Ensayos, artículos y una serie de escritos de reflexión y de opinión.
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domingo, 10 de marzo de 2013

Hasta siempre comandante Chávez



 
                          “Los que mueren por la vida
                          no pueden llamarse muertos
                          y a partir de este momento
                          es prohibido llorarlos…
                          Que se callen los redobles
                          en todos los campanarios.  
                          (…)
                          Canta, canta, compañero
                          Canta, canta, compañero
                          los que mueren por la vida
                          no pueden llamarse muertos”
                          (Ali Primera. Los que mueren por la vida)   

 
Cuando la izquierda fenecía entumecida de socialdemocracia a fines del siglo XX e  ingresaba al nuevo siglo XXI arriando sus banderas rojas de lucha, a raíz del desmoronamiento del socialismo europeo, parecía que el discurso (neo)liberal y la imposición del libre mercado era inevitable (mediante el shock económico y político claro está), pero no, contra tal sino surgió en Venezuela un atrevido militar nacionalista, a saber, Hugo Rafael Chávez Frías.

La presencia histórica de Hugo Chávez no se sustenta sólo en el personalismo que ejerce el caudillo en la historia sino en una serie de luchas populares que se han venido prolongando desde hace décadas atrás, animadas todas ellas con gran tesón por las distintas organizaciones del pueblo en Venezuela. Históricamente uno de los hechos que posibilitó la presencia de Chávez en la política venezolana fue el funesto Caracazo de 1989. Tras el Caracazo la represión policial y militar contra el pueblo venezolano, que se opuso a la imposición del neoliberalismo en Venezuela, hizo que jóvenes militares cuestionen el uso de la violencia contra el pueblo que lucha por otros medios, también por la patria.   

Era el año 1999 cuando Hugo Chávez asume el poder mediante elecciones libres en Venezuela, luego de haber purgado prisión a raíz de su intento fallido por derrocar al régimen antipopular de Carlos Andrés Pérez en 1992. Llegó a la presidencia con un discurso nacionalista y reformista, discurso que ya hacía público desde 1994, año en el que  pasó desapercibido y frente a un público cubano, entre quienes se encontraba Fidel Castro, que lo escuchaba todo escéptico y extrañado [1].  Al parecer el discurso reformista y nacionalista de Chávez no llamó mucho la atención al continente latinoamericano del que luego sería su protagonista en el siglo XXI, ya que muchas de esas experiencias se dieron en el pasado (en el Perú el caso emblemático de tal nacionalismo fue aquel que fue dirigido por el Gral. Velasco entre 1968 y 1975, que al decir del propio Chávez fue, entre otros, su real inspiración) y que al final terminaron abortando el proyecto o muchas veces estuvieron sujetas o limitadas por el poder oligárquico que no permitía que las reformas se cumplieran. A pesar de ello, tal nacionalismo generó las esperanzas necesarias que el pueblo de Venezuela necesitó para cambiar la urgente cuestión del poder: Una Nueva Constitución que posibilitó la movilización y la participación del demos (del que emana la democracia) en la estructura del poder del Estado y la creación del poder popular que impulsó e impulsa los cambios que el pueblo demanda para hacer del régimen bolivariano un gobierno popular. Figurativamente hablando Chávez desenvainó la espada de Bolívar dispuesto a obtener la justicia, tantas veces postergada, para el pueblo.       
 
Hugo Chávez liderando la revolución bolivariana en Venezuela

Pero el nacionalismo de Chávez, al que burdamente los liberales, socialdemócratas y derechistas de toda laya han espetado infantilmente de fascismo, poco a poco, a medida que cambiaba la correlación de fuerzas en el interior del Estado y la lucha de clases se hacía explícita por la confrontación de intereses de clase (como fue el Golpe de Estado [2] que dio la burguesía venezolana al régimen bolivariano en el 2002), se fue trocando, tanto en el discurso así como en la práctica, en una clara política socialista. Los Consejos Comunales, las Comunas Socialistas, la Socialización de los Medios de Comunicación, la Soberanía Alimentaria y las Empresas Sociales o Comunales (que comprenden empresas agrarias así como empresas industriales), son una clara expresión de la socialización gradual de la sociedad en Venezuela [3] que aún lidia con la propiedad privada y con los intereses y el poder económico de la burguesía (la gran propiedad agraria, los medios privados de comunicación y el capital cultural que reposa en la educación privada).      

La construcción del socialismo en Venezuela es indudablemente el mayor mérito de Hugo Chávez. Aunque si se repara en la historia de la segunda mitad del siglo XX, uno puede muy bien reconocer que la hazaña política de Hugo Chávez superó a sus antecesores en el continente latinoamericano quienes intentaron después del triunfo de Fidel Castro en Cuba, ya sea mediante las elecciones que permite la democracia liberal (como Allende en Chile) o mediante la lucha armada (como los sandinistas en Nicaragua) hacer del socialismo una realidad. Si bien es cierto que el socialismo del siglo XXI, como llaman al socialismo en Venezuela, tiene mucho del nacionalismo republicano utópico que animó las luchas de independencia criolla en el siglo XIX y no del socialismo científico que animó las revoluciones del siglo XX, tal socialismo es al fin de cuentas un socialismo que reencontró su dimensión utópica. Los bolivarianos se hacen llamar, aparte de nacionalistas (los hijos de Bolívar), también marxistas, pero marxistas desde una matriz cultural propia y congruente a los países colonizados por el imperialismo europeo. Al respecto el Himno Socialista Unido enfatiza lo siguiente:

“Huracán rojo antiimperialista
explosión bolivariana en acción
Son obreros, campesinos, son marxistas
estudiantes con fervor
indios, negros, puño al sol” [4].

Lo último es lo que caracteriza a la gran marea roja que se moviliza por las calles de Venezuela, a saber, “son obreros, campesinos (…) estudiantes (…), indios, negros, puño al sol”. Y precisamente ese rasgo mayoritario en la composición de clase sumado al factor étnico, es lo que ha irritado no sólo a la derecha más recalcitrante y racista del continente, sino también a cierta izquierda latinoamericana de origen pequeño burgués que siempre soñó románticamente con un liderazgo más “intelectual” y procedente de la clase media (como ellos) y no con un liderazgo como el de  Hugo Chávez, procedente del seno del pueblo. Tal irritación llega al  paroxismo en el Perú entre sus opositores de toda laya, hecho que es posible de ser corroborado.   

Pero Hugo Chávez no sólo sorprendió a propios y extraños sino que también hizo cosas con palabras (políticamente hablando), a saber, la idea de lo nacional-popular de raíz gramsciana cobró sentido, así como la idea del “socialismo nacional” que reclamaban los Montoneros a través de las armas y la movilización popular en la Argentina de los años 70. Por eso y por otras razones Chávez se ha ganado su merecido lugar en la historia de los pueblos que luchan por su liberación nacional. Y específicamente desde el socialismo latinoamericano Chávez fue la síntesis hegeliana de lo que hizo Salvador Allende, ya que no sólo llegó a tomar el poder a través de la vía electoral, sino que se propuso cambiar la estructura del Estado burgués y sobretodo transformar uno de sus más valiosos aparatos en el que reposa el poder material de todo Estado, a saber, las Fuerzas Armadas. Por ello contra todo pronóstico Chávez superó un golpe de Estado auspiciado con la venia de los EEUU. 

Cultural y políticamente Hugo Chávez dio sentido al ya soslayado y necesario principio de esperanza que es capaz de movilizar al pueblo en su conjunto. Mediante un gobierno del pueblo para el pueblo, el emulo de Bolívar no sólo superó los odios y los miedos que también desató Simón Bolívar sobre sus opositores en su momento, también motejado de dictador en su época, sino que también generó otros grandes miedos, a saber, el miedo al pueblo en marcha, el miedo a la democracia participativa, el gran miedo al poder popular. Curiosamente en el Perú, hoy, así como ayer con Bolívar, se encuentran aquellos liberales y conservadores más furibundos que se oponen a todo lo que representa Hugo Chávez en el continente, es decir, el ideal bolivariano, ideal que pretende ser la síntesis de todas las luchas del pueblo en el continente latinoamericano. Por eso no es casual que Chávez en el 2008 haya declarado enfaticamente contra el imperialismo que "aquí (en Venezuela y en Latinoamérica) estamos los hijos de Bolívar, los hijos de Guaicaipuro, los hijos de Túpac Amaru y estamos dispuestos a ser libres". En función del presente que permite sopesar la concreción del actual modo de producción, definitivamente Chávez superó a Bolívar en todo.  

La muerte de Hugo Chávez lejos de ser un gran golpe para la revolución bolivariana se ha convertido en una gran esperanza de lucha en el seno del pueblo. Por eso no es casual que sus restos reposarán como los grandes revolucionarios, a saber, como Lenin, Mao y Ho Chi Min, embalsamados todos ellos no sólo en una cámara de vidrio sino también en el corazón de los pueblos del mundo.

 
Hasta siempre comandante Chávez…

 

 

 
Juan Archi Orihuela
Huancavelica, domingo 10 de marzo del 2013.

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[1] Véase el discurso de Chávez que dio en Cuba en 1994. Pulse Aquí
[2] Véase el documental “La revolución no será trasmitida”. Pulse Aquí
[3] Véase el documental “El socialismo en Venezuela”. Pulse Aquí 
[4] Ahí la canción Himno Socialista Unido. Pulse Aquí