Ensayos, artículos y una serie de escritos de reflexión y de opinión.
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viernes, 30 de diciembre de 2011

Parágrafos (I): Antropología y Ciencias Sociales

1. Apelar a la condición humanista de la antropología es caer en, lo que Wittgenstein consideraba, “el embrujo del lenguaje”. La etimología no dice nada acerca de lo que es la antropología. Por ello considerar que la antropología sea el estudio del hombre no es más que reproducir una cierta ideología (humanista-liberal), que se sustenta en el supuesto de una demarcación metafísica entre la antropología y las demás ciencias que también estudian al hombre. Es decir, estudiar al hombre indicaría dar cuenta acerca de aquello que hace posible que el hombre sea (la esencia del hombre) más allá de lo biológico y lo social (naturaleza y sociedad). Por ello la antropología es la negación del humanismo en sentido hegeliano.

2. En sentido estricto la antropología nunca estudió al hombre primitivo, sino a las sociedades primitivas cristalizadas en el presente como “no civilizadas” por el poder colonial. Actualmente el poder colonial se ha cristalizado en el Otro.

3. La otredad es la respuesta que dan muchos de los antropólogos culturalistas ante la pérdida del monopolio que tenían acerca de la cultura. A partir de la otredad el imperativo cognitivo del análisis emic se articula a cierta fenomenología que supone la posibilidad del conocimiento acerca del otro a través de la comprensión de aquello que lo hace diferente a uno: la cultura.

4. Marvin Harris es uno de los pocos antropólogos culturalistas que no reproduce el discurso de la otredad porque, entre otros detalles, considera que la cultura se encuentra asociada al proceso civilizatorio de alcance universal. Tal proceso se sostiene porque la especie humana genera condiciones de posibilidad en el que se produce aquello que se llama cultura. Es decir, su reproducción como especie no sólo se sujeta a la determinación biológica sino que su posibilidad de concreción social se sustenta en bases materiales como la ecología y la economía.

5. ¿Por qué la cultura es el sublime objeto de la antropología? Considero que tal respuesta refiere toda una serie de ideas vertidas al respecto de la noción de cultura y que es posible clasificar a partir de tres denominaciones, a saber, la cultura como un hecho fenoménico, la cultura como un hecho esencial y la cultura como una mediación discursiva. Para casi todos los evolucionistas la cultura ha sido y es evidentemente un hecho fenoménico, algo que se encuentra dado, fuera del sujeto, por ello la operatividad de la misma se da como un proceso sustentado en bases materiales. Por el contrario para los particularistas la cultura es algo que se hace y se piensa a partir del sujeto que contiene algo esencial: cultura. Oscilando entre ambos, para los culturalistas contemporáneos que ejercen cierta hegemonía (ya sean cognitivos, fenomenólogos, simbólicos-hermenéuticos o posmodernos) la cultura es al fin de cuentas una mediación discursiva que opera a través de los símbolos, en este caso el símbolo por antonomasia es el lenguaje.

6. El ejercicio intelectual de por sí es un valor ya reconocido desde la antigüedad, lo que sucede es que en el capitalismo, para evitar el uso tendenciosamente ideológico del término modernidad, la búsqueda del conocimiento se ha venido separando progresivamente de lo ético y lo estético, para ser operativo mediante la técnica a la producción de la mercancía. Es decir, el conocimiento se ha organizado de una forma determinada para fundamentar un orden social y para posibilitar su reproducción, como conocimiento científico. De ahí que al hombre de ciencia no se le puede endilgar apriorísticamente lo ético y lo estético, ya que el sustento de aquella triada del conocimiento, ética y estética se sustentaba en la verdad, la virtud y la belleza, respectivamente, por haber sido funcional sólo en el precapitalismo. Por eso no es de extrañar que el conocimiento científico no se fundamenta en la verdad en sentido estricto, aunque lógicamente debe ser correspondiente, sino en la operatividad de sus resultados. Tales resultados generalmente responden al interés del tipo de ciencia que uno ejerce, ya sea poniendo énfasis en su aspecto técnico, práctico o emancipatorio.

7. El paso de la ciencia a un discurso retórico de las humanidades se compagina con el llamado por Rorty “giro lingüístico”.

8. El discurso antropológico de la otredad se encuentra estrechamente vinculado al ejercicio político que animan los intelectuales del primer mundo. Muchos de aquellos intelectuales, sobretodo los que le dan el sustento teórico del caso, obviamente pertenecen, por su formación, a los centros hegemónicos de la antropología, como son los EE.UU, Francia e Inglaterra. Por eso resulta tentativo postular, lejos de lo anecdótico y sobre todo de algún maniqueísmo tendencioso, que la otredad expresa límpidamente el fundamento teórico y práctico en última instancia de los estudios culturales, de la geopolítica, los de género, el multiculturalismo y demás, en cuya abundante producción siempre figura o se alude al Otro; tales retóricas siempre identifican a un “otro” dominado por la cultura letrada, algún “otro” invisivilizado por la situación colonial, “otras” en posibilidades de empoderarse, o aquellos otros/otras en búsqueda de su identidad o su diferencia, respectivamente. Pero lejos de ser propuestas “novísimas” de investigación social (o nuevas “miradas”) tales enfoques son ejercicios apriorísticos que lindan con cierta metafísica del sujeto.

9. La cultura y la estructura no son de ninguna manera ejes temáticos, ni mucho menos se ajustan a ciertas orientaciones teóricas de carácter histórico (evolucionismo, funcionalismo, la historiografía y la ecología cultural) sino que son categorías ineludibles en toda estudio analítico que pretenda, mediante cierta metodología, algún conocimiento sobre los hechos del mundo socialmente construidos.

10. Las ciencias sociales, en consonancia con toda ciencia, estudian los fenómenos (sociales). Tales estudios, debido a la constitución histórica, analizan los fenómenos sociales de acuerdo a su determinación óntica. Para el marxismo (Marx) tales fenómenos son concreciones estructuradas dialécticamente, para el funcionalismo (Durkheim) son hechos sociales funcionales a un todo y para la sociología comprensiva (Weber) son las acciones con sentido mentado. Así es como la triada de lo concreto, el hecho y la acción, permiten diseñar, así como el “punto” que abstraía Pitágoras del mundo, la forma del mundo social a partir de su reproducción particular.

11. Si Bertrand Russell observó que “(…) el valor de la filosofía debe ser buscado en (…) su real incertidumbre”. Por contraposición, el valor de la antropología debe ser buscado en su irreal certeza, a saber, en la reproducción de ciertas relaciones sociales “fetichizadas”.

12. El mundo social es tan material como el mundo físico en la medida que la experiencia del sujeto trasforma la materialidad del mundo físico en la idealidad del mundo social, mediante su propia transformación como sujeto.





Juan Archi Orihuela
Viernes, 30 de diciembre de 2011.