Ensayos, artículos y una serie de escritos de reflexión y de opinión.
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lunes, 12 de mayo de 2014

Imágenes y discursos políticos


I

En la política es frecuente encontrar una serie de imágenes y discursos que se elaboran para legitimar ciertas ideas sobre el poder. Muchas de las ideas sobre el poder se encuentran estrechamente vinculadas a la práctica de quienes ejercen el poder de manera institucional. Sin embargo, en la medida que se generaban cambios en la organización política y social, muchas de las ideas sobre el poder han ido variando históricamente. En las sociedades pre-capitalistas, básicamente las ideas sobre el poder oscilaban entre la naturalización del orden que generaba el poder (el orden natural) y la personificación del poder en el gobernante (asociado generalmente a lo divino o lo sagrado); en la sociedad capitalista, por el contrario, ideológicamente el poder tiende a ser concebido más como un hecho convencional (la idea del Contrato Social apuntó a ello) y enfrentado al individuo (el individuo frente al Estado es parte del discurso que acentúa la noción ideológica de la libertad). Empero, históricamente la concreción del poder se focaliza en una gran entidad relacional, no personalizada, a saber, el Estado (El Estado moderno burocratizado). Asimismo, empíricamente el ejercicio del poder que se reproduce a través del Estado tiene una constante, a saber, su escenificación. 

La escenificación del poder ocurre en todas las sociedades humanas y se realiza de manera institucional. Tal escenificación comprende una serie de momentos y de sujetos que la hacen posible. Entre los momentos de la escenificación del poder se encuentra el ordenamiento de la ceremonia, la producción de imágenes, la resignificación de símbolos y la reproducción de un discurso. La ceremonia es la actividad pública principal en el que se escenifica el poder, el desarrollo de la misma está dirigida por quienes cumplen funciones alrededor de la institución que la oficia; la ceremonia puede durar uno o más días, lo importante de ella es que no sólo focaliza y anima las expectativas del grupo, sino que posibilita su reconocimiento público para la legitimación del poder mediante la acción. La producción de imágenes forma parte de la escena, principalmente consiste en evocar e identificar imágenes en la representación de la escena con quienes la espectan. La resignificación de símbolos permite dar el sentido a lo escenificado. Mientras que la reproducción del discurso apunta a la legitimación del poder escenificado mediante la palabra.    

En la estructura del Estado los sujetos que participan de la escenificación del poder generalmente son los sujetos políticos que la ofician, así por quienes la espectan, a saber, gobernantes y gobernados. Tales sujetos son quienes animan las conmemoraciones y las manifestaciones, fenómenos que cumplen una función asociado al discurso, a saber, la legitimación del poder. Las conmemoraciones agrupan y focalizan la atención de gran parte del grupo; en las sociedades antiguas o premodernas, el cambio de mando o la asunción de un nuevo jefe, que simbólicamente se escenificaba por el cambio de la envestidura del gobernante, eran eventos sagrados; en las sociedades modernas los aniversarios de la patria o el día nacional son eventos que concitan la expectativa y la afirmación identitaria de un pasado en común. Es decir, mediante las conmemoraciones, la historia, entendida como aquel pasado que permite una identificación entre los miembros expectantes de la escena, es vivida y actualizada para dar sentido al grupo. Por su parte las manifestaciones frecuentemente se han caracterizado por un gran despliegue humano de voluntades organizadas para la escena, asimismo la objetivación de la acción y la potencia constituyen el poder escenificado; de acuerdo al tipo de organización estatal (ya sea una república, monarquía o imperio) la movilización del poder en escena cobra determinadas dimensiones de fastuosidad.

En función de la escenificación del poder, en el mundo moderno los políticos son quienes no sólo animan la escenificación de la misma, sino que se caracterizan por reproducir una serie de imágenes y discursos para legitimar sus acciones en el espacio público. Esa búsqueda de legitimación permite al político convertirse en  interlocutor válido para la acción política. El espacio de la política se caracteriza por tensiones y frecuentes enfrentamientos entre los sujetos que luchan por el poder, ya que se disputan su posicionamiento para ejercer el control del Estado. En esa lucha por posicionarse sobre el espacio político, el político se recrea y forma una imagen que se encuentra muy vinculada a sus pretensiones y a la función que cumple, a saber, el liderazgo político y la representación política. Tomando en consideración el papel que cumple la reproducción de toda ideología, tal pretensión y función será asimilada, por quienes participan del espacio público, como parte de la expectativa que generan los deseos y los temores. Asimismo tales percepciones ejercerán cierta influencia en el político para que reelabore, reafirme o acentúe nuevamente su imagen. La decodificación de aquella imagen que se recrea alrededor del liderazgo político forma parte de la constitución de la ideología por otros medios.

 
II

El liderazgo político es una de las funciones más preciadas a las que aspira todo político. El reconocimiento del liderazgo que puede ejercer todo político no sólo atrae la admiración y el respeto de sus seguidores, sino que también acarrea una serie de simpatizantes, así como de detractores u opositores, eventuales o constantes. El liderazgo político se alcanza como parte de un proceso de formación del político o surgen de acuerdo a las coyunturas que se dan en el espacio político. Las cualidades del político para ejercer el liderazgo se compaginan con los fines o los propósitos que buscan tales o cuales organizaciones políticas. No todos los políticos pueden o llegan a ser líderes de su organización, la gran mayoría participa como miembros activos, siendo animadores o divulgadores del ideario de su organización, así como de la imagen que se recrea alrededor del liderazgo.

Empero, la representación política si es una condición generalizada de la actividad del político, es decir, todos representan a alguna organización fuera de ella. En parte la representación política es lo que anima la lucha en el espacio político, a saber, cada grupo lucha por ser el más representativo (posicionamiento político). Mientras que los liderazgos se circunscriben al grupo de simpatizantes, la representación política pretende alcanzar mayores dimensiones de aceptación y de arraigo en el espacio público. Por eso hay políticos que son representativos a nivel local, regional y nacional. En realidad el liderazgo y la representación se encuentran muy vinculados, a tal punto que forman parte de las percepciones que muchos se hacen de los políticos. Entre las imágenes que frecuentemente identifican a los políticos en el mundo moderno se encuentran: la imagen del político radical, la del político moderado y la del político conservador.

La imagen del político radical es la imagen asociada al cuestionamiento del orden, ya sea mediante la ruptura de la legalidad o mediante el cambio radical contra el orden. Entre los rasgos que hacen posible la construcción de aquella imagen radical se encuentran, la valoración que se tiene sobre el discurso “anti” y “la práctica populista”. Los discursos “anti”, es decir, “el estar en contra de”, han sido orientaciones muy frecuentes de muchos grupos opositores al orden, las imágenes que se han recreado durante el siglo XIX y a lo largo del siglo XX se encontraban asociadas a los grupos de izquierda que estaban estrechamente vinculados a los movimientos de masas y a los insurgentes (mediante la lucha armada), grupos que pretendían cambiar violentamente el orden. Durante el presente siglo, tras el proceso de la imposición del neoliberalismo (la globalización), aquella imagen del político radical ideológicamente se identifica y nomina como el “antisistema”. Por eso decirle “antisistema” a un político, hecho muy recurrente en el espacio político, cumple una intención clara, a saber, su descalificación mediante la identificación con tal imagen. Asimismo, la “práctica populista”, al ser identificada con aquella pretensión de resolver las necesidades inmediatas de las mayorías, genera cierta  alarma porque azuza temores que ven amenazada la institucionalidad del orden; la alarma por la práctica populista, a su vez, tiende a reducir la imagen del político radical con el autoritarismo. Tal situación permite entender por qué la decodificación que frecuentemente se hace de la imagen del político radical, animada exageradamente por sus opositores, tiende a inclinar y acentuar la censura como un mecanismo para capitalizar su rechazo.  

La imagen del político moderado se encuentra asociada a la concertación y a las reformas que no trastoquen la institucionalidad del orden. Generalmente esta imagen es valorada como positiva. Si en el campo político impera la polarización, la imagen del político moderado pretenderá representar la mesura y la alternativa frente a la polarización. En una campaña electoral es frecuente que los votos de los indecisos se inclinen por la imagen del político moderado. Más aún la imagen del político moderado frecuentemente se fortalece cuando se enfatiza el respeto por la institucionalidad que sostiene al orden. Por ello la decodificación de esta imagen tiende a ubicar a los políticos en el centro. En las disputas que se establecen sobre el poder, la imagen del político moderado tiende a ser identificado  con el buen funcionamiento del orden, es decir, es la imagen que pretende sólo hacer “ajustes” necesarios a la política actual para que todo funcione sin inconvenientes, ni sobresaltos.

La imagen del político conservador es la imagen que se encuentra asociada a la continuidad y la preservación del orden. Esta imagen identifica al político con lo tradicional y lo moralmente aceptado. En muchos países en que la religión aún juega un papel muy importante en la imagen pública, como por ejemplo el credo católico que es hegemónico en el Perú, la imagen del político conservador se identifica acentuadamente con la moral religiosa. Al respecto tales políticos siempre se arrogan la defensa de la moral y de las buenas costumbres, y sobretodo enfatizan su condición de ser creyentes y respetuoso de la fe. Es frecuente ver en la imagen del político conservador una clara  defensa del orden (la propiedad privada) como la cuestión principal de su agenda.

A la par de las imágenes que identifica a los políticos en el espacio público, también el discurso se encuentra estrechamente vinculado. En principio los discursos políticos no son más que la expresión de la tensión que acaece en el espacio político y cumplen una función identitaria, en la medida que permite su identificación; y comunicativa e instrumental, porque permite influenciar sobre los demás. La elaboración de los mismos, refuerza las anteriores imágenes que los identifica. Entre los discursos que frecuentemente elaboran los políticos se encuentran los discursos radicales, los discursos moderados y los discursos conservadores.

 

III

Los discursos radicales principalmente apuntan al cuestionamiento del orden y a su transformación como una necesidad urgente. El público principal a quien va dirigido tal discurso está comprendido por las grandes mayorías descontentas con el orden. El discurso radical da esperanzas a quienes ya han perdido toda esperanza. Lo que anima a este discurso es la posibilidad de la transformación de la sociedad en su conjunto. En el discurso radical todo es cuestionado, mordaz e irónicamente. En función de la historia de un determinado país, el discurso radical pretende ser la voz de quienes no han tenido voz en la historia de ese país. Frecuentemente este discurso apela insistentemente a cuestionar frontalmente el continuismo y la disfuncionalidad del orden, valorado como un orden injusto. El discurso radical tiende a polarizar el espacio político en la medida que genera cierta resistencia entre sus opositores, quienes no pierden la oportunidad de señalar que tal discurso es una amenaza al orden. Es frecuente que los discursos radicales adquieren una mayor resonancia cuando el sistema político se encuentra con problemas de representatividad.

Asimismo el discurso radical que algunos políticos reproducen, muchas veces se enciende debido a que responde a un real descontento de cierto sector del electorado y de la población en general. Por eso los discursos radicales casi siempre son discursos de oposición, con el detalle de que esa oposición se inclina preferentemente por cambiar el orden. En parte los discursos radicales en la política no son más aquellas propuestas postergadas o aquellas promesas incumplidas que otros políticos han dejado de lado cuando han asumido cargos gubernamentales. La acumulación de las promesas incumplidas es el caldo de cultivo de los discursos radicales a partir de una disyuntiva bien marcada: todo o nada.  

Los discursos moderados que frecuentemente se escuchan se caracterizan por hacer hincapié en las reformas necesarias para mantener el orden. La defensa de la institucionalidad política es uno de los rasgos que caracteriza a los discursos moderados; para tal efecto,  es frecuente en estos discursos la apelación a la necesidad de concertar con las fuerzas de oposición. El enfoque que anima estos discursos se orienta al consenso y a la formalidad representativa. El consenso en estos discursos se vuelve casi en un imperativo para estar en el centro. El centro, políticamente hablando, para este discurso es el ideal de la política. “La política como centro” se convierte en un ideal para este discurso que no sólo expresa la moderación de una fuerza política, sino también la expectativa de quienes quieren cambios a partir de reformas que no alteren el orden. Por eso los discursos moderados expresan, insistentemente, evitar todo tipo de polarización en el espacio público.

Asimismo estos discursos encuentran una mayor recepción y empatía en la clase media; no obstante, también cuentan con la aceptación de aquellos que se encuentran indiferenciados y procedentes de distintas clases sociales. En tiempos electorales, estos discursos tienden a captar la atención de los indecisos y de aquellos que “quieren vivir sin problemas”. Es decir, alejados de la problemática que implica la política. Entre las ideas que comprenden estos discursos se encuentran la tolerancia, el diálogo y la concertación (significantes que forman parte de una orientación ideológica para mantener el orden).

Los discursos conservadores que algunos políticos reproducen se caracterizan por defender el orden apelando insistentemente a los valores y a la tradición. El orden para los discursos conservadores no sólo se refiere al orden de la ley, sino también al orden moral. El orden moral para estos discursos se sustenta en las instituciones familiares y religiosas. En el discurso conservador, la familia es el referente y la fuente de apelación para legitimar y defender los asuntos públicos. Por la orientación que toma, este discurso es la expresión del continuismo del orden. El público al que va dirigido este discurso generalmente es aquel público que está satisfecho con el orden. En este discurso, los cambios si no apuntan exclusivamente a reformas mínimas que permitan la funcionalidad del orden, son vistos como hechos subversivos. La defensa del orden que se encuentra en estos discursos representa la defensa de la sociedad  e incluso, para los ideales conservadores más exacerbados, sería la defensa de la humanidad civilizada. Al respecto, durante el siglo XX, frente a la amenaza del comunismo, los discursos conservadores se arrogaban la defensa de “la civilización cristiana y occidental”; durante el siglo XXI, frente a la amenaza del “terrorismo internacional”, los discursos conservadores hablan de un supuesto “eje del mal”.

Tales discursos, así como las imágenes que las acompañan, forman parte de la constitución y la reproducción de la ideología. Históricamente la reproducción de la ideología política se ha objetivado a través de una serie de formas: la retórica, las declaraciones, la columna periodística, el debate, los mensajes y los manifiestos. 

La retórica de los políticos se caracteriza por persuadir a un gran público a partir de frases y discursos plagados de invectivas, lugares comunes y máximas generales sobre el orden moral. La intencionalidad persuasiva de la retórica de los políticos se hace patente en la entonación de la voz, que oscila entre la consternación y la exageración; y en la gesticulación corporal, que oscila entre una actitud ceremonial y hasta desafiante. La voz consternada de los políticos es muy recurrente cuando quieren comunicar algún compromiso frente a sus oyentes; asimismo, insisten en ello para trasmitir la responsabilidad a todos sus oyentes para que se unan y participen de su organización.

La exageración reiterativa que caracteriza a la retórica política es la forma que se emplea para llamar la atención sobre el escenario que recrean. Por contraposición, también en la retórica política los políticos  minimizan aquellos hechos que le sean perjudiciales a sus fines. Por su parte, la actitud ceremonial que acompaña la retórica de los políticos es parte de la escenificación del poder que ejercen a partir de su imagen; la elocuencia o la seriedad con la que trasmiten sus mensajes serán dosificadas en función del escenario. Muchos de los políticos que se precian de ser “buenos políticos” manejan, al igual que los actores, el dominio escénico. Precisamente los discursos que anteriormente he anotado se decodifican a través del dominio escénico que hace el político. Sin embargo, muchas veces en función del dominio escénico, por ejemplo cuando los políticos participan de mítines proselitistas, el discurso tiende a ser desafiante. El manejar una retórica desafiante le permite al político mostrarse como un actor luchador y dispuesto a encarar la responsabilidad de lo que dice. Cuando las tensiones de la política se expresan en la campaña electoral o en los debates, el desafío retórico genera muy buenos réditos a la causa del político y a la organización que lo anima.

Las declaraciones de los políticos son aquellas declaraciones breves que los políticos frecuentemente dan a los medios de comunicación y se sujetan a la circunstancia y al momento de su enunciación. Muchas de las declaraciones de los políticos adquieren el impacto que alcanzan en el espacio político cuando la prensa insistentemente lo enfatiza de acuerdo a la coyuntura política. Muchas de las declaraciones afines, y que son dadas por distintos políticos, cuando son emitidas a través de los medios de comunicación pasan a formar parte de la opinión pública o, en muchos casos, a partir de ellas se va formando la opinión pública; y las declaraciones que resultan contrapuestas entre ellas, dadas por distintos políticos, generalmente son capitalizadas en el fragor de la disputa. También las declaraciones son utilizadas por los demás adversarios políticos para mellar su imagen cuando se contraponen a lo que anteriormente declaraban o pensaban.

Las columnas periodísticas que escriben los políticos generalmente son para opinar sobre un asunto público o polemizar sobre el mismo. En las columnas que escriben los políticos uno puede encontrar la orientación de su discurso, así como parte de su ideario que tácitamente o explícitamente se comunica. Aunque si bien actualmente no son muchos los políticos quienes escriben, los que pueden hacerlo se convierten con cierta frecuencia en los ideólogos, como sucedía en el siglo XIX y parte del siglo XX. Muchas de las columnas periodísticas que elaboran los políticos se publican, y si no pueden hacerlo a través de los grandes medios de comunicación lo hacen mediante su prensa alternativa, a saber, revistas, páginas electrónicas. Aunque actualmente la polémica escrita entre políticos no tiene la resonancia que tenía antes, los que polemizan no dejan de lidiar por el manejo del discurso y por representar una corriente de opinión en pugna con las demás.

El debate en que se enfrascan los políticos eventualmente surge debido a las declaraciones que anteriormente han dado a la prensa o suscrito mediante un artículo de opinión. Aunque el debate se circunscribe al intercambio y a la contraposición de opiniones, la finalidad no es sólo el esclarecimiento del tema, sino mostrar ante todo que el oponente no tiene recursos para sostener lo que sostiene. Por eso los debates son la punta de lanza que se enfila en medio de la tensión política; por un lado reluce el discurso que maneja cada sujeto político; y por otro, anima la disputa política. Los debates que forman parte del proceso electoral, son los debates más representativos de la escena política porque no sólo son los lideres políticos quienes debaten cara a cara en un escenario concertado, sino porque ahí se tocan los temas que han encendido la campaña electoral y movilizado o animado voluntades; asimismo, las expectativas y la atención que generan son altas y masivas porque tiende a inclinar el voto de los indecisos. También en tales debates los discursos que se exponen ayuda a ensalzar la imagen de los políticos que lidian.

Los mensajes que emiten los políticos son breves y se diferencian de acuerdo a los medios en que son emitidos. Los mensajes televisivos se caracterizan por su mayor difusión y porque en ellos el manejo escénico (imagen y discurso) se sujeta a la brevedad de la emisión. Los mensajes radiales se caracterizan por el énfasis que se pone al discurso, en el que la retórica es su rasgo más sobresaliente. Por el contrario, actualmente los mensajes vía twitter, que se ha convertido en uno de los medios más empleados por los políticos para emitir sus mensajes, se caracterizan por la interacción virtual. El twitter tiene la ventaja de interactuar con los seguidores de uno, esto genera que un mensaje político desencadene una serie de mensajes sobre el mismo. Por eso es frecuente ahora que los políticos vía twitter opinen constantemente sobre el acontecer local, nacional e internacional. El mensaje de opinión constante vía twitter ha logrado una importancia tal que los grandes medios de comunicación están siempre pendientes de ellos. 

Los manifiestos que elaboran y suscriben los políticos forman parte del discurso oficial que emite cada organización política. En los manifiestos se encuentran los puntos e ideas que organizan y orientan las pretensiones de los políticos. Asimismo los manifiestos son llamamientos públicos que tienen por objetivo aunar las voluntades de los que no sólo simpatizan con la organización política sino sobretodo que va dirigida a la ciudadanía en general. Los manifiestos son el gran discurso que da sentido a la organización política, en ella se encuentran no sólo los grandes lineamientos, sino una determinada concepción sobre la sociedad y la política. Históricamente, los líderes políticos en los manifiestos han dejado expuestas sus credenciales ideológicas.

Reparando en todo lo anteriormente mencionado, la reproducción de la ideología no se encuentra ensimismada en un grupo, como frecuentemente se piensa sobre tales o cuales ideologías espetadas como dogmáticas, sino todo lo contrario, a saber, forman parte de una disputa por el poder. Tal disputa es un fenómeno político que desde hace muchos años se ha convenido en llamar la lucha ideológica. Por eso el análisis de la lucha ideológica de una determinada sociedad, en función del orden, permite entender, y a mi juicio explicar,  muchos de los fenómenos políticos que acaecen en la reproducción de la vida social [1].   

 

 

 
Juan Archi Orihuela
Lima, lunes 12 de mayo del 2014.

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[1] Es frecuente leer o escuchar insistentemente sobre tales o cuales fenómenos políticos  como si fueran actos irracionales, premodernos, ahistóricos y demás calificaciones ideológicas negativas. Al respecto hay una diferencia manida entre violencia y política desde una orientación ideológica particular sobre la sociedad que se asienta en función del “deber ser” y la “democracia”. Lo cierto es que históricamente y culturalmente los fenómenos políticos distan mucho de aquella  pretensión aristotélica del “bien común”. Por el contrario, el estudio de los fenómenos políticos en su concreción, tanto material como ideal, nos permitiría explicar una serie de momentos cómo se encuentra organizada y estructurada la sociedad. Tal reconocimiento es lo que anima a la ciencia de la sociedad.