Hace algunos días el escritor peruano Dante
Castro, autor de libros de cuentos como Otorongo
y otros cuentos (1986), Tierra de
Pishtacos (1992), Cuando hablan los
muertos (1998), Cuentero de monte
adentro (2007) y demás, se atrevió metafóricamente hablando a nadar contra
la corriente, a saber, emitir una opinión política contraria (y tan necesaria a
mi juicio) al ideario que ciertos “liberales de izquierda” pretenden abanderar
como si fuera un tema en la agenda de la izquierda en el Perú, a saber, el
"matrimonio gay" [Ver Aquí]. La reacción, tan predecible, no se hizo esperar, a
saber, la descalificación chirriante, los insultos manidos, así como aquella
muletilla de llamar “homofóbico” a Dante Castro. De igual manera sucedió con un
reconocido líder como Marco Arana, a quien se le cuestionó de todo y a quien
también se le calificó tan sueltamente de “homofóbico”, simplemente porque
consideró que sobre esos temas se debe debatir.
Empero, la irritación que generó Dante Castro entre
aquellos que se consideran así mismos
como ciudadanos justos y correctos, “luchadores” y “defensores de la libertad”,
fue una horterada catarsis. Tales descalificaciones al parecer dan un límpido
mensaje, a saber, para los “liberales de izquierda” o simplemente liberales
(para llamar a las cosas por su nombre) no cabe disentir, ni mucho menos cuestionar,
como lo hace Dante Castro, hacia donde apunta, políticamente hablando, tal
ideario pretendidamente “libertario”.
Sobre aquel ruidoso caballito de batalla que eventualmente
embanderan los liberales de izquierda, a saber, la “libertad”, Dante anota
desde el saque y en bloque lo siguiente:
“Dizque en una economía liberal
puedes optar por la mercadería que más te gusta. Libre concurrencia desde Adam
Smith hasta Hayek. Dizque puedes hacer con tu cuerpo lo que quieras: abortar, mutilarte, consolarte con aparatos
para placeres solitarios, cambiar de sexo, etc. Para eso hay ofertas de
todo tipo. Y por qué no la legalización
de las drogas. Uno debe ser libre para escoger la forma de suicidarse.
Hasta a la naturaleza de una persona se le llama "opción sexual" y a los niños les enseñarán en el futuro
a que pueden elegir enamorarse de un varón o de una mujer. Dizque en este
sistema el interés privado puede más
que el interés público. Por lo tanto, el neoliberalismo es el sistema más justo
para algunos elementales de la comunidad LGTB”. [Las negritas son mías].
El cuestionamiento a toda ideología pasa por
considerar las consecuencias de sus ideas- fuerza. Para el caso de las ideas
liberales, esta se encuentra en el significante de la libertad. El
neoliberalismo, como ideología, no sólo es una prolongación del liberalismo por
otros medios, sino que se compagina muy bien con el sentir y el deseo de
ciertos sujetos fachendosos que insistentemente se la pegan de “libertarios”. En
lo anotado por el autor de Tierra de
Pishtacos, uno puede reconocer cuatro actitudes que orientan aquel discurso y práctica “libertaria” en la
actualidad: el cinismo (“puedes hacer
con tu cuerpo lo que quieras”), el escapismo
(“la legalización de las drogas”), el sexismo
[entendida en su primera acepción como “atención preponderante al sexo en
cualquier aspecto de la vida”] que viene sobrevalorando la volición en función
del goce (la llamada “opción sexual”) y el individualismo
(“el interés privado”).
Pero no sólo Dante Castro llama la atención
sobre aquellos rasgos que comprenden aquel discurso considerado por algunos
como “progresista”, sino también sobre lo obcecado que resultan aquellos
discursos sobre el género y la etnicidad que frecuentemente uno escucha o lee, casi
siempre acompañado de actitudes fachendosas y paternalistas que reproducen sus
correspondientes sujetos emisores. Al respecto Dante menciona lo siguiente:
“(…) Allí está Obama y cierta
izquierda celebró la elección de un afrodescendiente. Mañana elegirán
presidente de EEUU a un gay o una lesbiana y los izquierdistas de shopping
center celebrarán como celebraron aquella ceremonia del Oscar en que dos lesbianas
se besaron públicamente (…)”.
Asimismo a juicio de Dante, la madeja de los
liberales también la ovillan o la enredan las feministas a partir de la llamada
“cuota de género”.
“Ya vemos que no se trata de
igualdad de derechos simplemente. Pero hay derechos que se pretenden imponer a
través del objetivo matrimonial: la cuota de género, por ejemplo. Así como hay
que buscar mujeres para cumplir con la cuota de género al inscribir listas
congresales, mañana tendremos que buscar gays para completar la cuota LGTB en
cada partido. Si no los tienes, los inventas”.
Pero lo que llama la atención de esa actitud
“libertaria” e “igualitaria” es un hecho inusual, a saber, la inmunidad que han
alcanzado ciertos sujetos frente al cuestionamiento político. Es decir, al
parecer nadie puede cuestionarlos o se atreve a cuestionarlos a riesgo claro de
ser motejado (ya sea de “homofóbico”, “machista” o “racista”). Por eso la
irritación furibunda contra Dante Castro no fue un hecho fortuito. Tal como se
reproducen las percepciones en el interior de la política contemporánea los
sujetos “gays” gozan de esa inmunidad. Las feministas van por ese camino. Los
que enfatizan la cuestión étnica distan de eso, pero ante la insistencia de
aquellos sujetos paternalistas que eventualmente ven o denuncian actos de
racismo o discriminación, al parecer lo lograrán, aunque claro a través de sus
voceros (onegeros y demás).
Para los liberales, que en el fondo conforman
el núcleo de la derecha, la izquierda siempre será lo más negativo de la
sociedad porque azuza las demandas del “populacho”, como históricamente lo ha
hecho durante el siglo XX, ya sea mediante la movilización de masas o mediante
la lucha armada; por eso insistentemente los liberales a través de sus voceros
mediáticos pide y sobretodo exige a ese núcleo pequeño-burgués “libertario” que
ejerce cierta influencia en la izquierda que sean y se comporten como “ciudadanos” (según ellos la izquierda debe ser una "izquierda moderna").
De lo contrario pueden aprender malos ejemplos como en Venezuela, Bolivia y el
Ecuador (países en el que los procesos de transformación social han sido impulsados por urgentes demandas populares y por ende tienen un claro carácter de clase, razón por la cual aquellos gobiernos populares son abominados y temidos por los liberales en el Perú y en el continente). De ahí que los liberales abogan sólo por la construcción de la
ciudadanía. Incluso no tienen reparos en sostener que la “igualdad” y la “inclusión”
se circunscribe sólo a la igualdad ante la ley.
Esos liberales son bien conocidos en el
interior de la izquierda, frecuentemente son aquellos que reproducen prácticas paternalistas,
ya sea cuando hablan por aquellos que consideran el “otro” o cuando se
relacionan con el que llaman el “otro”, pero sobretodo se caracterizan por
concebir que la igualdad se encuentra en función de la ciudadanía. Por eso el
discurso de la ciudadanía forma parte de su ideario tan manido, así como de su
performance del “justo medio”.
Lo cierto es que la “igualdad” mediante la
ciudadanía no es nada igualitario que digamos, ni mucho menos es tan “libertario”
como se estila leer en muchos discursos cínicos, individualistas y sexistas
(aquellos que enfatizan el sexo) porque en el fondo tan sólo expresan una
mentalidad adolescente cuando espetan: “yo puedo hacer lo que quiero” o “mi
cuerpo es mío y yo decido”.
Pero la crítica de Dante Castro apunta también
a la cuestión de clase, medular en su escrito. Desde hace algún tiempo bajo la
influencia de esa “izquierda” animada por esos liberales se considera que el
clasismo es una forma de discriminación. Es frecuente escuchar o leer ideas al
respecto, motejando siempre al clasismo. Y como lo “progre” es luchar contra
toda forma de discriminación, “no vale azuzar o enfatizar las diferencias de
clase porque te pueden “discriminar” por no ser del pueblo, manyas”. Por eso la agenda política para
esa pretendida izquierda se encuentra lejos de los intereses de clase. La lucha
de clases para los liberales, ya fue, no existe (Ese siempre fue su discurso).
“Ahora somos o podemos ser ciudadanos y así seremos iguales ante la ley”, tal
sería ahora el mensaje y parte de su discurso “libertario” e "igualitario".
Por todo ello, encontrar opiniones disidentes
como la de Dante Castro en el interior de la izquierda en el Perú es muy
saludable porque no sólo son atrevidas sino porque son dichas desde una clara
posición política de izquierda. Si bien es cierto que el grueso de su discusión
toma como pretexto el manido tema “gay”, los cuestionamientos apuntan a algo
más amplio que tiene que ver con una cuestión ideológica de fondo. Para que la
izquierda en el Perú no sea un mero cajón de sastre urge encarar esa urgente
cuestión ideológica y Dante Castro ya dio un paso al respecto.
Juan Archi Orihuela
Miércoles, 25 de septiembre del 2013.