Ensayos, artículos y una serie de escritos de reflexión y de opinión.
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martes, 27 de julio de 2010

Rosa Cuchillo y la violencia en el Perú.


 
 
 
En la película El amor en el río amarillo (1999) de Xiaoning Feng, la protagonista, una guerrillera china llamada Ángel por el “gringo” que cuenta la historia, lleva una granada de mano colgando de su cuello. La razón, anteriormente había sido violada por un grupo de soldados japoneses (en plena guerra). La granada es el último recurso, piensa ella, para que nadie más abuse y la tome por una mujer indefensa: “Si alguien intenta abusar nuevamente de mi __le decía al gringo__ no vivirá para contarlo”. Tal respuesta puede ser exagerada, pero responde fielmente a una situación de guerra.

Algo similar sucede en la novela Rosa Cuchillo (1997) de Oscar Colchado, la protagonista Rosa Wanka, una mujer campesina de los Andes del Perú, cuando era joven adquiere el apelativo de “Rosa Cuchillo”, porque al dormir lo hacía cerca a un cuchillo. Al igual que la guerrillera, la justificación era para que nadie intente abusar de ella, ya que joven aún, se sentía acosada por los varones de la puna. Esto indica, si cabe la generalización, apelar a la violencia para defenderse de la violencia, si no se quiere ser víctima de nuevo.


Una situación más compleja aún, acerca de la víctima, se escenifica en la película Flandes (2006) de Bruno Dumont. Un grupo de jóvenes soldados franceses, en pleno conflicto del medio oriente, abusan de una mujer musulmana que yacía sola en su casucha en pleno desierto. Luego de varios periplos y el transcurrir de los días, la columna de soldados franceses son emboscados por los guerrilleros musulmanes, los sobrevivientes son vueltos prisioneros. En el interior de la base guerrillera, los prisioneros amaniatados, esperan con gran desconcierto su suerte, que ya está echada. A lo lejos, se ve aparecer la figura de uno de los mandos de la guerrilla, portando su fusil y vestido de miliciano, al acercarse se quita el pañuelo que le cubría los cabellos y los soldados la reconocen, es la mujer a la que habían violado anteriormente. El castigo por tal afrenta, la castración de los culpables y la muerte lenta, ya que los soldados franceses mueren desangrados. Ella con toda la seriedad del caso, va señalando el turno de cada uno a quienes mira, ya no con ojos de víctima sino con esa mirada de haber recobrado su dignidad, porque ahora tiene la oportunidad de cobrárselas.

Desde luego, la situación de guerra es una situación límite en el que la moral y la conducta humana se encuentran en función de los objetivos políticos de la guerra. La guerra se objetiva a través de la violencia, pero ésta para operar en las víctimas tiene una peculiaridad, la de presentarse como violencia vivida. La violencia  vivida es aquella violencia que no se encuentra presente en el espacio material, sino en la materialidad de los cuerpos de las víctimas, que acosa sobre las victimas a través del recuerdo. En el caso de las guerrilleras, tanto la musulmana así como la china, el mantener la dignidad frente a la afrenta, pasa por la racionalización de los hechos de la guerra, más que dejarse llevar por ciertos impulsos thanáticos. Es decir, las mujeres guerrilleras no son las asesinas por antonomasia, que estarían reproduciendo impulsos tathanáticos que resultan incontenibles; sino más bien intentan combatir la presencia de la violencia (el recuerdo) a través del ejercicio de la violencia. El resultado, cierta estabilidad emocional para cumplir con sus objetivos en la guerra.

En Rosa Cuchillo, la presencia de la violencia vivida se reproduce a través del recuerdo de las víctimas. Rosa es una víctima, su hijo Liborio, miembro guerrillero del Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso, fue una de las tantas víctimas de la guerra. Rosa Cuchillo muere de dolor por la muerte del hijo. Hay un huayno ayacuchano llamado Mamacha de las Mercedes que permite medianamente entender tal situación: “Penas que arrastran mi alma, me están matando… al hijo de mis entrañas, me lo han matado”. Rosa Cuchillo al enterarse del deceso de su hijo, va en su búsqueda, sollozando remueve algunos restos humanos en el botadero de cadáveres __lugar en el que los militares arrojaban a sus víctimas para dinamitar sus cuerpos con la intención de que sean irreconocibles__ con la esperanza de encontrar algo de su cuerpo. Entre vísceras y restos óseos, no encuentra a su hijo y cae en el desquicio y muere de pena vagando por la puna. Una vez muerta, su alma empieza la travesía hacía el Janap Pacha (una suerte de lugar celestial en el que moran los dioses andinos) y la narrativa se hace cíclica. El recuerdo del alma de Rosa Cuchillo hilvana una sola historia, la violencia de la guerra. El recorrido del alma de Rosa articula todo el imaginario del llamado mundo andino, desde el perro tawa ñahui (cuatro ojos) que guía a toda alma, hasta la serie de personajes que reconoce, a saber, condenados, jarjachas, umas o waqwa (cabezas voladoras), las hutchkas, los nakaqs (degolladores), los ollkaiwas y demás. Y por otro lado, el desenvolvimiento de la guerra subversiva a través de su hijo Liborio, que escenifica una tragedia que desborda los personajes clásicos de la literatura acerca de la madre. Esto se refleja en el siguiente diálogo:

Abrazándote, lloró tu vieja aquella vez que llegaste, todo rotoso, hambriento, lleno de espinas, Terruco te has vuelto, hijo, diciendo. Secando sus lágrimas con tu pañuelo, le respondiste:
__Terruco no, mamita, guerrillero
__¿Por qué pues, hijo? ¿Por qué?
__Por buscar justicia para los pobres, mamita; por eso.
__Te mataran, hijo; me moriré yo también.
__Mas vale la muerte, mamita, que esta suerte miserable, ¿no te cansas de sufrir?”


En la novela La Madre (1907) de Máximo Gorki, cuando el hijo (un joven obrero) espeta a su madre, explicita ese sufrimiento al que alude Liborio. Gorki narra lo siguiente:

“__No llores! __dijo Pavel con voz cariñosa y queda, que a ella (su madre) le pareció una despedida.__ Reflexiona, ¿qué vida es la nuestra? Tienes cuarenta años, y dime: ¿has vivido en realidad? El padre te pegaba; yo ahora comprendo que en tu cuerpo descargaba su pesar, el pesar de su existencia: la pena le ahogaba, sin que el mismo supiera de donde procedía. Trabajó treinta años; empezó cuando la fábrica no ocupaba más que dos naves, y hoy tiene ya siete (…)
La madre prorrumpió con angustia:
__ No te enfades! ¿Cómo no voy a tener miedo? Me he pasado la vida entera temiendo… Tengo llena de temor el alma”.


Ese temor en el alma es lo que se representa en Rosa Cuchillo, el temor ante la violencia que se graba en el cuerpo por la fatalidad de la guerra. Está por demás decir, que las escenas son espantosas, los ajusticiamientos que hacían los subversivos en las comunidades campesinas y las tropelías que cometían los militares son por demás dantescas. Por eso el recorrido del alma de Rosa Cuchillo intenta olvidar, pero no puede. ¿No se puede?

Olvidarte ¡Nunca!” fue el slogan de un evento juvenil y rockero (el Agustirock), allá por los años noventa, que se realizó contra una Ley de Amnistía, que el ex-presidente Fujimori intentaba efectuar para librar a los militares implicados en los sucesos de la guerra. Hay muchos que no necesitan esos sloganes, porque tal imperativo se refleja en Rosa Cuchillo y en todas aquellas mujeres que se resisten a olvidar (a sus maridos, a sus padres, hermanos e hijos) a pesar de la muerte emocional (en vida) que la indiferencia apaña.





Juan Archi Orihuela
Martes, 27 de julio de 2010.