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domingo, 31 de mayo de 2015

Bajo las banderas de la utopía andina

“(...) la biografía de la utopía andina no está al margen de la lucha de clases.”
“(…) la biografía de la utopía andina ha estado frecuentemente asociada a la historia campesina en el Perú”
(Alberto Flores Galindo. Buscando un Inca)


En 1990 murió Alberto Flores Galindo, uno de los más brillantes intelectuales marxistas que tuvo el Perú. La leyenda y consigna que acompañó su despedida fue: “Bajo las banderas de la utopía andina”. La Utopía Andina fue en su momento la forma ideológica de replantear el debate político e intelectual en el interior de la izquierda peruana, a saber, entre Democracia y Socialismo.     

Históricamente, el debate intelectual y político entre Democracia y Socialismo generó aquella diferencia figurativa de dos grupos de intelectuales de izquierda, a saber, entre Zorros y Libios. Los Zorros, fueron vistos y valorados como moderados por su apuesta por la democracia, apuesta pública que fue expuesta en su revista de referencia arguediana El Zorro de Abajo (de ahí el apelativo); mientras que los Libios fueron vistos como los radicales por su apuesta insistente por el socialismo. Alberto Flores Galindo fue parte de este último grupo.

En sentido estricto los Libios criticaron la derechización gradual que mostraban y justificaban los Zorros. Asimismo, en el plano ideológico y práctico, hubo un tema sobre el que la polémica entre ambos grupos llamó mucho la atención, a saber, la insurgencia armada. Precisamente ese tema es el que en su momento generó dos grandes polémicas: una, entre Nelson Manrique y Sinesio López; y, la otra, entre Alberto Flores Galindo y Carlos Iván Degregori. Por una serie de razones la segunda ha despertado una mayor curiosidad e importancia porque lo que se discutía puso fin a aquella discusión y a la división de los intelectuales entre Libios y Zorros (los Libios terminaron convertidos en Zorros, a excepción de Alberto Flores Galindo; y los Zorros se derechizaron siguiendo el derrotero por el que habían apostado); y sobretodo, se canceló toda polémica en el interior de la izquierda intelectual. Tal vez esa sea una de las razones por las que la izquierda en el Perú se encuentra alejada de toda polémica en su interior. 

Del debate que animó la izquierda intelectual entre Democracia y Socialismo, se pasó al debate entre Democracia y Utopía Andina, situación que para Carlos Iván Degregori (quien participó de ese debate) fue una manera de empobrecer el debate. Lo curioso de tal empobrecimiento es que ahora resulta siendo inexistente cualquier debate en el interior de la izquierda porque si sólo se levanta la bandera de la Democracia, no hay nada que se le oponga, a menos que se piense que se puede abrir un debate entre Democracia y Democracia, como sucede actualmente cuando se adjetiva a la democracia (sea el rótulo que lleve) para convencerse de que hay un cambio posible.

Es conocida y acusada la crisis de la izquierda peruana, ya sea a nivel de organización política o a partir de su producción intelectual. Los intelectuales orgánicos que tenía la izquierda no sólo dejaron de ser orgánicos o envejecieron abrazando una moral derrotista y escéptica (y en algunos casos, cínica), sino que no hubo el recambio generacional necesario porque se canceló todo debate interno que lo anime. Y esa cancelación del debate al interior de la izquierda tiene que ver con lo que pasó en el debate entre Democracia y Utopía Andina.    

La Utopía Andina en su momento fue animada por Alberto Flores Galindo y Manuel Burga, ambos historiadores e intelectuales de izquierda. Empero fue Alberto Flores Galindo quien sostuvo atrevidamente una interpretación polémica sobre la historia de las luchas de liberación en función de la Utopía Andina. Ideológicamente, la Utopía Andina es una manera de entender las raíces históricas desde donde puede brotar el socialismo en el Perú. Mediante la Utopía Andina, el socialismo no resulta siendo algo ajeno al Perú, culturalmente hablando, sino cercano, ya sea en sueños, alegorías o mediante pesadillas.

La apuesta por el socialismo en el Perú no sólo pasaba por asentar una organización política que pudiera llevarla a cabo sino también por encontrar raíces culturales en donde se asiente como condición de posibilidad. Esta vertiente en la reflexión marxista en el Perú ya venía siendo planteada desde José Carlos Mariátegui, el detalle es que no floreció en su momento, ni fue retomada sino hasta Alberto Flores Galindo.

Cuando Alberto Flores Galindo publica Buscando un Inca (1986), libro en el que se encuentra expuesta la Utopía Andina, se le acusó de muchas cosas, entre otras de mesiánico y de pasadista. Lo cierto es que la Utopía Andina desde un punto de vista general es el horizonte cultural por el que transcurre la historia política en el Perú desde abajo, socialmente hablando, en función de las relaciones de dominación; y, analíticamente, expresa la estructuración ideológica de las tensiones en la historia de la lucha de clases en el campo, a saber, las luchas campesinas. El derrotero que describe Flores Galindo sobre las luchas campesinas, en función de la Utopía Andina, fue cuestionado en su momento como parte de una serie de incongruencias que cometió debido a su orientación culturalista y dualista sobre lo andino, tan presente aún en algunos intelectuales que se reclaman o no de izquierda.  

Las críticas sobre lo último vinieron, como no podía ser de otra manera, del sector de los Zorros, a saber, del antropólogo Carlos Iván Degregori. En el ensayo Del mito mariateguista a la utopía andina (1989), Degregori replica una serie de conclusiones sobre lo andino y sobretodo el quid del asunto, la exégesis sobre el derrotero histórico de la insurgencia armada, como parte de la Utopía Andina.  Por eso la crítica a la Utopía Andina se focaliza a la segunda mitad del siglo XX, porque hasta ese periodo histórico todo va bien, los problemas surgen después. La revolución como una inversión del mundo, la focalización de los casos que dan pie a las demás secuencias históricas, la sustitución y la reducción de datos empíricos por la conjetura y la imaginación, la relación entre el economicismo y el voluntarismo, la polarización entre la tradición y la modernidad y demás, son una serie de observaciones que no han tenido replica aún por parte de los Libios. 

Como la insurgencia acabó, muchas ideas que se expusieron en aquel debate dejaron de tener sentido o simplemente ya no llaman la atención. Una respuesta a Degregori la pudo dar Flores, no se dio por la historia ya conocida, Degregori no publicó su crítica porque Flores convalecía de una mortal enfermedad. Hace algunos años falleció Degregori y el texto de esa polémica se ha hecho público. ¿Qué se puede recoger de ese debate?

Recoger ese debate tiene implicancias. No sólo porque se evaluaría la historia del movimiento popular que aún sigue dando la pelea (como en Cajamarca y Tía María, por ejemplo), sino también sobre el rumbo que está tomando. Asimismo, permitiría romper el silencio de oponer a la democracia, la misma democracia, a saber, “cambiar algo para que nada cambie”.

Algo que pasa desapercibido en las reflexiones intelectuales de izquierda es la visión de clase de los mismos intelectuales de izquierda, hecho que uno puede encontrar en muchos de ellos, ya sea en Alberto Flores Galindo o en Degregori. Esto tiene importancia para dejar de lado las  mistificaciones (como la cholificación, lo indígena y demás) y las reflexiones (enfocados por la otredad de “un nosotros diverso”) que elaboran los intelectuales cuando pergeñan algunas ideas sobre lo andino y lo popular. Evidentemente tal observación apunta a un serio cuestionamiento sobre la reproducción ideológica de la izquierda, que actualmente se ve fuertemente influenciada por la ideología liberal en todos sus matices.

La  Utopía Andina básicamente es un acercamiento a lo popular, en función de su historia, su reproducción cultural y sus luchas. Las banderas de la Utopía Andina se encuentran lejos de todo socialismo utópico o mágico, son banderas concretas. En el campo y en la ciudad hay banderas que ya han sido levantadas y merecen una discusión al interior de la izquierda. Al parecer abrir ese debate implica necesariamente levantar las banderas de la Utopía Andina.



Juan Archi Orihuela
Lima, 31 de mayo del 2015.