La literatura soviética estuvo en gran parte
marcada por la guerra. La misma revolución socialista comprendió una
insurgencia armada que se resolvió internamente mediante una guerra civil entre
los revolucionarios y los contrarrevolucionarios (1918-1920). Asimismo cuando
la expansión imperialista del nazismo durante la llamada Segunda Guerra Mundial
llegó a la URSS ,
la guerra fue el tema urgente e ineludible de la producción literaria de los escritores
soviéticos. Ante la agresión imperialista del nazismo, los soviéticos
respondieron con una guerra defensiva a la que históricamente han llamado La
Gran Guerra Patria (1941-1945).
Precisamente muchos de los hechos que acaecieron en La Gran Guerra Patria fueron
recreados por la literatura soviética.
Tal rasgo que caracterizó a la literatura
soviética respondía a la ineludible condición del escritor. Muchos de los escritores
soviéticos fueron al frente de batalla en defensa de la patria socialista, ya
sea como corresponsales de guerra o como soldados del Ejército Rojo de la URSS. Por eso muchos de
los escritores conocían de cerca, en función de la experiencia, los horrores de
la guerra y el heroísmo de los que luchan en la línea de fuego.
Mijail Shólojov fue corresponsal de guerra
durante la Gran Guerra
Patria, su novela Ellos lucharon por la
patria (1942) fue escrita en pleno avance del ejército nazi hacía la región
de El Don. Por eso su novela tiene el mérito de ser un relato vivo por los
hechos que relata (y no sólo los hechos de la guerra, sino también de la vida
cotidiana), un relato muy sentido sobre el sentir del soldado soviético que
orgullosamente se siente rojo, a saber, comunista; pero sobretodo es una novela
reflexiva. Lo último llama la atención porque la guerra no da tiempo para
pensar sino tan solo para actuar.
En la novela es posible distinguir dos
momentos, a saber, antes de la guerra y durante la guerra. En el primer
momento, se recrea parte de la vida del ingeniero agrónomo Nikolai Semionovich
Streltsov a través de una serie de problemas familiares por el que pasa (problemas
con la esposa, con la dirección del Koljoz; y el repentino encuentro con el
hermano que estuvo preso injustamente durante el periodo de las purgas,
sospechoso de ser contrarrevolucionario) y cuando al parecer los problemas se
disipan estalla la guerra. En el segundo momento, el relato recrea, en un
escenario de trincheras, la defensa heroica que realiza una columna del Frente
del Don para evitar el avance de la agresión imperialista del nazismo a
Stalingrado en 1942. En general, en la novela no hay grandes batallas, sino una
tenaz resistencia de un grupo de hombres en defensa de la patria.
Históricamente se sabe que los nazis lograron
llegar a Stalingrado unos meses después (agosto de 1942). Por eso la novela no
es un canto a la victoria del pueblo soviético, sino un aliento de resistencia.
Frecuentemente los soldados que resisten toda agresión y perecen quedan en el
olvido de la historia. Precisamente la novela apunta a mantener en el recuerdo
el papel que cumplen los soldados en defensa de la patria. Soldados como Iván Zviáguintsev, Piotr Fedótovich Lopajin,
el joven Kochetígov, Nekrásov, Kopitovski, Nikolai Streltsov y el teniente
Goloschókov y demás personajes; así como los médicos
anónimos o la joven enfermera que ayudaba a levantar a los heridos en el campo
de batalla, son para Sholojov los que realmente luchan por la patria y
representan la resistencia tenaz ante la agresión imperialista. Personajes
todos ellos que expresan una serie de emociones que caracterizaban al pueblo
soviético en aquellos duros años de la guerra. El pesar del soldado de
extracción campesina y el sacrificio del joven soldado son dos fuertes
emociones que se encuentran en la novela.
Al respecto del sentir de muchos soldados que
provienen del campo, Sholojov relata lo siguiente:
“En los largos meses pasados en el
frente, Zviáguintsev había visto muchas muertes, calamidades y sufrimientos;
había visto aldeas destruidas y carbonizadas; fábricas voladas, montones
informes de ladrillos y cascotes donde no hacía mucho lucían ciudades; había
visto huertos frutales aplastados por los tanques y mutilados mortalmente por
el fuego artillero, pero en toda la guerra ese día era la primera vez que veía ardiendo
trigales granados en una enorme extensión de la estepa, y le invadió la
tristeza. Caminó largo rato tragándose sin querer los suspiros; sus ojos secos
miraban atentamente a los dos lados en la luz crepuscular, a los campos negros
como el carbón incendiados por el enemigo, y alguna vez arrancaba junto a la
cuneta una espiga de trigo o de cebada, pensando en cuanta riqueza del pueblo
se estaba perdiendo inútilmente en la guerra implacable a todo lo viviente, que
hacía el alemán.” [p.119].
Y ante el sacrificio de los jóvenes soldados en
el frente de batalla (como por ejemplo el joven Kochetígov), soldados mayores
como Lopajin con gran pesar lamenta lo siguiente:
“¡Era todo fuego ese muchacho! Un
verdadero secretario del Komsomol [1], como no había
otro en el regimiento. ¿Qué digo en el regimiento? ¡En la unidad más grande! ¡Y
como incendió el tanque! Este ya le había aplastado, enterrándole medio cuerpo;
le había machacado todo el pecho… Le brotaba sangre de la boca, yo mismo lo vi,
y él se incorporó en la trinchera, muerto ya, con el último aliento, y lanzó la
botella… ¡Lo incendió! (…) ¡Aún no había tenido tiempo de vivir, acababa de
echar las plumas, pero tenía un corazón de águila! ¡Fíjate de lo que ha sido
capaz, de que heroísmo, eh! Y yo… Cuando ante mis ojos matan a estos muchachos
de dieciocho o diecinueve años me dan ganas de llorar, hermano… ¡De llorar y de
matar sin piedad a esa canalla alemana! No, hermano, si muero yo es
completamente distinto; soy perro viejo, ya he olisqueado la vida por todas
partes, pero cuando sucumben gentes como Kochetígov, mi corazón no resiste,
¿entiendes? (…)” [p.172].
Y asimismo, el valor de las jóvenes mujeres que
asisten a los heridos en pleno campo de batalla es sentido con gran
preocupación por el soldado Zviáguintsev (quien fue ayudado por una de ellas),
sentimiento que se asemeja a lo que siente un padre por su hija:
“¡Si es una criaturita, una
criatura! Debería acudir aún con sus libros a la última clase de la escuela, a
aprender álgebra y aritmética, y aquí la tienes pasando miedo bajo el
inaguantable bombardeo, desgarrándose el vientre, llevando a rastras hermanos
nuestros…” [p.191].
Pese a la agresión y al avance del ejército alemán,
en la novela quienes luchan por la patria
no pierden las esperanzas de que tanta agresión al pueblo soviético acabará y
será contrarrestada. La huida al lado este del Don por los civiles
(generalmente campesinos koljosianos) expresa la situación crítica de la guerra, incluso
las bajas que sufren los soviéticos son preocupantes. Pero la defensa de la
patria exige sacrificios y hacia eso apunta la novela.
Sobre la patria hay discusiones que van desde
la negación de la misma (como un significante) hasta su esencialización
(ahistórica y circunscrita a un imperativo moral). En la novela la patria dista
de todo ello, porque la patria la comprenden los hombres y mujeres que producen
roturando el campo en los Koljoz, quienes trabajan en las fábricas, quienes
estudian en las escuelas, quienes cuidan a los niños y quienes se han enlistado
en las filas del Ejército Rojo de Obreros y Campesinos (nominación completa de la Fuerza Armada de la URSS ). Por eso culturalmente
hablando, la defensa de la patria en los tiempos de guerra se convierte en la
defensa del bienestar del pueblo que le da sentido no sólo a la historia que
relata Sholojov sino a la vida social misma.
Juan Archi Orihuela
Martes, 31 de diciembre de 2013.
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[1] El komsomol fue una organización de la
juventud comunista de SHÓLOJOV, Mijaíl
1977 Ellos lucharon por la patria. Progreso
Moscú.