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martes, 11 de enero de 2011

Una figura llamada J. M. Arguedas

Este 18 de enero se cumple 100 años del nacimiento del escritor José María Arguedas. Muchos se preparan para los festejos institucionales del caso, otros muestran su inquina porque este año no lleva su nombre (en alusión al centenario de su natalicio). Algunos (jóvenes entusiastas sobretodo) identifican impulsivamente la figura del escritor con la labor de un maestro o con la exageración del caso se intenta presentarlo como un Apu. Al margen de la justificación de tales pretensiones y reacciones, muchas veces el festejo a una figura histórica opaca la concreción de la vida del homenajeado ¿Qué hizo José María Arguedas para ser recordado?

Los hechos como el suicido impactan de una manera epidérmica, pero no es sólo el hecho de que Arguedas se haya suicidado lo mas significativo, sino el por qué inevitablemente se suicida. Todo final luctuoso y premeditado (y medianamente consentido) es el resultado de ciertos desajustes que paulatinamente ocurren en la vida de un sujeto. En el caso de Arguedas, la creación literaria fue un ejercicio de compensación a una vida sentida como fatalidad (una niñez atormentada y una ambigüedad social desequilibrada). Asimismo, en el interior de su narrativa es posible observar muchas imágenes tortuosas de vida por el recuerdo y por la premura de encontrar alguna respuesta a los problemas del mundo social contemporáneo

Desde luego, Arguedas fue un gran escritor (de eso no cabe duda). Lo significativo del por qué se le reconoce como un personaje que sobresale en las letras no tiene nada que ver con las letras en sentido estricto, sino más bien con tres tópicos que comparten un grueso de la población en el Perú. Los tópicos en cuestión son la recreación del drama del mestizo, la indigenización de la situación del campesino y la indefinición política.

1. La recreación del drama del mestizo. 
Para entender medianamente el drama del mestizo es significativo reparar en la vida de los mestizos que generó la colonia. La vida de los mestizos frecuentemente ha sido soslayada en la reproducción de la historia oficial, en su defecto, la figura del "Inca" Garcilaso de la Vega (bautizado como Gómez Suárez de Figueroa) ha sido la única figura valorada como una suerte de redención histórica. Empero, hay muchas historias que se encuentran ajenas a toda redención. Al respecto, en la película El bien esquivo (2001) de Augusto Tamayo el drama del mestizo es tan diáfano y contundente.

En El bien esquivo, el personaje Jerónimo de Ávila es un mestizo que regresa al Perú (en 1618) para reclamar lo que (asume) le pertenece: un lugar privilegiado en la estructura social de la colonia. Jerónimo es hijo de un español que participó en la conquista; su madre, Francisca Chaupistanta, es para él simplemente una “india”. Cuando llega Jerónimo al Perú, los mestizos en la colonia se encuentran protagonizando una rebelión en Oruro. Pero tal hecho no le interesa, ya que ante todo él se reconoce como español, y la razón de su regreso al Perú (salió del Perú a España cuando tenía 5 años junto a su padre) es reclamar la legitimidad de su condición de “hijo de alguien”, para así recuperar el privilegio que había perdido en España (Tras la muerte del padre sus medio-hermanos lo echaron y le negaron su heredad vituperándole de “mestizo”). En la época había tres maneras de obtener un estatus, ya sea mediante las armas, los hábitos o las letras. Jerónimo apela a las armas, orgulloso de servir al rey de España. Pero su condición de hijo ilegitimo y desheredado hace que se vuelva un arribista.

El arribismo de Jerónimo lo empuja a delinquir (saquea riquezas de las huacas indígenas en complicidad con uno de los extirpadores de idolatrías) y en su condición de prófugo de la justicia empieza a buscar una prueba que certifique que es hijo legitimo. Si prueba que es hijo legítimo de su padre, puede obtener parte de una herencia en España y, a su vez, evitaría ser llevado al fuero de indios y se libraría de la justicia. Para tal fin busca a su madre, ya que ella le puede dar una pista al respecto. A raíz del encuentro con su madre empieza su drama. La escena es muy significativa y dramática, Jerónimo encuentra a su madre agonizando en su lecho.

__ Churin (hijo) papá churin (hijo querido), Jeronimucha (Pequeño Jerónimo), huahuallay (mi hijito).
__ No hablo la lengua, no le entiendo, madre.
__ Has vuelto.
__ Me ha reconocido.
__ Tu mano, dame tu mano
(Jerónimo le da mano). Grande y fuerte te has hecho (su madre intenta tocar su rostro y él rehúsa tal muestra de afecto). Vergüenza de tu madre no tenías cuando te fuiste.
__ De eso hace mucho tiempo.
__ El señor no me ha dejado morir antes de que vuelva a verte. ¿Qué estarás necesitando?
__ Mi nombre, señora. Mi nombre.
__ Como podría darte un nombre. Si eres Jerónimo como tu padre. Pero si, tienes otro nombre que sólo tú y yo sabemos.
__ Necesito la prueba de que soy legítimo, madre. Ya que solo soy “nadie”.
__ Eres hermoso como tu padre.
__ Él ha muerto.
__ Lo sé. Sino hubiera venido a verme. Me quiso.
__ ¿Se casaron? ¿No es cierto?
__ Don Jerónimo me quiso mucho.
__ Es justo que su nombre y su heredad sean míos. Cuando el murió mis hermanos me arrojaron de su casa. Mi casa. Diciéndome bastardo. Ayúdame madre.
__ Esta tierra es tuya, pero ¿no te interesa?
__ Luche por España y ahora me niegan un solar.
__ En la cueva de los mallquis, allí donde te cortamos tu cabello cuando eras niño, en tu rutuchiku, en la pakarina, donde tú mismo te pusiste tu nombre, mirándote al espejo, bajo la piedra redonda.
__ Necesito una prueba madre.
__ Allí hay algo para ti.
__ Necesito la prueba de que soy quien soy, hijo de algo.
__ Como tu padre.
__ He matado a un hombre en duelo.
__ Habrás matado a muchos como tu padre. Él mato a mi padre, a mis hermanos. Me tomo a mí, a esta tierra.
__ En el fuero de indios estoy perdido. Ayúdame madre.
__ En Lima busca al notario Cajahuaringa, él fue testigo.
(…)
__ Reza sobre mi tumba, sólo eso te pido. Y busca en la pakarina. ¿Lo recordarás?


En tal escena el drama del mestizo no es sólo la búsqueda de un nombre (la legitimidad), sino también la actitud arribista de negar a la madre, ya que la madre le recuerda que es un mestizo. Cuando Jerónimo niega a su madre, niega lo que ella es y representa social y culturalmente en la colonia: Una india. Cuando su madre le recuerda su rutuchiku (rito de pasaje, que consistía en cortar los cabellos a los niños y en darle su primer nombre) a la pakarina (lugar de origen) lejos está de sentir algún afecto o cierta nostalgia. Por el contrario, siente desconcierto cuando luego de la muerte de la madre va a la pakarina (en este caso una cueva) y presencia a escondidas el ritual andino de las exequias (sacrificio de un cuy y embalsamamiento del cuerpo). Sumado a ello, al enterarse que su padre asesinó a los familiares de su madre no le apena, ni le desconcierta, ya que el Perú no le interesa. Aunque al final de la película, cuando se encuentra prófugo y perseguido por la justicia (y todo esta perdido), decide ir a Oruro a luchar junto a los que son como él: mestizos.

La situación del mestizo en la colonia es ambigua en la estructura social del poder. Tal hecho lo expresa de la manera mas honesta el “indio” hechicero Páucar, cuando Ignacio de Araujo (El reverendo padre) le pregunta por el tal Jerónimo, él responde: “Para los indios él es un español, pero para los españoles él es un indio”. Situación angustiante para los mestizos porque tienen que lidiar por un espacio para ubicarse socialmente en la estructura social de una sociedad colonial.

Con Arguedas ese drama encuentra cierta inversión. Aunque mas que un drama es la recreación literaria del drama del mestizo por alguien que no es un mestizo. Arguedas no es un mestizo en sentido colonial. Por su origen pertenece a los mistis (blancos que políticamente y económicamente fueron parte de la clase dominante en el Perú republicano hasta la Reforma Agraria), como muchos mistis de la sierra sur es un misti aserranado o andinizado, es decir, reproduce y adquiere patrones culturales de los pueblos andinos. No es el único desde luego, son muchos como él que hablan quechua y gustan de las costumbres campesinas. El detalle de este misti es que al perder a su madre (también misti), niño aún, se encuentra bajo el amparo obligado de la servidumbre campesina. Por ello, crece no en confrontación, ni desprecio o negación al campesino andino, sino por el contrario como su mas preclaro defensor y divulgador. Sin embargo, nunca dejó de ser misti. Se educa como los mistis, hasta convertirse en uno de los más grandes escritores del Perú), vive hasta su muerte como un misti, se casa con mujeres blancas y educadas, se dedica al trabajo intelectual y profesionalmente es reconocido: es visible.

2. La indigenización de la situación del campesino. 
La producción literaria de Arguedas es un intento por entender el problema del campesino, que para la época se nominaba como “el problema del indio”. Este intento por entender el problema del campesino como una suerte de “testimonio de parte” generó la indigenización del problema. Es decir, a pesar de la discrepancia que tuvo con los indigenistas acentuó la reproducción de la imagen del indio, no desde una óptica paternalista (actualmente presente en las pretendidas "reflexiones" sobre la otredad), ni mucho menos catastrofista (presente en quienes acentúan la violencia y la fatalidad), sino eminentemente culturalista.

La cultura es para Arguedas un ethos que posibilita la reproducción de las instituciones humanas. En el área andina hay instituciones que provienen de la época colonial y algunas se remontan a la época precolombina. Para el culturalista Arguedas (que también fue un antropólogo) lo que posibilita esa reproducción cultural es el ethos andino porque asume que es una fuerza que se ha mantenido a raíz de la imposición colonial. Figurativamente considera que la cultura andina ha sido cercada durante la colonia y parte de la república. Esta observación empírica a través de la reproducción de las tradiciones en el área andina ha dado pie para sostener un dualismo muy frecuente en algunos discursos políticos (tanto liberales, así como pretendidamente de izquierda), a saber, la oposición entre una cultura andina y una cultura occidental.

Tal dualismo, ha permitido que la indigenización del problema del campesino (que hasta la Reforma Agraria se planteaba como el problema de la tierra y por ende era económico) se enfoque de manera estética, mediante la insistente representación musical y festiva. Más aún la construcción de una imagen acerca del indio a partir de Arguedas se ha venido sustentando en la ahistoricidad y el desclasamiento del campesino en el interior de la estructura social del poder.

3. La indefinición política.
Sabido es que Arguedas nunca militó en un partido político o por lo menos nunca manejó una posición política medianamente consistente. Aunque sus ideas (o motivaciones) políticas pueden ubicarse en el interior de un horizonte amplio de la izquierda, siempre fue políticamente ambiguo al respecto. Esa ambigüedad encuentra cierto amparo en los dos tópicos anteriormente mencionados. Además, la razón de tal indefinición política se encuentra en aquella producción literaria (novela escrita de manera testimonial) llamada El Sexto. Su paso por la prisión le permitió entender que las desavenencias políticas en el interior de la izquierda polarizaban cuestiones partidarias en desmedro de la comprensión del problema campesino (que para Arguedas, como ya se mencionó, fue su indigenización). Más aún, el socialismo (ideología política que aseveró haber conocido a través de Mariategui y Lenin) que asumió Arguedas fue un socialismo utópico que lindaba con cierto irracionalismo panteísta. Tal pretensión se sostiene en la esencialización de lo indígena (como un ser bueno y auténtico).

Todas la sangres, más allá de las frases monocordes y oficiosas que han intentado reducir una voluminosa novela a un simple slogan, es la culminación de toda una búsqueda de sentido a la vida que caracterizó a este escritor tan celebrado. Esa búsqueda ha sido posible a través del recuerdo y la ficción, la experiencia de vida juega un papel importante (los tres tópicos aludidos constituyen la materia de esa búsqueda). Por ello la construcción de un sujeto social que encare la violencia que produce un país trágicamente constituido y figurativamente reconocido como “todas las sangres”, no es indio, ni mucho menos un misti, ni si quiera un mestizo colonial, sino un personaje de ficción, a saber, el mestizo indigenizado e indefinido políticamente llamado Rendón Willka.

A pesar de que ignara e ingenuamente se presenta para el festejo (y para generar cierto optimismo) la frase “todas las sangres”, la intención del escritor apuntó a la supuración de una tragedia, a saber, una violencia de centurias, que medianamente anuncia un cambio indescriptible y a futuro (animado por fuerzas sobrenaturales), bajo el dualismo de la tradición y la modernidad. Esta construcción literaria tuvo una gran significación existencial para el escritor. Un hecho significativo al respecto es la crítica sociológica a tal novela (en 1965) que empujó a Arguedas (afectándolo emocionalmente, tanto que pudo acelerar su suicidio) a cambiar de enfoque: el proceso de urbanización y migración (Figurado inconclusamente en el El zorro de arriba y el zorro de abajo). Enfoque que, además, estaba cargado de una violenta polifonía y carente de una brújula política que aceleró más aún su inevitable suicidio.

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Como no podría ser de otra manera, la celebración de la figura de Arguedas se inicia con su suicidio (la escenificación festiva de su entierro en parte acentúa uno de los tópicos anteriormente aludidos). Después de 1969 paulatinamente se irá acentuando tal o cual tópico mencionado a lo largo de los años posteriores a su muerte. Actualmente muchos de los simpatizantes de Arguedas encuentran en su vida (y también muchos de sus lectores) aquel embeleso resolutivo al drama del mestizo, o son tentados a indigenizar, ya no sólo al campesino, sino a una parte del mundo al que suponen que no ha sido afectado por la llamada “cultura occidental”; o, en su defecto, muchos sólo simpatizan con Arguedas (sobretodo jóvenes) porque se encuentran en una ambigüedad política, situación que permite justificar toda disconformidad a través de una romántica respuesta culturalista (conservadoramente expuesta por el arte pop o autodenominado como arte contracultural), congruente a estos tiempos posmodernos (de lo políticamente correcto); o simplemente buscan la ensoñación de una "historia de caballería" que anime a luchar con “molinos de viento”.



Juan Archi Orihuela
Lima, martes 11 de enero de 2011.