I
Durante el siglo XX, la guerra como un fenómeno
histórico y eminentemente político ha acentuado su reproducción ideológica
hasta tal punto que ha permitido establecer y diferenciar su naturaleza. Si
bien las guerras que se ejercen y desatan en función de la expansión y la
dominación de los pueblos ha sido la constante de la historia de la humanidad, también
las hay aquellas que se declaran para defender y liberar a un pueblo. Las
primeras son las guerras de agresión
y de dominación (interestatal o imperialista) y las segundas son las guerras de defensa y de liberación (nacional y popular).
La llamada Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue
una guerra de agresión imperialista. Al respecto la Alemania Nazi , consentida y
animada por las potencias de occidente que le permitieron avanzar hacia el
este, no sólo pretendió dominar el mal llamado mundo occidental bajo el poder
del Tercer Reich, sino sobretodo aplastar al socialismo y al movimiento popular
e insurgente en el mundo. Por eso la agresión a la URSS (en 1941) fue esperada y
calculada por las potencias imperialistas. Pero los cálculos fallaron, los
soviéticos aplastaron a los nazis no sólo en territorio soviético sino incluso
los “corretearon” hasta Berlín (en el que le dieron una gran paliza a ese
ejército nazi que orgullosamente se preciaba de ser el mejor del mundo), no sin
antes liberar a su paso a los pueblos que los nazis habían sometido (Polonia,
Rumania, los Balcanes, Checoslovaquia y Hungría). Que duda cabe, históricamente
el Ejército Rojo de la URSS
hizo posible que la guerra acabe.
La movilización de un pueblo que toma las armas
siempre se encuentra acompañada de una clara reproducción ideológica que le
permite cohesionar al grupo que se resuelve a luchar. Los himnos y los cánticos
han cumplido tal función ideológica a lo largo de la historia de la
civilización. Durante el siglo XX tal hecho no fue la excepción, ante la
agresión nazi (1941) en el interior del
Ejército Rojo se compone el himno llamado La
Guerra Sagrada ;
himno que fue entonado a lo largo de lo que los soviéticos han llamado La
Gran Guerra Patria (1941-1945), a saber,
una guerra de liberación nacional y antiimperialista. Lejos de todo macartismo,
el himno La
Guerra Sagrada
es uno de los himnos de guerra más sentidos de la historia en la defensa de la
patria, tan evidente por su letra firme y resuelta contra la agresión y la opresión
del enemigo, entonado por un canto estruendoso, así como por la convicción y el
sentimiento que emana de su música.
El himno La Guerra Sagrada esta
compuesto por cuatro estrofas y un potente coro que acompaña a cada
estrofa.
La guerra sagrada
1º: ¡De
pie enorme país!
¡De pie hacia la guerra a muerte!
¡Contra esa oscura fuerza fascista!
¡Contra esa horda criminal!
Coro: ¡Que nuestra ira
los azote como una gran ola!
¡Esta es la guerra del pueblo!
¡Es una guerra sagrada!
2º ¡Lucharemos
contra los opresores!
¡Contra los fascistas
violadores, bandidos,
y contra los verdugos del pueblo!
Coro: ¡Que nuestra ira
los azote como una gran ola!
¡Esta es la guerra del pueblo!
¡Es una guerra sagrada!
3º ¡No
desafíen sus negras alas
a volar sobre nuestra Madre Patria!
¡No desafíen pisar
nuestros vastos campos!
Coro: ¡Que nuestra ira
los azote como una gran ola!
¡Esta es la guerra del pueblo!
¡Es una guerra sagrada!
4º ¡Pongamos
una bala en la frente
de los parásitos fascistas!
¡Hagamos un fuerte ataúd
para tal raza!
Coro: ¡Que
nuestra ira
los azote como una gran ola!
¡Esta es la guerra del pueblo!
¡Es una guerra sagrada!
Aquí puede escucharse el himno La Guerra Sagrada entonado por
el coro del Ejército Rojo.
El libro El
comandante inquebrantable está compuesto por 15 relatos de escritores
soviéticos que participaron en la guerra, ya sea como corresponsales de guerra
o como soldados. Por eso el material literario es valioso porque son los
testigos directos quienes escriben sobre los hechos de la guerra (y más aún si
recordamos que todos los escritores soviéticos se adscriben al realismo literario).
En general el libro tiene diferentes ritmos de lectura debido a los relatos,
los hay emocionantes y palpitantes, así como los testimoniales e informativos.
El primer relato, que a su vez le da el nombre
al libro, es El comandante inquebrantable
de Iván Isakov. En breve, Isakov narra la historia de un comandante retirado
que pese a encontrarse desahuciado por la tuberculosis insiste, hasta lograrlo,
en enlistarse en la guerra. También se encuentran algunos fragmentos de la
novela Ellos lucharon por la patria
de Mijail Sholojov; sobre esa novela anote algunas ideas aquí pulse. Seguidamente el
relato Un batallón de a cuatro de
Leonid Soboliev es la historia de un puñado de paracaidistas y marinos
soviéticos que logran resistir el embate alemán en una isla ocupada por los
alemanes. Soboliev recrea una de esas historias heroicas y palpitantes por el
sacrifico y la solidaridad que hay entre los camaradas y sobretodo cuando uno
se encuentra cerca de la muerte. Cuando el soldado Negreba se encuentra con uno
de sus camaradas heridos, Soboliev narra lo siguiente:
“__ Misha… dame el tiro de gracia…
No podré salir de aquí…
Negreba se fijó en su rostro
cadavérico y se dio cuenta claramente de que allí, en aquel matorral, iba a
encontrar su propio fin: él sólo no podría transportar a Leóntiev a través de
la línea del frente, pero tampoco podría dejarlo abandonado y cumplir su ruego”
(p.68).
En el relato
Las manos de Nikolái Tíjonov se recrea el sacrificio de un chofer que lleva
gasolina a una de las ciudades asediadas por los nazis. Durante el trayecto
tiene que evitar que la gasolina se derrame debido a una grieta que se ha
abierto en el tanque, empero sus manos se estropean por la gasolina.
Por su parte Vladim Kozhévnikov en su relato La muchachita que marchaba delante narra
la historia del deber y la disciplina que asume una joven muchacha que
anteriormente ha sido vejada, así como toda su aldea, por los nazis.
Incorporada al Ejército Rojo como guía de los cuerpos de información, demuestra
gran prudencia al no dejarse inclinar por la venganza natural cuando pasa cerca
de su aldea nuevamente durante una misión.
Volando hacía el sol de Mijail Deviatiev & Anatoli
Jorunzhi es un relato verídico por el que pasó su mismo autor: un grupo de
prisioneros soviéticos escapan de un campo de concentración nazi robando un avión
bombardero enemigo. Las pericias para encender el avión y surcar el vuelo hacia territorio
patrio tienen sus riesgos, ya que puede ser confundido con el enemigo por sus
propios camaradas. La tensión de este relato es vivido y expectante.
La bandera escrita por Valentín Katáiev es una
historia de arrojo y coraje de un grupo de soviéticos rodeados por los nazis,
quienes le han pedido rendición mediante el izamiento de una bandera blanca.
Los soviéticos a sabiendas de que los nazis le superan en número izan la
bandera, pero la bandera roja. Durante el enfrentamiento armado, Katáiev
escribe:
“En aquella terrible hora postrera
ninguno de ellos pensaba en la vida. El problema de la vida ya había sido
resuelto. Ellos sabían que morirían. Pero sucumbiendo querían aniquilar el
mayor número de enemigos. En eso consistía su misión de combate.” (p.128).
El relato Somos
hombres soviéticos de Borís Polevói recoge la experiencia de una joven
muchacha ucraniana que se infiltra en los altos círculos nazis como traductora, misión que le permite recoger información que brinda al Ejército Rojo. El papel que cumple como
traductora hace que presencia la tortura de los prisioneros soviéticos, frente
a los cuales se siente impotente de ayudarles porque sino fracasaría su misión.
Pero hubo hecho que la marcó, a saber, presenciar la muerte de un teniente
soviético molido a golpes que no se doblegó ante el enemigo, ni delató a sus
camaradas, por el contrario dio una férrea respuesta que sostenía tal coraje:
“Somos hombres soviéticos”.
El puente de Piotr Proskurin narra el
sacrificio de seis dinamiteros al cumplir su misión. Asimismo, en Hacia donde el sol se pone de Andréi
Platónov se recrea la historia de los zapadores que habilitaban caminos para
que pase el Ejército Rojo. Veinticuatro
horas en la vida de un explorador de Vladímir Kárpov se recrea la misión de
un infiltrado en territorio ocupado por los nazis, la tensión es palpitante
para el lector. Un apellido inmortal
de Konstantin Simonov la historia del zapador Artémiev es muy aleccionadora.
El testimonio de Vasili Subbotin en algunos fragmentos
de su libro Como se acaban las guerras
es muy aleccionador históricamente hablando porque además de ser testigo
presencial de la caída del Tercer Reich, relata detalles de la toma del
Reichstag y como los alemanes son vencidos en el mismo Berlín, escondidos
muchas veces como ratas.
Mención aparte merecen dos relatos del libro.
Uno de ellos es El hospital de Ereméievka
de Serguei Smirnov; en este relato se recrea la astucia de un abogado incorporado al
Ejercito Rojo, quien al ser prisionero burla a los alemanes fungiendo ser
médico y descendiente alemán, por parte de madre, para sacar ventajas de la
guerra y ayudar a sus camaradas. Mediante su treta consigue abrir un precario
hospital para atender a los heridos de la guerra, muchos de ellos inválidos,
a quienes cura ocultando a los alemanes su mejoría para que reinicien un ataque sorpresa. La historia de aquel héroe es
verídica como muchos de los episodios narrados en el texto.
Por último, El
vino tinto de la victoria de Evgueni Nosov
relata el fin de la guerra desde un hospital, cuyos convalecientes,
soldados heridos muestran las consecuencias de la guerra y sobretodo el jubilo
del fin de la guerra. Al respecto Nosov relata lo siguiente:
“La gente no podía quedarse a solas
con su alegría entre cuatro paredes y, seguramente por eso, acudía al hospital,
para estar cerca de quienes guardaban estrecha relación con la guerra y con la
victoria. Alguien vio desde abajo a Mijái asomado a la ventana, la voz de una
joven gritó: “¡Ahí va!”, y en el marco de la ventana apareció, volando, un ramo
de flores. Mijái, olvidado de que no tenía manos, tendió hacia las flores sus
muñones, pero no las alcanzó, claro…
__¡Queridos, queridos! __ sollozó una
mujer que había visto a Mijái__ ¡Cuánto habéis sufrido, queridos! ¡Cuanta
sangre habéis vertido!...
(…)
De pronto, una orquesta, llegada no
sabíamos de donde, se puso a tocar:
En pie, país inmenso
En pie, al mortal
combate…
El tambor parecía
llevar el compás de un paso grávido y fuerte:
Que la noble furia
Bulla como una ola…
Voces humanas fueron abriéndose paso
por entre el preciso sonar de los instrumentos de viento; luego, la melodía la
entonaron otras voces, al principio con inseguridad, desacordes, pero luego
fueron encajando y, como si se alegrasen de que la canción les saliera ya bien,
cantaron unánimes, vibrantes y fervorosas, dando salida a los restos de la
furia y la ira. Una voz femenina, muy alta, dominaba el coro, y parecía que
lloraba a gritos:
Es la guerra del
pueblo…” (p.241).
Comprender esa emoción que sentía todo un pueblo que lucha en defensa de su patria, con gran coraje, sin vacilaciones, y sobretodo con dignidad ante la agresión imperialista, debió ser uno de los hechos más impresionantes y sentidos de la historia del siglo XX. Por eso el himno La Guerra Sagrada emociona tanto por su significado histórico. Retomando el final del relato, para sentir esa voz femenina que "parecía llorar a gritos", la siguiente interpretación actual puede ayudar en algo.
Juan Archi Orihuela
Sábado, 04 de enero del 2014.
Referencia bibliográfica
Autores varios.
1975 El comandante inquebrantable. Progreso.
Moscú.