Ensayos, artículos y una serie de escritos de reflexión y de opinión.
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viernes, 5 de octubre de 2012

La libertad y el pasado





“Y al querer la libertad descubrimos que depende enteramente de la libertad de los otros, y que la libertad de los otros depende de la nuestra”
(Jean-Paul Sartre)  



La libertad, según un respetable profesor que tuve y que ya falleció hace algunos años, sólo se la siente y anhela en función de su ausencia, a saber, cuando se le priva a uno de ella. Por eso los presos, que aún no han sido envilecidos por el encierro, son quienes sienten la libertad como parte de la existencia misma. Tal sentimiento por la libertad no tiene nada que ver con aquella impostura retórica, ya sea densa o trivial, que algunos elaboran para defender algo que desconocen, a saber, la libertad de uno mismo. 

Entre los presos, los presos políticos son quienes han inspirado a algunos artistas populares algunas canciones simples pero tan sentidas, que desde luego no se escuchan, o no se quiere o no se puede escuchar, porque son canciones que no circulan para el espectáculo. Canciones sencillas en el que la libertad es su mayor significante, lejos de toda impostura.   

Nely Munguia una conocida cantante popular llevó su canto a los penales, como parte del Proyecto “Sembrando Esperanzas” en el año 2009. En el penal Yanamilla de la ciudad de Ayacucho ocurrió algo peculiar, no previsto por el proyecto. Luego de que Nely Munguia cantó para las reclusas, una de las reclusas tomó la iniciativa de cantar una de aquellas canciones que se compusieron para las presas políticas. Y como no podía ser de otra manera, la canción hizo derramar lágrimas a quienes como ella se encuentran también privadas de su libertad. Entre otras razones, y al margen de los prejuicios y cualquier animadversión, límpidamente esa canción es un canto a la libertad.  

“Mujer hermosa
Mujer valiente
Te busco y no te encuentro.

Te busco entre las rejas / entre las celdas oscuras
Te busco entre las rejas / entre las celdas oscuras

Pero el mañana esta muy cerca para nuestra libertad
Solo le digo a Dios que nos guíe el camino” 

[Ahí el video del evento, la canción referida empieza a partir del minuto 4: 00]

 
La búsqueda de aquella mujer que refiere la canción, canto que se vuelve tan humano y sentido cuando lo canta una mujer recluida en prisión, apunta a su temporalidad existenciaria grabada en el recuerdo (“Mujer hermosa, mujer valiente”). Por eso esa búsqueda no recorre sólo el presente y aquel espacio sombrío del encierro, sino también aquella angustia que corroe el alma por los años de encierro. Y frente a esa angustia está la esperanza, la esperanza de la libertad. No cabe duda que ese canto humaniza a aquellos que muchos han intentado por todos los medios deshumanizar.  

Actualmente en el Perú hay cierta prohibición para nominar a tales o cuales presos de ser presos políticos. Lejos de toda discusión al respecto, tal actitud recuerda a aquellas palabras tabuadas de las que hacía mención James Frazer cuando daba cuenta de aquel realismo semántico que caracterizaba a muchos pueblos primitivos cuando prohibían ciertas palabras a sus miembros. En el fondo la prohibición para nominar a los presos políticos como tales, no sólo evidencia la reducción al hic et nunc de los hechos por los que han sido condenados, sino la evidente deshumanización de su condición existenciaria. La percepción que muchos se hacen de ellos es animada en muchos casos no por la prudencia que permite la justicia, sino por la deformación que anima la venganza.  

Los que tenemos algo que ver con las humanidades, ya sea por formación o por oficio,  difícilmente podemos dejar de reconocer la condición humana de los que han sido privados de su libertad, sea cual fuera el delito cometido. Tal actitud humana puede ser confundida con la sensibilidad cuasi-romántica (espetada muchas veces de manera peyorativa) o vista sospechosamente como una ingenuidad cómplice. Pero no, tan sólo forma parte de una percepción que apuesta por voltear la página de la historia, para continuar, como se suele decir y escuchar en los espacios populares en el que casi siempre se sufre toda desventura, “pa´ lante”. El pasaje en el que Lot abandona Sodoma y Gomorra es muy aleccionador al respecto: Dios, mediante sus ángeles, le había anunciado a Lot que no volteé la vista atrás mientras escape… él salió libre de ahí, pero su mujer, quien volteó la vista para ver un espectáculo horroroso, quedó petrificada en sal.    

Hace muchos años Pablo Macera eligió el siguiente verso de Quevedo como epígrafe para uno de sus libros, a saber, “hay en mi corazón furias y penas”. Tal epígrafe (además de dar título al libro Las furias y las penas) trataba de resumir e indicar que muchas de las respuestas que el historiador dio en aquel entonces se encuentran lejos de toda impostura intelectual. Por extensión, muchos de sus lectores peruanos en el Perú de seguro hicieron suyo esos versos en función del contexto (el libro fue publicado en 1983, aunque los artículos y entrevistas datan de mucho antes). Pero el detalle es que ahora, en el Perú contemporáneo, al parecer, las furias se han acentuado. Furias que van de la mano con el odio y el resentimiento por el pasado, a saber, por el pasado de la subversión en el Perú.  

Imagen tomada de aquí: Pulse

Al parecer no sólo son los presos y presas políticas, además de los presos comunes,  quienes se encuentran en cárceles, sino que también hay barrotes que encierran a muchos en el pasado. Sería saludable abrir de vez en cuando esos barrotes y si es posible abrirlos para siempre. No sólo para sentir la libertad sino también comprender que no se puede vivir siempre en el pasado. Y sobre todo cuando se es muy joven, el odio resulta siendo lo más nocivo. A mi juicio darse cuenta de eso es una de las grandes lecciones del pasado, que no sólo ayuda a voltear la página, sino sobretodo seguir… pa´ lante.       

 

 

 

 
Juan Archi Orihuela
Viernes, 05 de octubre de 2012.