“(...) la biografía de la utopía andina no está al margen de la lucha de
clases.”
“(…) la biografía de la utopía andina ha estado frecuentemente asociada
a la historia campesina en el Perú”.
(Alberto Flores Galindo. Buscando un Inca)
(Alberto Flores Galindo. Buscando un Inca)
En 1990 murió Alberto Flores Galindo, uno de los más brillantes intelectuales marxistas que tuvo el Perú. La leyenda y consigna que acompañó su despedida fue: “Bajo las banderas de la utopía andina”. La Utopía Andina fue en su momento la forma ideológica de replantear el debate político e intelectual en el interior de la izquierda peruana, a saber, entre Democracia y Socialismo.
Históricamente, el
debate intelectual y político entre Democracia y Socialismo generó aquella
diferencia figurativa de dos grupos de intelectuales de izquierda, a saber,
entre Zorros y Libios. Los Zorros, fueron vistos y valorados como moderados por
su apuesta por la democracia, apuesta pública que fue expuesta en su revista de
referencia arguediana El Zorro de Abajo
(de ahí el apelativo); mientras que los Libios fueron vistos como los radicales
por su apuesta insistente por el socialismo. Alberto Flores Galindo fue parte
de este último grupo.
En sentido estricto
los Libios criticaron la derechización gradual que mostraban y justificaban los
Zorros. Asimismo, en el plano ideológico y práctico, hubo un tema sobre el que
la polémica entre ambos grupos llamó mucho la atención, a saber, la insurgencia
armada. Precisamente ese tema es el que en su momento generó dos grandes
polémicas: una, entre Nelson Manrique y Sinesio López; y, la otra, entre
Alberto Flores Galindo y Carlos Iván Degregori. Por una serie de razones la
segunda ha despertado una mayor curiosidad e importancia porque lo que se
discutía puso fin a aquella discusión y a la división de los intelectuales
entre Libios y Zorros (los Libios terminaron convertidos en Zorros, a excepción
de Alberto Flores Galindo; y los Zorros se derechizaron siguiendo el derrotero por
el que habían apostado); y sobretodo, se canceló toda polémica en el interior
de la izquierda intelectual. Tal vez esa sea una de las razones por las que la
izquierda en el Perú se encuentra alejada de toda polémica en su interior.
Del debate que animó
la izquierda intelectual entre Democracia y Socialismo, se pasó al debate entre
Democracia y Utopía Andina, situación que para Carlos Iván Degregori (quien
participó de ese debate) fue una manera de empobrecer el debate. Lo curioso de
tal empobrecimiento es que ahora resulta siendo inexistente cualquier debate en
el interior de la izquierda porque si sólo se levanta la bandera de la
Democracia, no hay nada que se le oponga, a menos que se piense que se puede
abrir un debate entre Democracia y Democracia, como sucede actualmente cuando
se adjetiva a la democracia (sea el rótulo que lleve) para convencerse de que
hay un cambio posible.
Es conocida y
acusada la crisis de la izquierda peruana, ya sea a nivel de organización
política o a partir de su producción intelectual. Los intelectuales orgánicos
que tenía la izquierda no sólo dejaron de ser orgánicos o envejecieron
abrazando una moral derrotista y escéptica (y en algunos casos, cínica), sino que no hubo el recambio generacional necesario porque se canceló
todo debate interno que lo anime. Y esa cancelación del debate al interior de
la izquierda tiene que ver con lo que pasó en el debate entre Democracia y
Utopía Andina.
La Utopía Andina en
su momento fue animada por Alberto Flores Galindo y Manuel Burga, ambos
historiadores e intelectuales de izquierda. Empero fue Alberto Flores Galindo
quien sostuvo atrevidamente una interpretación polémica sobre la historia de
las luchas de liberación en función de la Utopía Andina. Ideológicamente, la Utopía
Andina es una manera de entender las raíces históricas desde donde puede
brotar el socialismo en el Perú. Mediante la Utopía Andina, el socialismo no
resulta siendo algo ajeno al Perú, culturalmente hablando, sino cercano, ya sea
en sueños, alegorías o mediante pesadillas.
La apuesta por el
socialismo en el Perú no sólo pasaba por asentar una organización política que
pudiera llevarla a cabo sino también por encontrar raíces culturales en donde
se asiente como condición de posibilidad. Esta vertiente en la reflexión
marxista en el Perú ya venía siendo planteada desde José Carlos Mariátegui, el
detalle es que no floreció en su momento, ni fue retomada sino hasta Alberto
Flores Galindo.
Cuando Alberto
Flores Galindo publica Buscando un Inca
(1986), libro en el que se encuentra expuesta la Utopía Andina, se le acusó de
muchas cosas, entre otras de mesiánico y de pasadista. Lo cierto es que la
Utopía Andina desde un punto de vista general es el horizonte cultural por el
que transcurre la historia política en el Perú desde abajo, socialmente
hablando, en función de las relaciones de dominación; y, analíticamente,
expresa la estructuración ideológica de las tensiones en la historia de la
lucha de clases en el campo, a saber, las luchas campesinas. El derrotero que
describe Flores Galindo sobre las luchas campesinas, en función de la Utopía
Andina, fue cuestionado en su momento como parte de una serie de incongruencias
que cometió debido a su orientación culturalista y dualista sobre lo andino,
tan presente aún en algunos intelectuales que se reclaman o no de
izquierda.
Las críticas sobre
lo último vinieron, como no podía ser de otra manera, del sector de los Zorros,
a saber, del antropólogo Carlos Iván Degregori. En el ensayo Del mito mariateguista a la utopía andina
(1989), Degregori replica una serie de conclusiones sobre lo andino y sobretodo
el quid del asunto, la exégesis sobre el derrotero histórico de la insurgencia
armada, como parte de la Utopía Andina.
Por eso la crítica a la Utopía Andina se focaliza a la segunda mitad del
siglo XX, porque hasta ese periodo histórico todo va bien, los problemas surgen
después. La revolución como una inversión del mundo, la focalización de los
casos que dan pie a las demás secuencias históricas, la sustitución y la
reducción de datos empíricos por la conjetura y la imaginación, la relación
entre el economicismo y el voluntarismo, la polarización entre la tradición y
la modernidad y demás, son una serie de observaciones que no han tenido replica
aún por parte de los Libios.
Como la insurgencia
acabó, muchas ideas que se expusieron en aquel debate dejaron de tener sentido
o simplemente ya no llaman la atención. Una respuesta a Degregori la pudo dar
Flores, no se dio por la historia ya conocida, Degregori no publicó su crítica
porque Flores convalecía de una mortal enfermedad. Hace algunos años falleció Degregori y el texto de esa polémica se ha hecho público. ¿Qué se puede recoger de
ese debate?
Recoger ese debate
tiene implicancias. No sólo porque se evaluaría la historia del movimiento
popular que aún sigue dando la pelea (como en Cajamarca y Tía María, por ejemplo), sino también
sobre el rumbo que está tomando. Asimismo, permitiría romper el silencio de
oponer a la democracia, la misma democracia, a saber, “cambiar algo para que
nada cambie”.
Algo que pasa
desapercibido en las reflexiones intelectuales de izquierda es la visión de
clase de los mismos intelectuales de izquierda, hecho que uno puede encontrar
en muchos de ellos, ya sea en Alberto Flores Galindo o en Degregori. Esto tiene
importancia para dejar de lado las
mistificaciones (como la cholificación, lo indígena y demás) y las
reflexiones (enfocados por la otredad de “un nosotros diverso”) que elaboran
los intelectuales cuando pergeñan algunas ideas sobre lo andino y lo popular.
Evidentemente tal observación apunta a un serio cuestionamiento sobre la
reproducción ideológica de la izquierda, que actualmente se ve fuertemente
influenciada por la ideología liberal en todos sus matices.
La Utopía Andina básicamente es un acercamiento
a lo popular, en función de su historia, su reproducción cultural y sus luchas.
Las banderas de la Utopía Andina se encuentran lejos de todo socialismo utópico
o mágico, son banderas concretas. En el campo y en la ciudad hay banderas que ya han sido
levantadas y merecen una discusión al interior de la izquierda. Al parecer
abrir ese debate implica necesariamente levantar las banderas de la Utopía
Andina.
Juan Archi Orihuela
Lima, 31 de mayo
del 2015.