“Los que mueren por la vida
no pueden llamarse muertos
y a partir de este momento
es prohibido llorarlos…
Que se callen los redobles
en todos los campanarios.
(…)
Canta, canta, compañero
Canta, canta, compañero
los que mueren por la vida
no pueden llamarse muertos”
(Ali Primera. Los que mueren
por la vida)
Cuando la izquierda fenecía entumecida
de socialdemocracia a fines del siglo XX e ingresaba al nuevo siglo XXI arriando sus
banderas rojas de lucha, a raíz del desmoronamiento del socialismo europeo, parecía
que el discurso (neo)liberal y la imposición del libre mercado era inevitable (mediante
el shock económico y político claro está), pero no, contra tal sino surgió en
Venezuela un atrevido militar nacionalista, a saber, Hugo Rafael Chávez Frías.
La presencia histórica de Hugo Chávez
no se sustenta sólo en el personalismo que ejerce el caudillo en la historia
sino en una serie de luchas populares que se han venido prolongando desde hace décadas atrás, animadas todas ellas con gran tesón por las distintas
organizaciones del pueblo en Venezuela. Históricamente uno de los hechos que
posibilitó la presencia de Chávez en la política venezolana fue el funesto
Caracazo de 1989. Tras el Caracazo la represión policial y militar contra el
pueblo venezolano, que se opuso a la imposición del neoliberalismo en Venezuela,
hizo que jóvenes militares cuestionen el uso de la violencia contra el pueblo
que lucha por otros medios, también por la patria.
Era el año 1999 cuando Hugo Chávez
asume el poder mediante elecciones libres en Venezuela, luego de haber purgado
prisión a raíz de su intento fallido por derrocar al régimen antipopular de
Carlos Andrés Pérez en 1992. Llegó a la presidencia con un discurso
nacionalista y reformista, discurso que ya hacía público desde 1994, año en el
que pasó desapercibido y frente a un
público cubano, entre quienes se encontraba Fidel Castro, que lo escuchaba todo
escéptico y extrañado [1]. Al parecer el discurso reformista y
nacionalista de Chávez no llamó mucho la atención al continente latinoamericano
del que luego sería su protagonista en el siglo XXI, ya que muchas de esas
experiencias se dieron en el pasado (en el Perú el caso emblemático de tal
nacionalismo fue aquel que fue dirigido por el Gral. Velasco entre 1968 y 1975,
que al decir del propio Chávez fue, entre otros, su real inspiración) y que al
final terminaron abortando el proyecto o muchas veces estuvieron sujetas o
limitadas por el poder oligárquico que no permitía que las reformas se
cumplieran. A pesar de ello, tal nacionalismo generó las esperanzas necesarias
que el pueblo de Venezuela necesitó para cambiar la urgente cuestión del poder:
Una Nueva Constitución que posibilitó la movilización y la
participación del demos (del que
emana la democracia) en la estructura del poder del Estado y la creación del poder popular que
impulsó e impulsa los cambios que el pueblo demanda para hacer del régimen bolivariano
un gobierno popular. Figurativamente hablando Chávez desenvainó la espada de
Bolívar dispuesto a obtener la justicia, tantas veces postergada, para el
pueblo.
Hugo Chávez liderando la revolución bolivariana en Venezuela |
Pero el nacionalismo de Chávez,
al que burdamente los liberales, socialdemócratas y derechistas de toda laya
han espetado infantilmente de fascismo, poco a poco, a medida que cambiaba la
correlación de fuerzas en el interior del Estado y la lucha de clases se hacía
explícita por la confrontación de intereses de clase (como fue el Golpe de
Estado [2] que dio la burguesía venezolana al
régimen bolivariano en el 2002), se fue trocando, tanto en el discurso así como
en la práctica, en una clara política socialista. Los Consejos Comunales, las Comunas
Socialistas, la Socialización de los
Medios de Comunicación, la Soberanía
Alimentaria y las Empresas Sociales o
Comunales (que comprenden empresas agrarias así como empresas industriales),
son una clara expresión de la socialización gradual de la sociedad en Venezuela
[3] que aún lidia con la propiedad privada y
con los intereses y el poder económico de la burguesía (la gran propiedad
agraria, los medios privados de comunicación y el capital cultural que reposa
en la educación privada).
La construcción del socialismo en
Venezuela es indudablemente el mayor mérito de Hugo Chávez. Aunque si se repara
en la historia de la segunda mitad del siglo XX, uno puede muy bien reconocer
que la hazaña política de Hugo Chávez superó a sus antecesores en el continente
latinoamericano quienes intentaron después del triunfo de Fidel Castro en Cuba,
ya sea mediante las elecciones que permite la democracia liberal (como Allende en Chile)
o mediante la lucha armada (como los sandinistas en Nicaragua) hacer del socialismo una
realidad. Si bien es cierto que el socialismo del siglo XXI, como llaman al
socialismo en Venezuela, tiene mucho del nacionalismo republicano utópico que
animó las luchas de independencia criolla en el siglo XIX y no del socialismo
científico que animó las revoluciones del siglo XX, tal socialismo es al fin de
cuentas un socialismo que reencontró su dimensión utópica. Los bolivarianos se
hacen llamar, aparte de nacionalistas (los hijos de Bolívar), también marxistas, pero marxistas desde
una matriz cultural propia y congruente a los países colonizados por el
imperialismo europeo. Al respecto el Himno Socialista Unido enfatiza lo
siguiente:
“Huracán rojo antiimperialista
explosión bolivariana en acción
Son obreros,
campesinos, son marxistas
estudiantes con fervor
indios, negros, puño al sol” [4].
Lo último es lo que caracteriza a
la gran marea roja que se moviliza por las calles de Venezuela, a saber, “son
obreros, campesinos (…) estudiantes (…), indios, negros, puño al sol”. Y
precisamente ese rasgo mayoritario en la composición de clase sumado al factor étnico, es
lo que ha irritado no sólo a la derecha más recalcitrante y racista del
continente, sino también a cierta izquierda latinoamericana de origen pequeño
burgués que siempre soñó románticamente con un liderazgo más “intelectual” y
procedente de la clase media (como ellos) y no con un liderazgo como el de Hugo Chávez, procedente del seno del pueblo.
Tal irritación llega al paroxismo en el
Perú entre sus opositores de toda laya, hecho que es posible de ser corroborado.
Pero Hugo Chávez no sólo
sorprendió a propios y extraños sino que también hizo cosas con palabras
(políticamente hablando), a saber, la idea de lo nacional-popular de raíz
gramsciana cobró sentido, así como la idea del “socialismo nacional” que
reclamaban los Montoneros a través de las armas y la movilización popular en la
Argentina de los años 70. Por eso y por otras razones Chávez se ha ganado su
merecido lugar en la historia de los pueblos que luchan por su liberación nacional. Y
específicamente desde el socialismo latinoamericano Chávez fue la síntesis hegeliana de lo
que hizo Salvador Allende, ya que no sólo llegó a tomar el poder a través de la
vía electoral, sino que se propuso cambiar la estructura del Estado burgués y
sobretodo transformar uno de sus más valiosos aparatos en el que reposa el
poder material de todo Estado, a saber, las Fuerzas Armadas. Por ello contra todo pronóstico
Chávez superó un golpe de Estado auspiciado con la venia de los EEUU.
Cultural y políticamente Hugo
Chávez dio sentido al ya soslayado y necesario principio de esperanza que es capaz de movilizar al pueblo en su
conjunto. Mediante un gobierno del pueblo para el pueblo, el emulo de Bolívar
no sólo superó los odios y los miedos que también desató Simón Bolívar sobre sus
opositores en su momento, también motejado de dictador en su época, sino que
también generó otros grandes miedos, a saber, el miedo al pueblo en marcha, el miedo a la
democracia participativa, el gran miedo al poder popular. Curiosamente en el
Perú, hoy, así como ayer con Bolívar, se encuentran aquellos liberales y
conservadores más furibundos que se oponen a todo lo que representa Hugo Chávez
en el continente, es decir, el ideal bolivariano, ideal que pretende ser la
síntesis de todas las luchas del pueblo en el continente latinoamericano. Por eso no es casual que Chávez en el 2008 haya declarado enfaticamente contra el imperialismo que "aquí (en Venezuela y en Latinoamérica) estamos los hijos de Bolívar, los hijos de Guaicaipuro, los hijos de Túpac Amaru y estamos dispuestos a ser libres". En
función del presente que permite sopesar la concreción del actual modo de producción, definitivamente Chávez
superó a Bolívar en todo.
La muerte de Hugo Chávez lejos de
ser un gran golpe para la revolución bolivariana se ha convertido en una gran
esperanza de lucha en el seno del pueblo. Por eso no es casual que sus restos
reposarán como los grandes revolucionarios, a saber, como Lenin, Mao y Ho Chi Min, embalsamados todos ellos no sólo en una
cámara de vidrio sino también en el corazón de los pueblos del mundo.
Hasta siempre comandante Chávez…
Juan Archi Orihuela
Huancavelica, domingo 10 de marzo del
2013.
_________
[2]
Véase el documental “La revolución no será trasmitida”. Pulse Aquí
[3]
Véase el documental “El socialismo en Venezuela”. Pulse Aquí