamos, simpatía internacional) y todo lo desaprovechó” (Macera 1978: 255) [Las negritas son mías]

Efectivamente, Belaúnde lo tenía todo, pero no le importó, la democracia para él fue el gobierno de las haciendas, de los gamonales, de los grandes empresarios y la injerencia de los Estados Unidos en la economía de la nación. Su democracia consentía el servilismo para las clases populares y la impunidad para los de arriba; su democracia se sostenía mediante el control de lo que se debe leer y pensar en el Perú. "La conquista del Perú por los peruanos" (lema que encandiló a muchos) en el fondo era la conquista del Perú para unos pocos como él (apellidos, poder y status). Esa fue la democracia de tan peculiar demócrata.    

Pero se dirá que el segundo gobierno de Belaúnde (1980-1985) fue diferente, claro que fue diferente, más no democrático, el autoritarismo y el uso de la violencia legítima para reprimir fue su rasgo más acentuado. Desde luego que la democracia para muchos se entiende tal como Belaúnde la acuñó y ejerció, a saber,  a partir de la defensa de su institucionalidad: Una democracia de napalm, censura, bala y tortura. La defensa de esa democracia que acuñó Belaúnde no escatimó en violentar a las poblaciones sospechosas de ser subversivas (las clases populares); las masacres, torturas y desapariciones contra civiles (comunidades campesinas) durante su segundo gobierno evidencia claramente la idea de democracia que muchos tienen cuando defienden al patricio de la democracia peruana.

Pero los tiempos están cambiando, la estructura de clases del Perú pre-velasquista se ha modificado por la movilidad social y por otros factores, aunque es gradual hay cambios significativos, pero el tema de fondo sobre el poder y la forma de gobierno que se ha mantenido en los demás regimenes democráticos aún sigue siendo un claro legado de Belaúnde. Hay muchos factores para entender esa continuidad, tan sólo repárese en lo siguiente: Antes los de “abajo” tenían conciencia de clase y los de “arriba” la disimulaban muy bien (“La conquista del Perú por los peruanos”), ahora los de “abajo” han dejado a un lado el clasismo y los de “arriba” se han vuelto furibundamente clasistas (V.I.P). Y ¿los del medio? Así como ayer, hoy están con Belaúnde, con el legado democrático de Belaunde, con esa "democracia" que les permite ser tan "demócratas", tan igual como Belaúnde; con ese discurso "técnico" que pretende el "justo medio" que ni ellos mismos se lo creen, tan igual como Belaúnde. He ahí el síntoma de la democracia realmente existente en el Perú del siglo XXI.       

 

 

 

 

Juan Archi Orihuela
Miércoles, 17 de octubre de 2012.

 
Referencia Bibliográfica
 
MACERA, Pablo
1978    Visión histórica del Perú. Editorial Milla Batres, Lima.
 
MANRIQUE, Nelson
1995    Historia de la república. COFIDE, Lima. 
 
MEJIA BACA, Juan
1980    Quema de libros Perú 67. Editorial Juan Mejía Baca, Lima. 
 
VARESE, Stéfano
1974    “La conquista continua”, en: Las minorías étnicas y la comunidad nacional. Centro de Estudios de Participación Popular, Lima. 
 
P.S.

1. El talentoso artista Markus Ronjam ha elaborado una “quilca” sobre aquel atentado contra los mayorunas o matsés durante el gobierno "democrático" del “demócrata” Fernando Belaúnde Terry (Imagen tomada de su blog, pulse Aquí).  


El texto que se lee en la quilca es el siguiente:

 
1964:

Masacre del Perú por los peruanos

Bala y Napalm usó el democrático gobierno de Belaúnde contra 4 comunidades matsé porque “obstruían” la llegada de “civilización” y “progreso”.

Belaúnde: ¡Adelante!

La prensa mostró el bombardeo a hombres mujeres y niños como un acto heroico contra el salvajismo de los matsés…
…poco pudieron el arco y las flechas contra el plomo y el combustible…
…una operación brillante, como los rescates impecables de estos tiempos.

(Ashaninka Juaneco de Tsisontire): “¿Es que solamente la gente necesita de tierras? ¿Acaso los monos, los pájaros, las huanganas y los venados no necesitan también de la tierra para vivir?”

“Catequizar”, “civilizar”, “desarrollar”, “pacificar”… cultas y civilizadas excusas para no llamar genocidio al genocidio y despojo al despojo…

En cinco siglos o cincuenta años nada ha cambiado: el indígena es visto aún como un tumor a extirpar, un obstáculo para la depredación de la Amazonía (la “nueva maravilla mundial”)… mientras el señor genocida ahora es un ilustre y honorable “patricio de la democracia”.

 

Markus