"La indiferencia de este mundo se hace ajena a mis penas
A quien le importa si hoy estás vivo o si mañana estás muerto"
(José Paul Oré Trejos)
La indiferencia es la sangre que fluye por las venas de los desalmados en el Perú. Tras esa indiferencia se encuentra orgullosa la Marca Perú, como la moneda más falsa y vil que acuñan aquellas empresas que estimulan, paradójicamente, el imperio de la gula en un país hambriento. Más aún, esa gula sostiene aquel porcino nacionalismo orgánico que se enorgullece por comer “rico”, a saber, la comida peruana (comida compuesta en su mayoría por grasas y carbohidratos que atentan contra la salud pública). También aquel sedante llamado futbol, así como esa expectativa citadina por los rock-star, que eventualmente llegan encanecidos y arrugados, al país, y que al igual que el periodismo maniqueo, cumplen todos ellos la función de convertir a los ciudadanos en consumidores y en meros espectadores. El espectáculo que recrean gusta porque todos prefieren un “Mundo Feliz” edificado y sostenido por un crecimiento económico que consiste, exclusivamente, en vender piedras al mundo. Pero aquel “mundo feliz” que se erige en el Perú, al igual que en la novela de Aldous Huxley, funciona por el soma (esa sustancia que te hace feliz) dosificado por lo políticamente correcto y orquestado por la clase dominante, a saber, la burguesía en el Perú (eufemísticamente al poder que ejerce esa clase en el Perú lo llaman “poderes fácticos”).
Lejos de toda tragedia clásica y de toda metafísica moral, la indiferencia crece por el silencio ante la muerte de quienes sufren las injusticias que las clases dominantes comenten en el Perú. El resultado: la impunidad. En el Perú la impunidad es una constante normada y padecida, casi en exclusividad, por una clase, a saber, las clases populares, cuyas víctimas provienen en su mayoría del campesinado pobre y de los trabajadores que residen en los distritos populares del campo y la ciudad. Pero la muerte no sólo se consiente mediante la indiferencia, sino mediante la ley que norma el estado de emergencia y que al parecer, tal como se aplica en el Perú, esa ley que emana del Estado es la ley del más fuerte. En lo que va del presente gobierno, que llegó al poder levantando las banderas del movimiento popular, se estima la cifra de los caídos a unos 12 muertos, muertos todos ellos por la represión que ejerce el Estado. Pierre Eduardo Gonzáles Arias (24 años), muere en Cañete el 2011; Carlos Lanci Yumbato (41 años), Julio Ticona Medina (46 años) y Francisco Areque Jipa (30 años) mueren en Madre de Dios en marzo del presente año; asimismo en el mismo mes, Cristian Alvarado Frías (24 años) muere en Sechura (Piura) y Robert Edinson Paucar Castillo (28 años) y José Alberto Ramos Carmen (15 años) mueren en Paita (Piura); Rudecindo Manuelo Puma (27 años) y Walter Sencía Ancca (24 años) mueren hace unos días en Espinar (Cusco), todos ellos han sido víctimas de la violencia “legítima” que ejerce el Estado peruano. ¿Quienes van a responder por aquellas víctimas? Si un ex-presidente se encuentra preso (a pesar de que su condena la cumpla en una “cárcel dorada” y mantenga ciertos privilegios que ningún preso tiene en el país) por crímenes de lesa humanidad, hay una respuesta tácita al respecto.
Pero no es sólo la indiferencia lo que llama la atención, a quienes compartimos las justas demandas de los caídos, sino la manera de justificar tales muertes por quienes fungen de defensores de la paz y el Estado de Derecho. El discurso maniqueo (que enfatiza tendenciosamente el dualismo antagónico entre “marchas violentas” y “marchas pacíficas”), la insostenible "teoría de la conspiración" (que reproduce los calificativos del “radical”, “antiminero” y “terrorista”), el falaz desarrollismo criollo (que se ampara en el sofisma de que “las inversiones crean más puestos de trabajo”) y la espuria política de lucha contra la pobreza (mientras se favorece a las grandes empresas que deben millones al Estado y son sostenidas con la publicidad del Estado), no son más que una serie de ideas que forman parte de aquella conocida “crítica de la ideología neoliberal”.
El actual conflicto entre los campesinos de la provincia de Espinar (Cusco, Perú) y la Empresa Minera Xstrata-Tintaya (2012) |
Ante tales hechos, hay incluso muchos que avalan la muerte por represión, como una muestra clara de que son ellos quienes desprecian la vida humana. En las relaciones del colonialismo el desprecio por la vida del colonizado era la norma. Actualmente, en las relaciones del capitalismo en el Perú el desprecio por la vida, ineludiblemente, tiene un carácter de clase. Como los muertos son pobres y campesinos, tales muertes muchas veces no llama la atención de quienes al parecer tienen corazones de piedra porque su sensibilidad responde simplemente al dinero. En la anterior campaña electoral muchos de tales sujetos espetaban que "la moral no les daba de comer", por ello apostaban por el continuismo neoliberal (no renunciar a sus ganancias) sin importarle que su candidata (la hija de Fujimori) fuera moralmente impresentable. A modo de ejemplo, un periodista que defiende el orden injusto y establecido en el Perú no le conmueve en lo más mínimo la denuncia que hace una campesina de Espinar, víctima de la represión del Estado, ante cámaras:
“Pobladora: Presidente Ollanta escucha, yo he votado para que ganes, ¿para que nos hagas matar?(...) En Espinar somos pueblos pacíficos, ¿qué somos para que nos mates? Hasta un animal tiene vida, en tu campaña dijiste que defenderías a los pobres de las minas, eso has dicho, ahora queremos que se vaya esa mina...
Periodista. ¿Esa gente sabe que están en estado de emergencia y podrían generar que la policía venga y los meta presos? No se pueden hacer estas agrupaciones”.
Pero no todos en el Perú son como ese deleznable periodista. Repárese en que para el periodista los campesinos son "esa gente" y no ciudadanos peruanos como él. Precisamente los que niegan la ciudadanía a la mayoría en el país son los que acentúan con vehemencia la imagen del Perú como un país “pacífico”, ese énfasis forma parte de la “crítica de la ideología neoliberal”, y es el “soma” que sostiene y mantiene a la indiferencia. Si durante los años de la subversión a aquellos sujetos no les importó los muertos en el Ande, porque no eran “suyos”, actualmente no les importa los que mueren, si de mantener privilegios se trata, como antaño. Por ello la indiferencia no es sólo producto de la banalidad o el “no saber” lo que sucede, sino que se encuentra arraigada a una estructura de poder que se ejerce mediante el desprecio. Ese desprecio no es arbitrario, sino que se ejerce sobre quienes se considera que son inferiores a uno, socialmente hablando.
Por otro lado, en memoria de todos nuestros caídos en Espinar, así como en Bagua (el 5 de junio de 2009) y demás comunidades del interior del país, la canción Nunca, Jamás (198?), compuesta por José Paúl Oré Trejos e interpretada por Nelly Munguia, es un sentido homenaje para tenerlos presente en nuestra memoria. Nuestros deudos fueron muertos no sólo por las balas sino también por la indiferencia que sostiene al orden establecido. Para que "no borren los pasos" de quienes han caído en busca de la justicia social va esta canción tan humana y sincera.
[Comunero de Espinar caido por las balas en el conflicto] |
Tus pasos alguien borró, ¿quién ha querido callarte?
La tierra tiene tu olor, el viento tiene tu canto.
Dejando mi puerta abierta voy a buscarte
Dejando mi puerta abierta voy a esperarte.
¡Que no se quede así!, ¡que alguien responda tu muerte!
¿Qué culpa tienen, Señor, los pobres, los inocentes?
Allá donde te han matado, allí, brota una flor.
La indiferencia de este mundo se hace ajena a mis penas
A quien le importa si hoy estás vivo o si mañana estás muerto
Solo a ti te importaba mi vida (bis)
Las aves temen volar, ya no se ven caminantes
Las tierras secas están, ya no hay niños que canten
Allá donde te han matado, allí, nace una flor.
Presiento que estás aquí llorando dentro del árbol,
Presiente mi corazón, árbol de piedras te cubren
Allá donde te han matado, allí, nace una flor
Allá donde te han matado, allí, nace una flor.
Que no se muera esa flor, vamos a verla crecer
Ella tiene que contarnos que cosa es lo que pasó
Qué fue lo que sucedió en las faldas de aquel cerro
a orillas de aquel río.
(Nelly Munguia: Nunca, Jamás)
Juan Archi Orihuela
Lunes, 04 de junio de 2012.