“(…) la mentalidad política del hombre depende, ante todo, no de la
información que éste obtiene directamente de sus experiencias e impresiones,
sino de la información que se obtiene indirectamente __ a través de los periódicos,
la radio, otros hombres, etc. __ y de que esta última constituya la base de
formación de dicha mentalidad”
(Gueorgui Arbatov)
La presencia de la información en la reproducción de la sociedad se ha convertido en un rasgo del mundo contemporáneo. El avance del desarrollo económico que ha cobrado un gran impulso en la segunda mitad del siglo XX tiene que ver en gran medida con el desarrollo de la información. Las consecuencias y la importancia de la información en la economía mundial han sido vistas por algunos sociólogos como parte de una economía informacional y global (Castells), fenómeno que se inició en el último cuarto del siglo XX.
La economía
informacional y global se caracteriza porque existe una relación estrecha entre
el proceso económico y el desarrollo tecnológico, lo cual ha permitido un mayor procesamiento de la información
para acelerar las operaciones económicas del mundo. Pero el procesamiento de la
información no se circunscribe sólo a las operaciones económicas y a las entidades
financieras, sino también a las distintas instituciones sociales en el que se
reproduce la vida cotidiana, ya que la ingente información a la que uno puede
tener acceso está disponible mediante el uso de dispositivos móviles, cuyo uso se
ha convertido ya en fenómeno masivo [1]. Para
esto, el servicio de Internet permite a
sus usuarios acceder e intercambiar información desde distintas partes del
mundo; y, a la vez, permite interactuar en tiempo real con otros usuarios
mediante las redes sociales. Toda esta serie de intercambios de información forma
parte del mundo virtual, que paralelamente al mundo real se frecuenta e
interactúa, no sólo para estar informados sino también como un pasatiempo que
ocupa el tiempo de ocio y que ya forma parte de la interacción social. Empero, ¿la información que propalan los
medios de comunicación es una descripción de los hechos o forma parte también de la reproducción
de la ideología?
1. La información política.
La información política
que reproducen los medios de comunicación [2]
se convierte en un amplio conjunto de mensajes que se trasmiten de manera
intencional en relación a la tensión política. La tensión política es una
situación de hecho y de poder. El poder político no sólo le da un sentido al
orden social sino que tras la escenificación del poder el orden se reproduce
también a partir del discurso político. Precisamente en la reproducción del
discurso político, la información que se trasmite comprende una serie de
mensajes previamente elaborados. Por eso la elaboración de la información no es
de ninguna manera un reflejo de los hechos sino un ordenamiento de los mismos,
en función de la orientación que le da quienes son dueños de los medios de
comunicación. Es decir, la información que tales o cuales medios de
comunicación trasmiten y divulgan en función de determinados hechos tienen un
referente empírico, es decir, lo que sucedió; empero, la manera de informar
sobre lo que sucedió, varía de acuerdo a cómo se elabora el discurso y cómo se
fija la imagen, Por ejemplo los
titulares sobre un mismo hecho noticioso varían de acuerdo al énfasis que le
pone tal o cual medio de comunicación, debido a la orientación y a la defensa
de implícitos intereses que representan esos medios en la sociedad.
Portada de algunos diarios peruanos el día 17 de julio del 2013. En las portadas de la prensa escrita en el Perú, así como en muchas parte del mundo, se expresa muy bien la defensa de los intereses económicos con un claro carácter de clase. Hecho tan congruente a la política como un hecho social. Imagen tomada del Blog Grancomboclub ver quí Pulse |
La información que se trasmite y divulga a través de los medios de comunicación tiende a connotar la realidad. La connotación de la realidad se debe al sentido del orden que adquiere la realidad cuando se trasmite la información, que en muchos casos es muy distinto a lo que otro medio trasmite sobre lo mismo. Pero la connotación de la realidad no significa que exista un problema de percepción o de interpretación sobre los hechos, sino que se debe a la reproducción del poder que ejercen los medios de comunicación sobre el orden social. El poder de los medios de comunicación no radica sólo en el poder económico que representa por ser una empresa comunicativa, sino también en el poder de la imagen y el discurso que connota la realidad. Cuando los medios de comunicación tienden a representar el orden social lo hacen en función de la información que reproducen. Por eso en buena cuenta, la reproducción de la información tiende a ser la reproducción de un orden que constantemente se connota, debido principalmente a la manera cómo se reproduce la política en función de los medios de comunicación. Tales rasgos que caracterizan a la información y que reproducen los medios de comunicación forma parte de aquello que Giovanni Sartori llama la video-política.
2. La video-política y sus consecuencias.
La video-política es un rasgo de la
política contemporánea, básicamente consiste en que la política se encuentra
pautada por el poder que ejercen los medios de comunicación audiovisual en el
espacio público. Puntualmente, la video-política es la política televisada, es
decir, cuando la política se subordina a la imagen televisiva se vuelve
video-política. La subordinación de la política a la imagen televisiva es un hecho
posible de ser corroborado, debido a que si tal o cual hecho político no es
trasmitido por la televisión, pierde su capacidad de impacto o, en su defecto,
simplemente nunca “existió”. Un síntoma
de tal relación subordinada a la imagen televisiva es aquella afirmación
que reproducen muchos políticos: “si no sales en televisión, simplemente no
existes”. Tal exigencia es muy
acentuada, sobretodo, durante el periodo electoral en el que los candidatos
tienden a hacer lo que sea por salir en televisión y en los demás medios de
comunicación. En función de la información, la video-política genera las
siguientes consecuencias: la política como espectáculo, la banalización de la
política y la indeterminación de lo público y lo privado.
La política como espectáculo es
un rasgo muy acentuado por la televisión en el mundo contemporáneo. Ya sea
durante la campaña electoral, así como durante el curso del gobierno, la
política al ser trasmitida y elaborada en función de la imagen televisiva se
vuelve un espectáculo constante. Al respecto, durante las campañas electorales
es usual ver a los candidatos participar de una serie de programas televisivos
que tienen que ver con el entretenimiento, la risa y la nota jocosa; en muchas
de estas situaciones los políticos se exponen y se convierten en parte del show
mediático, espacio en el que compiten por ser el más carismático. El carisma es
un elemento básico para generar la empatía con los demás, pero cuando se exige
en función del espectáculo televisivo resulta siendo algo evidentemente forzado
y sobretodo actuado. La actuación es parte de la construcción de la imagen del
político, pero la sobreexposición en función de la imagen jocosa cumple otra
función, a saber, que las aspiraciones políticas que se divulgan (las promesas
electorales) sean una prolongación del espectáculo. Esta imagen se verá
reforzada luego cuando los políticos hagan caso omiso de sus promesas
electorales. Pero la política como espectáculo no sólo se elabora mediante la imagen
televisión, sino también mediante la prensa escrita y radial, como una
prolongación de la anterior, en la medida que reelabora sus titulares en
función de la exposición televisiva, hecho muy frecuente cuando se propalan y
difunden opiniones y exabruptos en que han incurrido algunos políticos.
La banalización de la política es
una consecuencia de la política como espectáculo. Cuando la política se hace
espectáculo, la información que los medios enfatizan se encuentra en función del
sensacionalismo. El sensacionalismo es la exageración de la nota periodística
en donde los aspectos secundarios o nimios del hecho noticioso se acentúan y forman
parte de la información. Por eso la información sensacionalista se ha
convertido en sinónimo de exageración. Más aún, mediante el sensacionalismo se
identifica lo mediático con el impacto del momento; o en su defecto, con la
nota periodística que se elabora para distraer a la opinión pública. Por eso la
distracción es parte de la banalización de la política. Cuando la política se
banaliza la información tiende a formar parte más de lo anecdótico y afectivo;
hasta el grado de que los rumores y las sospechas pueden convertirse o
considerarse como parte de la información. Pero ¿por qué se banaliza la
política? La política se banaliza porque cuando se exageran los hechos
noticiosos, muchos de ellos pierden su condición informativa para trocarse en simples
mensajes afectivos. De ahí que en la banalización de la política los hechos
políticos sean percibidos como un juego de pasiones sin sentido o de afectos
encontrados y enfrentados. En la banalización de la política, la imagen de los
políticos se construye entre lo cómico y la impostura; lo cómico, porque los
políticos se verán exigidos a formar parte de un show en el que deben hacer
todo lo posible para llamar la atención; y, la impostura, porque la imagen del
político será el resultado de una relación inversamente proporcional entre lo
que dicen y lo que hacen.
La indeterminación de lo público y lo privado en la política contemporánea es una de las consecuencias de la
banalización de la política. Cuando la política se banaliza todo puede ser
considerado parte de lo público por el simple hecho de llamar la atención en
función del espectáculo. Por eso es frecuente que la vida privada de algunos
personajes públicos sea divulgada a través de los medios de comunicación con
total desfachatez. La imagen de la desfachatez y los discursos políticos
desenfadados, casi siempre se acentúan desde lo privado, convirtiendo a lo
público en mero reflector de afectos y tensiones privadas. La soltura y la
cotidianidad que caracteriza al discurso privado, se ha convertido en un rasgo
y en una exigencia del discurso político que se reproduce a través de los
medios de comunicación. La exigencia del espectáculo que ha banalizado la
política contemporánea, ha posibilitado que ciertos asuntos privados sean considerados como parte de lo público. Además,
es frecuente observar a través de los medios de comunicación cómo se pasa de un
hecho funesto (por ejemplo un accidente con muchas víctimas) a un hecho
divertido (por ejemplo a una excentricidad de tal o cual personaje público) para
reforzar la orientación sensacionalista que tiene lo privado. Tal rasgo ha
influenciado en el discurso político en la medida que la función del lenguaje
informativo pasa a segundo plano y en su lugar la función expresiva del lenguaje
cobra relevancia en la comunicación.
3. La información y el conocimiento.
Tales consecuencias
que caracterizan a la video-política ha hecho que la información que se
reproduce a través de los medios de comunicación no sea lo mismo que el
conocimiento. El conocimiento implica la comprensión sobre los hechos tras un
proceso de razonamiento; mientras que la información no es más que una serie de
nociones sobre hechos muy puntuales, sujeta siempre a la situación y al momento
en que ha surgido. Muchas veces la información es el resultado de una
acumulación de nociones, mas no de una relación de hechos. Por eso, como bien
observa Giovanni Sartori, “la información no lleva a comprender las cosas: se
puede estar informadísimo de muchas cuestiones, y a pesar de ello no
comprenderlas”. Empero las informaciones son variadas y de distinta índole, a
saber, no es lo mismo informarse sobre cuestiones frívolas o de sucesos que
tienen un simple valor cotidiano, narcisista o egotista (como por ejemplo lo que abunda en las redes sociales como el facebook, y en la información del
espectáculo), que informarse sobre cuestiones de interés nacional o local (la
información política). Lo último, si
bien es cierto, cobra una gran importancia en el espacio público en la medida
que anima la opinión pública, así como expresa la tensión del espacio político y
nos acerca al discurso de los políticos, no debe ser confundido como si a
través de esa información pudiéramos conocer sobre los hechos políticos. Muchas
veces la información que se reproduce sobre la política, además de ser nociones
del momento, son también la expresión de una serie de luchas por informar
frente a la desinformación.
4. La desinformación como parte de la información
política.
La desinformación
no es sólo la falta de información sobre tal o cual suceso, sino que es el
resultado de aquella abrumadora información, muchas veces exagerada y
tendenciosa, sobre determinados hechos políticos. La abrumadora información
tendenciosa y banal forma parte de la video-política. Por eso la desinformación
es también una consecuencia del hecho
comunicativo, que se encuentra muy presente en el espacio público en la medida
que los grandes intereses del poder político se vean afectados de acuerdo a la
coyuntura política. En este escenario los medios de comunicación también juegan
un papel similar a los políticos en el espacio público, a saber, la lucha por
posicionar y defender sus intereses mediante un discurso sobre el orden.
Generalmente la defensa de un orden pasa por mantener y reproducir una sola
línea de información, que no es más que
la expresión de la información oficial y gubernamental; y, a su vez,
tiene la pretensión de convertirse en la expresión mayoritaria de la opinión
pública. El riesgo a que conlleva la defensa de un determinado orden es que la
información oficial ayude a la desinformación sobre el orden. Un síntoma que
evidencia una situación de
desinformación es aquella información que se sustenta en lugares comunes y
trillados sobre el orden (actualmente acentuar la defensa de la democracia y el Estado
de Derecho son lugares comunes muy frecuentes que reproducen muchos de esos
ideólogos); asimismo, aquella información que se emplea para desinformar
frecuentemente soslaya o censura la opinión de los opositores al orden. En tal
situación la desinformación cumple una función como parte de aquella la lucha
por el poder de la imagen y el discurso; y, por ende, forma parte también de la
cuestión de poder.
Generalmente se
subraya el papel que cumplen los medios de comunicación en la sociedad, cuando
se pretende sustentar la naturaleza y la importancia de la información; empero,
se minimiza el papel de los medios de
comunicación cuando se aborda el tema de la desinformación. En función de la
comunicación política, ambos fenómenos deben ser tomados en cuenta para
entender no sólo los mensajes que asumen y reproducen los sujetos políticos en
determinadas coyunturas, sino también para trazar coordenadas que nos permitan
entender hacía donde apuntan las intenciones de los sujetos políticos; asimismo,
establecer la relación entre ambos fenómenos comunicativos, nos permitiría acercarnos
a aquellos cambios que modifican la
correlación de fuerzas en el espacio político.
Tanto la
información así como la desinformación, comprenden una serie de mensajes sobre
el orden. La información básicamente apunta a dar cuenta sobre el
funcionamiento del orden; mientras que la desinformación, a mantener la
reproducción del orden. Cuando uno medianamente se encuentra informado reconoce
cómo funciona el orden. Tal condición permite que la reproducción de la política
no sea ajena a las impresiones que uno se hace sobre la vida social. Asimismo
la información adquiere un valor en el espacio político porque su manejo
permite orientar e influenciar sobre la opinión pública, ya que la información
ayuda a legitimar la práctica política de quienes ejercen alguna representación
política. Si los sujetos políticos tienden a luchar por posicionarse sobre el
espacio político, el discurso político tiende a orientar la información desde
el espacio público. Por eso el espacio público se convierte en el escenario en
donde también se disputa la hegemonía por la información. Tal situación ha
hecho que los medios de comunicación se encuentren en franca competencia, entre
unos y otros, para mantener y sostener el orden. Pero también existen aquellos
medios de comunicación que han sido llamados medios alternativos porque muchas
veces disienten de la orientación que toman los grandes medios de comunicación
masiva. La información que reproducen los medios alternativos se caracteriza por
revertir el grado de desinformación en el espacio público.
Frecuentemente la
desinformación en el espacio público tiende a naturalizar el orden, porque suspende
y aleja todo cuestionamiento sobre el orden. Sumado a ello, el desinterés, como
un rasgo de la desinformación, tiende a convertir la información en un cúmulo
de datos circunstanciales y sin importancia. A la larga la desinformación
consolida un único relato, a saber, “todos los relatos son iguales” o “todos
los mensajes son iguales”. Tal indeterminación
sobre los hechos políticos tiende a mantener el orden, porque si todo se
encuentra indeterminado, no tendría sentido distinguir los discursos políticos,
unos de otros, porque en el fondo todos serían más que lo mismo. Esto
políticamente indicaría que el cambio es imposible y, por ende, el orden se
mantiene. Por eso una de las formas para mantener el orden es la
desinformación.
La reproducción del
orden a través de los medios de comunicación es muy significativa y muy sutil,
ya que no se circunscribe sólo a la reproducción de los hechos noticiosos, sino
que abarca también toda la clase de información que divulga. Desde aquella
imagen banal, animada por la publicidad, hasta aquella imagen magnánima que
embelesa por las mercancías que representa, hay una constante, a saber,
familiarizar la imagen con la reproducción de la vida cotidiana. Por eso, en
función del orden, toda información resulta siendo intencional en el espacio
público. Esa intencionalidad en función de su orientación pública es eminentemente
política porque lo que se informa, tanto como aquello que no se informa, ayuda
a mantener y reproducir un determinado poder. La reproducción del poder en
función de la información es un rasgo que caracteriza a los medios de
comunicación porque ellos también ejercen un determinado poder, a saber, el llamado
Cuarto Poder.
Políticamente
hablando, los medios de comunicación considerados ya como Cuarto Poder no son
nada neutrales porque la reproducción de la información que propalan responde
también a la coyuntura y al cálculo político que frecuentemente periodistas y
medios realizan antes de divulgar tal o cual información. Por eso un estudio
sobre los hechos ideológicos en la sociedad contemporánea debe determinar la
orientación política hacia donde apunta la información que reproducen los
medios de comunicación.
Juan Archi Orihuela
Lima, 20 de julio
del 2014.
Notas
[1] Los dispositivos móviles son aparatos pequeños que tienen la capacidad
de procesar y almacenar información en una memoria limitada, asimismo se
encuentran conectados permanentemente o eventualmente a una red. Entre ellos se
encuentran el teléfono móvil, la Laptop (“computadora de mano”), el Black
Berry, el IPhone, la Tablet y demás.
[2] Además de la prensa escrita, actualmente los medios de comunicación se
han diversificado en lo audio-visual, no sólo la televisión forma parte de ella
sino también la red informática que brinda el Internet mediante una series de
servicios para interactuar en el mundo virtual, a saber, las redes sociales
(facebook, twitter y demás), los correos electrónicos, los blogs, las páginas
webs y una serie de medios alternativos para intercambiar información de
diversa índole que se ha venido almacenando y reproduciendo ilimitadamente ya
sea en textos, audio, imágenes o video. Tal ha sido ese impacto e incremento de
usuarios en el mundo que muchos medios de prensa se han visto obligado a hacer
uso de los mismos. Por ello la comunicación en el mundo contemporáneo se
encuentra en expansión acelerada a través del mundo virtual. Pero no toda
información que reproducen tales medios informa al lector sino todo lo
contrario.