I
La igualdad ha sido uno de los
principios que ha fundamentado una serie de discursos políticos durante el
siglo XIX. La reflexión racionalista del siglo XVIII sobre la sociedad en su conjunto
ha jugado un papel muy importante al respecto, como por ejemplo las reflexiones
de Rousseau sobre el problema de la desigualdad (entre los hombres) a partir
del origen de la propiedad privada. Asimismo con la ilustración la ratio
(razón), al erigirse como ente universal propio de la humanidad, posibilitó
pensar la igualdad entre los hombres en función de la
facultad racional. Sumado a ello la reproducción del discurso igualitario
circunscrita al ámbito jurídico (la igualdad ante la ley) ha sido animada por
cierto liberalismo. Su expresión más acabada al respecto es la democracia liberal,
aquella que es animada por los liberales y que es hegemónica en el mundo, y que
ha logrado constituirse a lo largo de un proceso en el que ha mantenido a
regañadientes aquel principio para legitimarse.
Por eso es que uno se ve impelido
y sobretodo se ve exigido a aceptar la igualdad no sólo ante la ley. Pero esa igualdad muchas veces se refiere (mejor
dicho se entiende e interpreta) a una serie de situaciones que exceden aquel
tópico y que en muchos casos se identifica (o es asumido por algunas mujeres) como una competencia
que linda con el paroxismo. Desde luego que esas exageraciones igualitarias se
exigen para mantener el principio de la convivencia social a pesar de que de
facto imperen las mayores desigualdades posibles e inimaginables.
La igualdad ante la ley es una
igualdad política y tal como es planteada y animada esa igualdad es una bandera eminentemente liberal. La
circunscripción de la igualdad a tal ámbito ha sido una conquista gradual de
aquellos que han luchado por estar en aquel espacio, que de por si pauta, apaña
y mantiene las demás desigualdades (sobre todo las que se generan por la
determinación económica) en la medida que se acentúa, muchas veces
exageradamente, la condición volitiva del hombre a través del significante de
la libertad.
Precisamente la libertad es aquel
significante que en estos tiempos posmodernos se ha acentuado tanto hasta convertirse,
si cabe el término, en el axioma de la ideología liberal. Es decir, a partir de
la pretendida libertad que se arrogan tales o cuales sujetos, muchas veces de
manera fachendosa, se tiende a justificar toda práctica de diversa índole en la
reproducción de la vida cotidiana. Por eso es que exageradamente aquel tópico de
la igualdad política, medular para cierto liberalismo, se ha trocado en una
burda ideología sobre la igualdad entre los sexos fuera del ámbito jurídico. Esa
ideología igualitaria frecuentemente es animada por el discurso feminista (que
se caracteriza por hacer catarsis de la condición histórica y presente de la
mujer como víctima y por acentuar exageradamente la noción de género en la
reproducción de la vida cotidiana) y que en el fondo no es más que la reproducción de la ideología liberal por
otros medios. Tal discurso ideológico se ha convertido desde hace muchos años
en lo que se suele llamar lo políticamente
correcto que se reproduce en todo discurso (no sólo político) y que no sólo
se elabora para no quedar mal con nadie, sino para evitarse alguna censura o
cualquier crítica horterada.
Plantear, exigir o desear, la
igualdad entre los sexos no es nada nuevo. Tal igualitarismo es tributario de
la igualdad política que se consigue a través de la ciudadanía, a saber, tanto
hombres como mujeres son iguales ante la ley. Desde luego que los grados y los
mecanismos que permiten esa igualdad varían en función de la organización
política y la reproducción del modo de producción. Sin embargo la reproducción
económica del mundo capitalista al
generar gradualmente condiciones igualitarias de acceso a la producción y al
conocimiento, paradójicamente está demarcando las diferencias naturales y culturales
que existe entre los hombres y las mujeres. Es decir, en el capitalismo, así
como acentuadamente se da en el precapitalismo, los hombres y las mujeres son,
a pesar de esa obcecada ideología igualitaria animada por el feminismo,
inevitablemente desiguales.
Aceptar la desigualdad entre los
hombres y las mujeres no implica necesariamente la sujeción de las mujeres a
los hombres, sino reconocer que en el trasfondo de la reproducción social la
condición biológica del ser humano genera una serie de pautas necesarias en la
concreción de la vida de los hombres y las mujeres. Y precisamente en la
concreción de la vida social aquella condición de desigualdad que se establece entre
ambos radica el fundamento de una
necesaria diferencia, culturalmente hablando. Al respecto el dato empírico de
la reproducción de una sociedad como la noruega que ha ampliado el acceso,
tanto a hombres como a mujeres, en
iguales condiciones a la producción, mediante la educación y el trabajo, es
contundente al respecto.
II
Noruega ha sido considerado el
país con mayor igualdad en el mundo. La ONU en el 2008 la declaró como tal. El
referente igualitario radica en las condiciones igualitarias que tienen tanto
hombres como mujeres para acceder a la producción a través de la educación y el
trabajo. Al respecto, la discriminación, frecuente en países del Tercer Mundo para
orientar y demarcar tal o cual condición de ventaja o desventaja, no tiene
ningún asidero en Noruega. Pero la consecuencia de tal igualitarismo ha sido el
acentuar las diferencias sociales y culturales entre hombres y mujeres en
función de la producción.
En el documental “La paradoja de
la igualdad” (2010) se muestra que el discurso igualitario entre hombres y
hombres, carece de toda evidencia empírica para sostener aquel manido discurso
liberal sobre la igualdad entre ambos. En contraposición a tal
discurso liberal, las evidencias y referencias que gradualmente viene arrojando
la ciencia permiten sostener lo contrario [1].
La paradoja de la igualdad entre
hombres y mujeres parte de un hecho, a
saber, según el Informe Oficial “Genero y Sueldos” de Noruega aproximadamente
el 90% de enfermeras son aún mujeres, mientras que aproximadamente sólo un 10%
de los ingenieros son mujeres. Tal regularidad se presenta desde los años 80.
Al respecto el gobierno ha intentado incorporar hombres en enfermería y mujeres
en ingeniería, pero todas las medidas que se han tomado e implementado han
mantenido con cierta regularidad las cifras mencionadas.
Frente a tal dato contundente de
la realidad, personajes como la ex-ministra de infancia e igualdad, Anniken
Huitfeldt, no tiene problemas en desmentir que las niñas tengan algunas
limitaciones intelectuales para dedicarse a la ciencia y la técnica (que
implica los grados de abstracción racional y la complejidad de las operaciones
lógicas y matemáticas), porque según el discurso de género tanto hombres como
mujeres son iguales. Pero si no son las limitaciones intelectuales las que
marcan esa diferencia tal vez sean las motivaciones. Al respecto cuando se le
pregunta a unas enfermeras en su centro de trabajo el por qué son pocas las
mujeres que trabajan en el área referida a la técnica y a la ingeniería
responden que frecuentemente a las mujeres les resulta aburrido aprender tales
materias. Y ante la interrogante del entrevistador “¿Pero acaso trabajar con
partes de un ordenador y desarrollar sistemas, no es también un desafío
interesante?”, una de ellas responde: “si, pero no tanto como encontrar
personas cada día y hablar con ellas”.
Evidentemente las motivaciones se
encuentran en función de las necesidades y las condiciones que permite todo
orden social en el que se desenvuelven y desarrollan las capacidades que tienen los sujetos. Al
respecto en el Centro de Ciencias Naturales de la Universidad de Oslo se
investigó por qué hay tan pocas chicas que desean estudiar ciencias. Una de las
investigadoras de tal centro, como Camila Schreiner, llevó a cabo una
investigación que recoge muestras de 20 países, concluyendo que las chicas de
países menos igualitarios (como por ejemplo las mujeres del Tercer Mundo) están
más interesadas (aunque no siempre estudian lo que les apremia) en aprender
materias técnicas y de ciencias que las jóvenes noruegas, siendo la
determinación económica (la inserción al mercado laboral) la que acucia tal
decisión (que se trueca en motivación) en aquellos países.
En el caso de Noruega, si los hombres
y las mujeres tienen iguales condiciones y libertades para elegir lo que desean
estudiar (y no sólo es el deseo sino que efectivamente lo hacen), ¿acaso la
diferencia por el interés por la ciencia y la técnica, preferido
mayoritariamente por los hombres y en menor número por las mujeres, no radica
en una predisposición biológica? El fundamento biológico del ser humano,
ineludible para la ciencia, generalmente es soslayado y evitado por quienes
animan la igualdad de género. La diferencia no sólo en la estructura somática
de ambos es minimizada por el discurso de la igualdad, sino al respecto de
cuestiones que tienen que ver con la estructura fisiológica, psíquica y
sobretodo con la diferencia cerebral es pasada por alto.
Cathrine Egeland, investigadora
de género del Instituto de Investigación Laboral en Noruega, y que ha escrito
sobre las elecciones profesionales sobre hombres y mujeres ante la interrogante
de si la diferencia entre hombres y mujeres no radicaría en el factor biológico
(como por ejemplo la diferencia tajante del cerebro entre ambos), responde lo
siguiente:
__ No sé si hay
algo de cierto en eso o no [evadiendo la pregunta]. Pero es chocante ver cuanto
interés hay en encontrar esas diferencias.
__ ¿Tú no estás interesada en esas diferencias?.
__ No, no. Me interesa muy poquito.
__ ¿Entonces no es relevante ver las
diferencias cerebrales para comprender por qué los hombres se hacen más a
menudo ingenieros y las mujeres enfermeras?
__ No, no, no eso… No.
Asimismo, Jurgen Lorentzen,
investigador de género del Instituto Centro Interdisciplinario de Investigación
de Género en la Universidad de Oslo, ante la misma interrogante responde lo
siguiente:
__ Hay investigaciones que afirman que los
cerebros del hombre y la mujer son distintos.
__ Si. Son
investigaciones anticuadas. La mayor parte de esas investigaciones son
obsoletas, según demuestran estudios posteriores. La mayoría ya no habla de que
el cerebro se configure de formas
diversas.
__ ¿Entonces la diferencia entre chicos y
chicas es sólo genital?
__ ¡No!, ¡hombre!
Los pechos, vello, estatura o masa muscular son otros aspectos. Pero aparte de
eso no hay diferencia.
__ Y los sentimientos, las
emocione, los intereses.
__ Intereses, inteligencia, capacidad.
__ ¿Son idénticos?
__ Sí, en principio son idénticos.
Frente a tales respuestas
(evasivas y sin referencia a algún estudio contemporáneo al respecto) es
evidente que aquel igualitarismo que se sustenta en principios (“en principio
son idénticos”) anima toda duda y sospecha al respecto. A lo más se apunta a
dar cuenta sobre el papel que cumplen ciertos factores sociales en la
configuración de aquella diferencia
entre ambos. El mismo Lorentzen menciona lo siguiente:
__ Eso muestra
que seguimos inculcando fuertemente los roles de género en los niños y jóvenes.
Nosotros nos encargamos de marcar sistemáticamente las diferencias entre niños
y niñas desde el primer día.
Sin embargo, tal respuesta que se
ha convertido en moneda corriente y que siempre se escucha en todo discurso de
género que animan aquel igualitarismo en función de la libertad, tiene poco
asidero con la realidad. Hay algunas investigaciones que dejan serias dudas
frente a tal aseveración.
Richard Lippa, profesor de
psicología, en asociación con la BBC de Londres ha realizado una enorme
encuesta a través de Internet, la muestra recogida corresponde a 200000
personas, tanto hombres como mujeres de 53 países, procedentes de continentes
como Europa, America (toda America del norte y Sudamérica), África y Asia. A
los encuestados se les preguntó, tanto hombres como mujeres, en que les
apetecía más trabajar.
__ ¿Y qué se encontró?
__ Hay grandes
diferencias. Los hombres se interesan más por ocupaciones relativas a cosas
físicas, como ingeniería o mecánica. Y las mujeres están relativamente más
interesadas en trabajar con la gente.
__ El motivo de este esquema podría deberse a
que las mujeres en el mundo entero son alentadas, por el hecho de ser mujeres,
a comunicar a hablar y ser más sociales?
__ Es posible
que haya un grado de verdad en esa afirmación. Pero cabría esperar que algo
fuese distinto entre todos estos países, si la cultura tuviera una influencia
importante en estos temas. Pero el resultado del estudio fue idéntico en los 53
países. En otras palabras: es igual tanto en Noruega como en Arabia Saudita,
Pakistán, India, Singapur o Malasia. Es muy grande la diferencia entre hombres
y mujeres. Y esta diferencia parece existir en las 53 naciones.
__ ¿Y que cree Lippa que sea el motivo de esas
diferencias de género en todas las culturas?
__ Cuando ves
resultados como estos, de dos líneas que son casi planas y no cambian en
ninguno de los países, es probable que la causa sea biológica.
Por su parte el profesor Trond
Diseth, director del área de psiquiatría infantil del Hospital Nacional de
Noruega, ha desarrollado un test para saber si existen diferencias de género a
temprana edad. Al respecto el mismo menciona lo siguiente:
__ Hemos seleccionado
diez juguetes diferentes. Hay cuatro juguetes “femeninos”, cuatro definidos
como masculinos, y los dos restantes considerados como neutros. Estos diez
juguetes se colocan de manera concreta. Luego observamos al infante y cómo se
relaciona con ellos mientras registramos en video. Notamos que hay claras
diferencias entre niños y niñas saludables (con edades a partir de los nueve
meses), en cuanto a que los niños eligen juguetes masculinos y las niñas,
juguetes femeninos.
Frente a la interrogante de si no
es el medio el que estaría influenciando la elección de los juguetes, ya que
los niños y niñas estudiados tienen entre nueves meses, Diseth responde:
__ Los niños
nacen con una clara disposición biológica de género y comportamiento sexual.
Después será el entorno, la cultura, los valores y expectativas que nos rodean,
los que se encargarán de favorecer o de atenuar esto.
__ ¿Crees que la sociedad puede forzarlo un
poco, pero sólo hasta cierto punto?
__ Si, pero no
de manera tan decisiva que pueda modificar la identidad inherente y la
predisposición de género.
Pero si el estudio de Diseth
puede generar cierta duda por la muestra, el estudio de Simon Baron-Cohen,
profesor de psiquiatría del Trinity College de la Universidad de Cambridge, que
se basa en experimentos con recién nacidos, resulta contundente al respecto. El
mismo profesor Baron-Cohen menciona lo siguiente:
__
Investigamos con bebés de un día de edad. Les poníamos a la vista o bien un
objeto mecánico o una cara. Y grabábamos cuanto tiempo pasaban los niños
observando cada uno de estos objetos. Descubrimos que eran más los niños que
miraban el objeto mecánico y las niñas pasaban más tiempo observando el rostro.
Incluso desde el primer día de vida. Y esto sucedía antes de que el bebé
conociera los juguetes. Antes de haber sido expuestos a las diversas
influencias culturales o prejuicios.
Asimismo esas diferencias de
intereses surgirían antes del nacimiento del bebé, en el útero materno.
__ Hoy sabemos
que hombres y mujeres producen cantidades diferentes de hormonas. Pero en
particular la testosterona. Los hombres producen dos veces más testosterona que
las mujeres. Y esta hormona (la testosterona) influye en la manera en que se
desarrolla el cerebro.
__ Medimos los
niveles de testosterona del bebé cuando aún estaba en el vientre y le dimos su
seguimiento durante el nacimiento, observando su comportamiento. Encontramos
que cuanto más alto era el nivel de testosterona en el niño antes del
nacimiento, más lento era su desarrollo del lenguaje en la primera infancia y
menos contacto visual establecía, hasta la edad de uno o dos años. Así pues un
alto nivel de testosterona está asociado a un desarrollo social y del lenguaje
más lento.
__ Entonces, muchas diferencias de género
pueden ser el resultado de niveles de testosterona asimétricos. Pero ¿qué pasa
cuando un feto femenino recibe demasiada testosterona?
__ Es una
condición genética el producir mucha testosterona. Y las niñas con esa
tendencia, muestran una mayor preferencia por los juguetes masculinos.
Si los niveles de testosterona en
el útero es el factor que produce las diferentes capacidades e intereses, entre
niños y niñas, desde el inicio de la vida. La orientación de esa diferencia se
mantiene aún en su desarrollo. Al respecto el profesor Baron-Cohen menciona lo
siguiente:
__ Dimos
seguimiento a estos niños hasta los 8 años, interesados por observar su
evolución. Descubrimos que, al crecer, aquellos que poseían más altos niveles
de testosterona, tenían más dificultades con la empatía; con reconocer las
emociones de otras personas o apreciar sus puntos de vista. Pero también se
mostraban más interesados en “sistemas”. En entender cómo funcionan las cosas.
De manera que, aún ignorando las grabaciones en video y sólo midiendo su nivel
hormonal, puedes predecir su patrón de intereses.
¿Acaso esa diferencia genética
entre los sexos y su posterior diferencia de género no es una consecuencia necesaria del proceso de la
evolución humana? Al respecto la
profesora Anne Campbell, psicóloga evolutiva en Durham (Norte de Inglaterra), considera
relevante tomar en cuenta la constitución de la psique, como consecuencia de un
largo proceso evolutivo, para entender la diferencia entre hombres y
mujeres. Al respecto menciona lo
siguiente:
__ Si las
mujeres son las que dan a luz, amamantan y crían a los hijos, sería muy
sorprendente que no hubiese algún tipo de mecanismo psicológico que les ayudase
a cumplir sus tareas, y haciendo que esas labores resultasen placenteras para
ellas. Así que rasgos femeninos como la empatía o el evitar confrontaciones
peligrosas donde podrían resultar heridas; el evitar la exclusión social que
podría alejarlas del grupo; son todas cualidades positivas que les permiten una
mayor capacidad de sobrevivir, reproducirse y dejar hijos, que a su vez también
puedan reproducirse.
Y sobre la diferencia que existe
en función de las motivaciones para elegir tal o cual rama de estudio, menciona
lo siguiente:
__ Sabemos
gracias a muchos estudios psicológicos que una de las mayores diferencias
sexuales se observa si pones a la persona en situación de estrés, diciéndoles
por ejemplo: “En media hora les vamos a aplicar unas descargas eléctricas muy
dolorosas”. Y preparamos el equipo diciéndole: “Tiene que esperar ¿Desea esperar
solo o en compañía de alguien? Las mujeres elegirán estar acompañadas.
Comúnmente los hombres bajo estrés “¡Quieren estar solos! ¡No quieren estar con
nadie!”
__ Es por eso
que las mujeres eligen la enfermería, la medicina, el trabajo social, la enseñanza.
Todas esas áreas donde existe el intercambio cooperativo. Donde las mujeres
parecen sentirse más a gusto. Por supuesto que hay superposiciones entre sexos.
Algunas son enormes. Hay mujeres fabulosas en ingeniería, física o química,
etc. Pero en esencia diría que son
intereses típicamente masculinos y menos femeninos.
__ Hoy sabemos
que las diferencias de género en algunas áreas son muy importantes. Entonces me
resulta difícil creer en esas sutiles diferencias en el tono de voz que
utilizamos [se refiere a las mujeres], o la forma de contacto visual y cosas
como ésas, pueden llegar a ejercer una gran influencia sobre los intereses,
actividades o preferencias que muestran esos niños.
A pesar de la ojeriza a la que
puedan llegar aquellos defensores del igualitarismo a través del discurso de
género, cuando insistentemente intentan paliar las desigualdades entre hombres
y mujeres a través de la “socialización” o, en su defecto, por el factor
“cultural”. Anne Campbell menciona de manera contundente lo siguiente:
__ ¿De dónde
surgen las diferencias del sistema reproductor entre hombres y mujeres? Estoy
segura de que la respuesta de cualquier sociólogo sería: “De la evolución”. ¿Y
qué es lo que dirige el nacimiento de las diferencias, lo responsable de la
producción de hormonas y de péptidos que mantienen todo esto funcionando? El
cerebro humano principalmente, a través del sistema endocrino. Para mí es muy
difícil imaginar que la evolución haya operado sobre los sistemas reproductivos
sin haber influido absolutamente en el cerebro, el órgano más complejo de
nuestro cuerpo.
III
El dimorfismo sexual de nuestra especie. Tomado de aquí Pulse |
Por eso reparar en la diferencia
cultural y social, que generalmente se establece en función del llamado “enfoque
de género”, no debe obviar el fundamento biológico de la especie, patente no
sólo a través del dimorfismo sexual, sino también explicita en la disposición y
motivaciones que genera la estructura psíquica. Aceptar la desigualdad entre
hombres y mujeres, a pesar de que sea algo tan evidente y de sentido común, no debe llevar a identificar
a quien sostiene tal desigualdad, en función de la ciencia, se encuentre a
favor del sometimiento de la mujer por el hombre. Como al parecer eso es lo que
creen y asumen las feministas y algunos liberales al negar (o ignorar) el factor biológico que establece la desigualdad entre ambos sexos o géneros. En función del discurso de la igualdad de género o la igualdad ante la ley muchas veces se silencia u omite la desigualdad en función de la producción en el que el factor biológico se explicita.
Frecuentemente la recriminación y
la censura que pesa sobre aquellos que sostienen la desigualdad como una necesidad, no sólo
natural, sino también social y cultural, entre hombres y mujeres, la ejercen
los liberales y las feministas a través de los medios de comunicación en
defensa de esa supuesta igualdad. Muchos de tales sujetos que se arrogan la
lucha contra esa desigualdad (a la que llaman la desigualdad
de género) frecuentemente apuntan a granjearse tal o cual rédito político, si
están frente a cámaras o si escriben en los medios de comunicación de mayor
circulación nacional o simplemente cuando escriben desde sus blogs, cuya
intención evidente es influir en la opinión pública. Es decir, legitimar un
discurso ideológico, a saber, el igualitarismo de género vuelto paroxismo. El caso de la España "monárquica" (aún) que ha sido gobernada por esa socialdemocracia, cuyos partidarios y simpatizantes reproducen y expresan límpidamente aquella ideología liberal, es un buen ejemplo hacia donde puede llegar ese paroxismo igualitario.
Asimismo si tales sujetos
proceden o se encuentran vinculados al ámbito académico generalmente aceptan
tal discurso ideológico, entre otras razones, para incrementar su capital
cultural que les permitirá cierto posicionamiento no sólo ideal (como el
ganarse algún respeto y cierta admiración) sino también un posicionamiento
material (aquel discurso, en función de la agenda política contemporánea, les
permite obtener el deseado financiamiento económico para sus programas, su
activismo desinhibido y para aquellas investigaciones tan frecuentes que se
realizan sobre la desigualdad de género). El haber alcanzado cierto
posicionamiento material e ideal permite a aquellos sujetos conducirse sin
problemas y sin crítica alguna cuando reproducen tal ideología. En el fondo tales sujetos reproducen aquel discurso ideológico sobre el igualitarismo de género para no desentonar u oponerse a la hegemonía que actualmente ejercen los discursos posmodernos a
través del relativismo cultural. Ese relativismo cultural posmoderno, al que se han sumado muchos de ellos y que explicitan mediante su retórica, desde hace algunos años viene pautando los
estudios sobre la sociedad, la cultura y la política de manera retórica. O, en algunos
casos, muchos de tales sujetos, simplemente aceptan y reproducen tal discurso
ideológico para quedar bien con su mujer o con su novia, mientras que en
privado y entre amigos no tienen reparos en expresar con sinceridad la exageración
y el infantilismo a que llega el igualitarismo de género fuera del ámbito
político.
En el discurso de género, en
consonancia con la retórica posmoderna, frecuentemente se alude a la
“complejidad” (de la sociedad) y a señalar de modo concluyente que “todo es una
construcción” (y que al ser enunciada tan sueltamente recuerda metafóricamente
la experiencia del albañil) para sostener sus principios (principios liberales). En muchos casos se
arrogan la diferencia, tal como la entienden, de la ciencia social para contraponerse
a la ciencia en general, a pesar de que la ciencia es una sola en función del
conocimiento científico. Y en el peor de los casos no tienen reparos en apelar
a la sofistería, a la retórica manida o a la descalificación peyorativa. Al
respecto en el referido documental, las respuestas que dan los que animan los
Estudios de Género en Noruega, ante la contundencia del enfoque científico, son
un buen ejemplo hacia donde apuntan tales estudios. Cathrine Egeland sólo atina
a mencionar con evidente nerviosismo lo siguiente:
__ ¿En qué fundamento científico te apoyas para
decir que la biología no juega ningún
papel en las distintas elecciones profesionales de hombres y mujeres?
__ ¿Mi
fundamento científico? Eeeeeh… Tengo bastante de eso que se podría llamar
“punto de vista teórico”. Creo que ahí no hay lugar para la biología. O sea,
eeeeh… eso, si, yo creo que son las ciencias sociales las que deben refutar el
pensamiento basado en que las diferencias humanas son eeeh… si, eso… biológicas
pues.
Asimismo el otro investigador en
Estudios de Género, como Jurgen Lorentzen sólo atina a la sofistería y a
contradecirse a si mismo
__ Pero cuando dices que no hay diferencias
innatas entre chicos y chicas que expliquen sus distintos intereses ¿en qué te
basas?
__ Tengo que
apoyarme en la ciencia para intentar explicar cómo son las cosas y qué relación
hay entre ellas. Hasta el momento es incapaz de probar que haya un origen
genético en las diferencias de género.
__ ¿No? pero…
__ ¡Aparte del sistema reproductivo!
__ Pero tú no reconoces que estos
estudios muestran de alguna manera…
__ No, porque
les falta un vínculo, tienen un eslabón perdido
__ Si, pero ¿cómo puedes saber
que no es innato? No lo entiendo.
__ No, yo
digo, que cuando ellos tengan la certeza.
__ No, tu haz dicho que no hay diferencias
innatas importantes en cuanto a sentimientos, intereses y todo eso ¿Cómo sabes
que no existen?
__ Digamos que
mi hipótesis es que no existan diferencias, porque la ciencia no ha demostrado
que haya alguna. Entonces me debo basar en ese nivel de conocimiento.
__ ¿Tú supones que no hay diferencias hasta que
se demuestre lo contrario?
__ Si, por ejemplo.
Parte del enfoque científico
presentado en el documental sobre la paradoja de la igualdad, recuerda y
refuerza lo que ya hace muchos años (en 1973) el sociólogo Steven Goldberg sustentó
al respecto de la inevitabilidad del patriarcado. Tal inevitabilidad se
sustentaba en su universalidad como un
hecho histórico y cultural, así como el factor hormonal expresado a través de
la agresividad, el orden social basado en la diferencia de los sexos, la
reproducción del poder en función de aptitudes cognoscitivas estrechamente
vinculadas a la determinación del sexo, y la producción de la sociedad en
función del conocimiento.
En consonancia con el enfoque
científico resulta necesario reconocer y divulgar que asimismo como ha sido y
es inevitable el patriarcado, resulta también inevitable, con mayor razón, la
desigualdad entre hombres y mujeres en función del hecho biológico expresada a
través de la producción y la evolución de la especie.
Juan Archi Orihuela
Lunes, 03 de junio del 2013.
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[1] Ahí los videos para ver el documental completo. O también puede ir a los siguientes enlaces, Parte 1 Aquí Parte 2 Aquí