Ensayos, artículos y una serie de escritos de reflexión y de opinión.
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domingo, 28 de abril de 2013

Cantos para los trabajadores




El primero de mayo no es sólo el día del trabajo, sino el día de la afirmación de la lucha de la clase obrera y de los trabajadores en general por un mundo mejor. Los mártires de Chicago, muchos de ellos obreros europeos y anarquistas (asociados y vinculados a la Asociación Internacional de los Trabajadores), no se inmolaron tan sólo por mejores condiciones laborales, sino por conseguir y crear un mundo mejor al de la explotación laboral del mundo capitalista, tales acciones (la organización en sindicatos, la movilización popular, la huelga y la agitación popular) fueron impulsadas por ideales. Uno de los principales ideales ha sido el internacionalismo proletario cuya expresión radica en la solidaridad de clase entre las clases populares y trabajadoras del mundo. Por ello la canción La Internacional, compuesta por el obrero francés Eugene Pottier, ha sido el canto emblemático de los trabajadores en todo el mundo. Pero no sólo La Internacional es la canción que ha acompañado al movimiento de los trabajadores en el mundo, sino que los cantautores populares de diversos países han recreado una serie de canciones que han acompañado las luchas y los anhelos del pueblo trabajador.

En Sudamérica, los artistas populares han compuesto una serie de canciones que han animado y acompañado las luchas de los trabajadores a través de la música popular. Conocer algunas de esas canciones y el difundirlas forma parte de la afirmación del sentido cultural y político que se conmemora en el primero de mayo. Más aún, en estos tiempos corsarios en donde el discurso del (neo)liberalismo se reproduce para motejar u ocultar las luchas de los trabajadores, resulta imperioso el divulgarlas.                 

Vuela Paloma es un canto y música procedente de España, canción nacida de los ideales republicanos de la clase trabajadora. En su letra el trabajador cuestiona la condición de la clase trabajadora que se encuentra, por una serie de factores, vulnerada y sobretodo desorganizada, pretendiendo abogar por una necesaria organización popular. La siguiente versión es interpretada por el mexicano Óscar Chávez.  

Soy un hombre del pueblo harto de trabajar
mi vida es el trabajo, paloma, pero me pagan mal
Las leyes están hechas a favor del patrón
la ley no escucha al pueblo, paloma, aunque tenga razón.
(…)
El deber del trabajo dicen que tengo yo
de mis deberes hablan, paloma, de mis derechos no
Pero nos uniremos contra la explotación
la fuerza de los hombres, paloma, siempre será la unión.
(…)
Nos buscan y nos condenan en nombre de la paz
cada vez que pedimos, paloma, justicia y libertad.
Pero la paz tú eres y con ellos no estás
que vuelas con nosotros, paloma, paloma de la paz.   


    
La Canción del tabacalero (1987) de los músicos y compositores W. Benavides y C. Benavides es un canto grabado para la PIT-CNT (Plenario Intersindical de Trabajadores-Convención Nacional de Trabajadores) del Uruguay. La canción pretende animar la creación de los sindicatos y dar un claro mensaje del por qué hay que fortalecer las organizaciones del pueblo trabajador.   

Por qué un sindicato honrado de voluntades unidas
son cosas mal recibidas en estos tiempos corsarios
Y los peones solitarios andan malgastando vida.
                                   (…)
Pero un día siempre hay, un día para el obrero
que sostiene tesonero la vida del Uruguay
Un día alguien dijo guay
y seguimos separados, malcomidos, maltratados
batallándonos la vida la cosa fue decidida y el sindicato creado
                                   (…)
Pero eso no es una fiesta para el que siempre está abajo
significa más trabajo y estar la gente dispuesta
a no dormirse en la siesta
a redoblar sus esfuerzos
porque son muchos adversos para que el obrero reclame
“El buey solo bien se lame”, dicen mal antiguos versos. [Pulse Aquí]


La Cueca de la C.U.T (1973) es una canción del conocido grupo chileno Inti Illimani que le canta a la unidad de los trabajadores a través del papel que ha cumplido un gran y único sindicato, a saber, la Central Unitaria de los Trabajadores de Chile (CUT).  

Central Única de Chile, maciza como el acero,
que velas por las conquistas del trabajador chileno.
El pampino, el chilote, caramba y el campesino
con los mineros luchan, caramba, por su destino. 
Por su destino sí, caramba, preciosa joya,
la unidad de la clase, caramba, trabajadora.
Qué vivan los obreros, caramba, del mundo entero. 



Los mineros volveremos (1985) es un sentido canto boliviano que recoge el sentir del pueblo obrero de Bolivia que se movilizó en el mes de marzo del año 1985 hacía la ciudad de La Paz, durante 20 días, organizado por su central sindical, a saber, la COB (Central Obrera Boliviana) [1]. A la canción le antecede parte del discurso histórico que dio en su momento Juan Lechin Oquendo, secretario general de la COB. 

En las calles, en las plazas encontrarán nuestros pechos
Hemos venido de lejos a exigir nuestros derechos
En los ojos y en las manos traemos dolor y esperanza
Y aquí todos nos quedamos desparramando la brasa.

Ahora me voy y en mi pecho nació un grito
Todos juntos compañeros: “¡Los mineros volveremos!”.

No volverán a sangrar  las calles del campamento
ni se escucharán lamentos en las noches de San Juan 
si nos quitan el pan a fuerza de dictaduras
nuestra lucha será dura por pan y por libertad. 



La canción Trabajadores es un canto del grupo ecuatoriano “Noviembre 15” que grabó allá por los años 70 para animar las luchas de los trabajadores (el nombre del grupo recuerda aquel aciago 15 de noviembre de 1922, fecha en que el proletariado ecuatoriano irrumpe en la historia del Ecuador con gran sacrificio y tesón). La canción es un límpido mensaje a los trabajadores, a saber, que las luchas del pueblo organizado y trabajador construye, además de la patria, una propuesta de cambio social y mundial. El primero de mayo es recordado de manera muy significativa y sentida. 

¡Trabajadores!  
Manos que han de hacer patria
Pensamiento severo
Puños de acero
contra los enemigos de afuera y contra los de adentro. 

Causa del proletario
la sangre, sangre de mayo
que ha coloreado
y el corazón que es grande curtido se va forjando.
                                   Trabajando, batallando por la gran tarea del pueblo.
Dándole sol al camino de la liberación. [Pulse Aquí]


Tapa del disco Canto para días mejores en el que se encuentra la canción Trabajadores. Para descargar el disco vaya al siguiente enlace pulse Aquí
Bailecito de emergencia (1985) de Luis Rico es un canto del altiplano boliviano que saluda la lucha tesonera del movimiento obrero boliviano. La canción formó parte de las movilizaciones del año 1985 en Bolivia y entre otros detalles alude a la “democracia obrera”, a saber, aquella piedra angular que hace posible la conciencia de clase y la movilización del pueblo trabajador. Al inicio de la canción se recogen algunas de las consignas históricas de la lucha del pueblo obrero de aquel entonces.      

                                   Con el seño bien fruncido dijo caliente un minero
si no me dan lo que pido aquí me quedo hasta enero
Pido el abastecimiento
Pido el mínimo vital
También la escala móvil, cosa que es justa y legal.

Las mujeres de las minas que eran sólo amas de casa
por las conquistas sociales se han vuelto armas de caza
Señoras de cuello alto aprendan esta lección 
Hay que tener su coraje pa´ construir nuestra nación. 
(…)
Que lindo es aprender de la democracia obrera
cuando los trabajadores discuten y deliberan
Fabriles y campesinos, toda la clase minera, unamos nuestros destinos
¡Viva la Central Obrera! [Pulse Aquí]



Tapa del cassette Los mineros volveremos en el que se encuentra, además de la canción que le da título al cassette, la canción Bailecito de emergencia. Para descargar el audio completo vaya al siguiente enlace pulse Aquí




Juan Archi Orihuela
Domingo, 28 de abril del 2013.

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[1] También se puede ver en el siguiente video algunas imágenes de la movilización llamada la “Marcha por la Vida y por la Paz”, que se llevó a cabo en el año 1985 en Bolivia. Luego del triunfo de la derecha boliviana y la imposición del modelo neoliberal (y sus políticas de privatización) en Bolivia, el proletariado minero volvió nuevamente a marchar hacia la ciudad de La Paz. Las imágenes del proletariado minero boliviano recuerda el gran sacrifico y tesón del pueblo obrero en su conjunto, vanguardia sindical que ha sido y es sin lugar a dudas un gran ejemplo de lucha en el seno del pueblo.  



miércoles, 24 de abril de 2013

Apuntes sobre el mito y el mitoide




Actualmente hay una identificación muy común, que se reproduce de manera acentuada en la vida cotidiana, acerca de los mitos, a saber, los mitos serían falsos y, sobretodo, necesarios. La “falsedad” del mito estaría asociada al reconocimiento ideal que se tiene sobre el relato mítico, en la medida que el relato no encuentra ninguna conexión o referencia alguna a hechos empíricos. Mientras que la “necesidad” (mentada) del mito se asume en la medida que se concibe al hombre como un ser metafísico. Lo primero (la falsedad del mito), ha generado una significación negativa sobre el mito, cuya calificación se encuentra lejos de su concreción como fenómeno ideal. Lo segundo (la necesidad del mito), ha convertido la significación de aquel fenómeno en un significante suprahistórico de índole individual.  

Como muchas de las ideas que se reproducen en la vida cotidiana permean la concepción que uno adquiere en las diversas instituciones sociales, no es casual que al respecto haya reputados hombres de letras y de ciencia que motejen a tal o cual discurso de “mítico” o, en su defecto, asuman que “nadie puede vivir sin un mito” o que “la humanidad necesita de mitos”.

Lo cierto es que el mito no tiene nada que ver con la falsedad de su contenido, ni mucho menos se circunscribe sólo a la necesidad metafísica del hombre. El mito no es falso porque el contenido de su estructura discursiva (el mitema) no cumple la función de una verdad lógica (su estructura está costituida por discursos analógicos). Asimismo el mito muchas veces responde a una necesidad física que a una necesidad metafísica, como por ejemplo a una necesidad lúdica (considerada entre otros como un rasgo) que se encuentra estrechamente vinculada con el mundo físico o con los hechos tabuados que se mantienen y se asientan en una estructura de poder terrenal.

Para establecer cierta relación sobre los hechos sociales que se encuentran vinculados al mito (lo que no quiere decir que ambos fenómenos sean lo mismo) cabe recordar que el mito forma parte de la religión. La religión como un fenómeno histórico y cultural es una institución social; asimismo la religión, como producción discursiva, es la universalidad de lo divino mientras que el mito es la particularidad de lo divino que vincula al hombre, mediante la acción, a lo que se ha convenido en llamar “trascendental” o a aquello que es concebido como lo trascendental en función de una estructura cultural. Asimismo, toda religión está compuesta de mitos (ya sean estos genésicos, fundacionales y demás) pero no todo mito es (o establece) una religión o alude a lo religioso en la medida que muchos de los mitos han sido disociados del ritual, cuyo registro oral se ha convertido para el presente, hipotéticamente hablando según Fernando Silva Santisteban, en leyendas.


El "Dios de los báculos", conocida entidad de la mitología andina

Pero el detalle de la confusión antojadiza sobre el mito que pretende vincularla a la religión, como si fuera una prolongación de la misma, no radica sólo en su estructura discursiva, sino en la constitución y en las consecuencias de la práctica social del sujeto (político) que reclama y reproduce un discurso opuesto a lo real, como son todos los discursos políticos en general. Pero los discursos políticos son opuestos a lo real no porque sean “mentiras” o “falsedades” o hablen (para algunos) de cosas inexistentes, sino porque no apuntan a decir “lo que es” (el mundo social) sino lo que “debe ser” o “cómo debe ser” el mundo social.

En el mundo contemporáneo muchos suelen observar y asumir que aún es posible de reconocer mitos en los discursos políticos, tal como sostenía exagerada y tendenciosamente Mircea Eliade con respecto a las ideologías políticas del comunismo y el nazismo;  mientras que algunos (desde la cultura letrada) consideran al mito como una prolongación del discurso de la literatura (producción cultural de la llamada modernidad), tal como observaba Joseph Campbell en su momento. Es claro que el mito es una estructura discursiva pero no es cualquier discurso “fantástico” que apunte al “deber ser”, ni mucho menos es una estructura discursiva que se encuentre ineludiblemente presente en los discursos políticos. Ante todo, los discursos políticos forman parte de las ideologías políticas que se estructuran en el campo de poder a través de las correlaciones de fuerza generadas por las clases sociales o grupos de interés. En el campo de poder la reproducción de las instituciones políticas y de los sujetos políticos muchas veces son antagónicas a toda institución religiosa, así como a todo sujeto religioso, porque la función y los objetivos que se plantean son tan disímiles y posibles de ser corroborados partir de su practicidad.   

Por contraposición a tal observación que identifica la presencia de mitos disociados de su contexto histórico y su estructura institucional asentada en una cultura mitológica, como parte de los modos de producción precapitalista, cabe observar y no olvidar que el mundo contemporáneo se caracteriza por reproducir casi en su totalidad una cultura asentada en lo que Heidegger llamó la mundaneidad (existencial que refiere a la estructura de un momento constitutivo del estar-en-el-mundo). En la mundaneiddad del mundo contemporáneo se reproduce una serie de significantes (Dios, el Estado, el amor, el poder, la libertad, la felicidad, la gloria, la revolución, la suerte y demás) que aún nos vinculan con aquellos entes (materiales e ideales) a los que consideramos como parte de nuestra condición existenciaria. Condición existenciaria que ha acentuado, en función de la universalidad del modo de producción capitalista (caracterizada por las crisis económicas), la suspensión de su terrenalidad finita, es decir, la reproducción cultural tiende a ser no-mitológica en la medida que se caracteriza por una crisis constante de sentido.

En una cultura mitológica existen muchos medios para darle sentido a las cosas del mundo. Mientras que en una cultura no-mitológica, tal como se caracteriza y se reproduce en el mundo contemporáneo, la búsqueda de un sentido al mundo, a través de una serie de prácticas y medios (los significantes anteriormente mencionados) que casi siempre adquieren la condición de ser fines por sí mismos, es el rasgo más enfático de la vida cotidiana, culturalmente hablando. 

Pero si el mundo contemporáneo no se caracteriza por reproducir mitos ¿qué es aquello a lo que se ha venido y convenido en llamar mitos? Francisco Miro Quesada convino en llamar a aquellos fenómenos propios del mundo contemporáneo que muchos identifican con los mitos, como mitoides. Los mitoides se parecen al mito, pero no son mitos. Francisco Miro Quesada considera que uno de los rasgos que permite diferenciar a los mitos de aquellos fenómenos que no son mitos es el siguiente:

“Para que haya mito se necesita que la cultura en la que aparece sea mitológica. Esta cultura supone un complejo conjunto de categorías míticas, entre ellas las del tiempo, el espacio y la causalidad.”

En el mundo contemporáneo, las categorías míticas (el tiempo como circularidad, el espacio como centro sagrado del mundo y la causalidad concebida como un poder personificado, llamado y concebido por algunos grupos humanos como “brujería”) han perdido no sólo su sentido, sino que han sido reemplazadas por otras concepciones, ajustadas a la transformación y a la manipulación del mundo (orgánico e inorgánico). Actualmente se pueden producir discursos que se asemejen a una  estructura mítica, pero en sentido estricto no serían mitos porque su función no sólo ha soslayado la mediación del ritual en su reproducción, sino porque no se encuentra vinculada a la totalidad de la cultura en la que se reproduce.  Al respecto Francisco Miro Quesada anota lo siguiente: 

“El mitoide carece del carácter trascendental del mito, no está, sobre todo, imbricado con la totalidad de la cultura en la que funciona. Es, en cierto sentido, aislado y puede incluso contraponerse a aspectos esenciales de dicha cultura. Pero posee caracteres fundamentales del mito.”

El carácter aislado del mitoide no se debe a que sea ininteligible (muchos de los mitoides son inteligibles, llamados erróneamente como “mitos modernos”) sino debido a que en su reproducción muchas veces aparenta competir con la religión (los mitos no estaban disociados de la religión, mientras que los mitoides si lo están) y en algunos casos se contraponen. Asimismo hay un rasgo fundamental que lo asocia al mito y a la vez lo diferencia, a saber, los valores. Los mitos reproducen valores absolutos, mientras que en los mitoides hay una reafirmación de ciertos valores relativos que pretenden ser absolutos, por ejemplo las ideas de la libertad y de la humanidad. La libertad asociada a la volición subjetiva y orgánica y la humanidad contrapuesta a la necesidad y a la determinación del mundo físico han generado ideologías políticas, como el liberalismo y el humanismo, que presentan mitoides. La lucha por la libertad y todas las consecuencias que de ella se desprende (desde su personificación política hasta su exacerbación mórbida en el plano sexual), así como la defensa del humanismo (que exalta aquel rasgo social y espiritual del hombre, entendido como ser cultural) no son más que formas de mitoides estructuradas por una serie de imágenes que muchos se hacen del mundo contemporáneo.

Los mitoides se asumen como creencias, pero no son las únicas creencias que hay en el mundo o sobre el mundo. Ni mucho menos ese único rasgo debe llevar a confundirlo con los mitos. Si uno repara que el mundo contemporáneo aún está plagado de supersticiones, de creencias que rayan con lo absurdo y la irracionalidad, de pseudociencias que van de la mano con ciertas formas de vida, de algunas ideologías políticas y de concepciones ideales propias del mundo precapitalista, no debe suponer que se encuentra en un contexto mitológico o en una cultura mitológica. Nada de eso. Suponer que esos rasgos de credulidad o del creer en algo (ya sea en una entidad física o metafísica, humana o divina) hacen propicio la estructuración de una cultura mitológica es no sólo reducir el mito al acto de creer, sino sobretodo suponer que el mito fue lo que hizo posible una cultura mitológica y no su producto, como un hecho histórico y social.

 

 

Juan Archi Orihuela
Puno, miércoles 24 de abril del 2013.