La novela Todas las Sangres (1964) de José María Arguedas es una de esas novelas que ha alcanzado más resonancia por la mención de su título que por la lectura de su contenido. Tal hecho responde en parte a la sobrevaloración que ha alcanzado su autor y que en sentido estricto no tiene nada que ver con las letras, sino con la empatía que genera su vida doliente y desventurada, representada y rememorada siempre como si fuera el compendio de la vida doliente y trágica del hombre andino. Empero, Arguedas siempre fue un misti [1]. Ideológicamente éste misti ha sido resignificado y presentado como una suerte de redentor cultural, por quienes vienen reproduciendo insistentemente el paternalismo por otros medios.
Pero ¿qué es “todas
las sangres”? como novela es un relato sobre la descomposición del latifundio
andino, presentado como una gran tragedia. En esta tragedia andina, el capital
(como mecanismo local y universal) y el movimiento campesino (como descontento
espontáneo y local) se recrean a través de una serie de voces contrapuestas.
Por su naturaleza, el poder del latifundio es recreado en función de las
relaciones del trabajo servil y de una ideología de dominación que la sostiene.
Asimismo, la concepción mágica y señorial del mundo semifeudal, presente a lo
largo del relato, convierte la
fatalidad que caracteriza a la vida de los personajes en una esperanza
incierta. Y ¿qué sentido adquiere la figuración de “todas las sangres” en la
novela? Simplemente como un referente orgánico y volitivo que permite vincular
la extracción de clase (o de casta) de los diversos personajes de la
novela a
un todo continuo y palpitante, plagada por una serie de contradicciones
explícitas o tácitas.
La sangre o las sangres en un mundo feudal o semifeudal es lo que permite la reclasificación social de los sujetos como voces colectivas (un pueblo), cuya concreción es determinada en función de una estructura de poder colonial. En la novela la estructura del poder semi-feudal es cuestionada desde su inicio. A largo del relato, el cuestionamiento a esa estructura de poder se focaliza y personifica, no obstante esa voz disidente que la cuestiona (la de Demetrio Rendón Wilka) termina por legitimarla.
La sangre o las sangres en un mundo feudal o semifeudal es lo que permite la reclasificación social de los sujetos como voces colectivas (un pueblo), cuya concreción es determinada en función de una estructura de poder colonial. En la novela la estructura del poder semi-feudal es cuestionada desde su inicio. A largo del relato, el cuestionamiento a esa estructura de poder se focaliza y personifica, no obstante esa voz disidente que la cuestiona (la de Demetrio Rendón Wilka) termina por legitimarla.
Para muchos Todas las Sangres es, además de una gran
novela, un manifiesto insistente contra la injusticia que emana del mundo
semifeudal. Al respecto, un historiador como Alberto Flores Galindo, consideraba que en ésta novela Arguedas recrea su apuesta por la revolución social. En las
antípodas de esta percepción y valoración positiva, la doxa de Mario Vargas Llosa acentúa la idea de que el esquema
marxista de la lucha de clases orienta y articula la estructura de ésta novela;
y, por ende, pierde su calidad literaria en comparación de sus anteriores
relatos. A pesar de tales juicios contrapuestos por su valoración, lo cierto es
que la novela se aleja de la redención
cultural, ideológicamente concebida como democrática, y se acerca a la idea
de la confrontación para mantener el
orden de dominación del latifundio. Al respecto, el final de la novela es
aleccionador y tan diáfano, antes de inmolarse el protagonista (Rendón Wilka)
anima y ordena que el común (los
campesinos serviles de la hacienda) se arrodille ante el nuevo misti (el hijo
recién nacido de Don Bruno Aragón de Peralta) para conservar la hacienda como
corresponde a su legítimo heredero. Así
el héroe de la novela termina abogando
por el mantenimiento del orden semifeudal, cuyo restablecimiento no debe
oponer resistencia del común porque las fuerzas del cambio son fuerzas
telúricas (no humanas), tal como se recrea al final de la novela.
Pero si la novela
tiene una orientación ideológica patente por su contenido ¿cuál es la ideología
de todas las sangres como discurso fuera de la novela? La ideología de todas las sangres que
insistentemente se reproduce es la ideología de la diversidad cultural
concebida como un hecho redentor.
La redención
cultural que animan y reproducen muchos de aquellos ideólogos de “todas las
sangres” es el resultado de una serie de exégesis sobre lo andino y lo popular
que se encuentra presente en la narrativa de J.M. Arguedas. Muchas de esas
ideas parten de un hecho, a saber, la migración del campo a la ciudad.
Puntualmente, la idea-fuerza que se ha elaborado al respecto es la siguiente: el Perú es un país de todas las sangres.
Ideológicamente, si el Perú es de Todas las sangres, el Perú tiene todas las
identidades (culturales).
Frecuentemente, el
tema de las identidades llama mucho la atención a cierto pequeño sector
intelectual carente de ella. Este sector intelectual insistentemente apela a
reflexiones, muchas de ellas trilladas y
llena de lugares comunes, sobre la
identidad y la pertenencia local del llamado Otro para compaginar sus
deseos y temores frente a lo nacional (el Perú). Tal propensión siempre tiende
a exhalar un tufillo mistificante cuando se trata de pergeñar algunas ideas
sobre la cultura popular. La retórica que reproducen siempre oscila entre la
pose panglossiana y una visión fatalista de la historia del Perú. Asimismo, en
ellos es común encontrar ese afán exagerado por sintonizar con el ideal
progresista. “No hay país más diverso”, “el Perú como una patria antigua”, “sigo siendo” y
demás frases sueltas de Arguedas, cuando son enfatizadas por ellos, ya sea
mediante la escritura o en los discursos de salón, cumplen la misma función que
las frases tributarias de un texto de autoayuda. Incluso desde la antropología,
uno de aquellos se animó a proponer el “paradigma arguediano en antropología”.
Lo que caracteriza
a esta ideología de la diversidad cultural no es sólo su retórica exagerada
sobre lo popular y lo tradicional (imaginado también como lo no-occidental)
sino su intención redentora. Tan similar a los deseos de un personaje de
ficción arguediano, a saber, Bruno Aragón de Peralta. Por eso quienes
reproducen esa ideología, que se asemeja a la actitud de un misti redentor como
lo fue el mismo Arguedas, pretenden idealmente mantener los rezagos del mundo
semifeudal, recreándolos como parte de lo tradicional o lo cultural. La diversidad de las culturas en el Perú, para
tal orientación ideológica se encuentra bullente, hirviente (tal como lo
mistificó en su momento también Arguedas). Así, los hombres y las mujeres que
hacen posible esa diversidad cultural (focalizado principalmente en el mundo
popular) serían actores que se caracterizan por
resignificar constantemente sus identidades (identidades múltiples).
Esta visión literaria es la expresión ideológica de cierto sector intelectual
liberal que en el fondo no escatima su añoranza por la vida semifeudal,
“aquellos tiempos del abuelo y la hacienda en que las diferencias eran claras,
mientras que ahora son ellos (el Otro) quienes cambian, resignifican sus
identidades”.
En el Perú, la otredad no sólo
es el discurso ideológico que pretende una hermenéutica del sujeto, como en determinados
espacios intelectuales se piensa y se enseña, sino también es un discurso que tiende a mistificar la vida social del mundo contemporáneo, correspondiente a una estructura de clases (como es el mundo
moderno), a partir de una añoranza semifeudal o colonial sobre la cultura. La
ideología de todas las sangres, tal como se reproduce actualmente, es
tributaria de ella. Socialmente, Todas las sangres es la añoranza retórica de los nuevos
mistis o de aquellos que quieren ser mistis en el Perú.
Juan Archi Orihuela
Lima, 21 de mayo
del 2015.
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[1] El misti o los mistis en el Perú fueron aquellos sujetos "blancos" que política y económicamente formaron parte de la clase dominante en la vida rural de los Andes hasta la Reforma Agraria de 1969. Tal calificativo formaba parte de la clasificación cultural y política de las relaciones semifeudales en el Perú. La relación conflictiva entre mistis e indios se encuentra también presente en la narrativa de J. M. Arguedas.