La cultura como un hecho histórico social,
a pesar de la influencia que ha tenido la antropología culturalista a lo largo
del siglo XX para demarcar no sólo las discusiones en torno a ella sino en
cuanto a la percepción que uno se hace de los hechos llamados culturales, al parecer no ha
logrado una significación que se ajuste a su concreción.
Lejos
de toda retórica “letrada” y “estética” __generalmente animada por los que se
deleitan exageradamente por la literatura y por la producción artística
hegemónica en el campo de las letras y el arte en función del mercado__ la
cultura no es lo más valioso que posee un pueblo o el hombre como ser genérico.
En todo caso lo “valioso” sería una determinada forma de cultura, cuya
reproducción siempre es particular y no universal. Pensar que la cultura tiene
un valor universal per se es caer en
una metafísica cultural insostenible frente a los datos y hechos históricos que
han posibilitado su concreción. Históricamente la cultura es la producción que
ejerce el hombre sobre el mundo, producción que a su vez ha posibilitado su
reproducción no sólo como especie, sino como un ser social. La consecuencia de
la cultura como producción es la demarcación del mundo entre un mundo hecho
para el hombre (el mundo social) y un mundo existente sin el hombre (mundo
físico). Hay un término que puede enfatizar su concreción histórica, a saber,
lo artificial. Toda cultura es artificial y en su concreción genera
consecuencias tanto beneficiosas así como funestas, que en última instancia se
concretiza a través del poder que ejercen los hombres socialmente endoculturados.
Si la
cultura es lo artificial y adquiere su valor y significación en función del
poder (entendido como una relación de fuerza), los hechos que comprenden una cultura
han adquirido una demarcación tanto práctica así como ideal. La demarcación
práctica ha respondido y responde a una necesidad histórica, a saber, el
proceso de colonización del mundo por los centros coloniales del poder europeo;
y, la demarcación ideal, responde a una serie de preconcepciones que se
reproducen en función del poder local y que se encuentran estrechamente
vinculadas, ya sea para afirmarlos o invisibilizarlos, a la constitución de los
Estados contemporáneos. La demarcación práctica ha permitido establecer una
diferencia entre una producción cultural colonizadora y una
producción cultural colonizada: la producción cultural colonizada
ha sido objeto de estudio de la antropología clásica culturalista y, en parte
lo sigue siendo, por la antropología contemporánea que anima la otredad
cultural. Asimismo la demarcación ideal se encuentra determinada por el valor
que adquiere la constitución de su reproducción particular.
Desde
la antropología culturalista, la constatación de una reproducción particular de
la cultura ha permitido reordenar el mundo a partir de los cambios geopolíticos
que ha generado el mundo poscolonial. No es casual que en las discusiones sobre
la universalidad del orden mundial, mediante el enfoque culturalista, durante el
siglo XX se ha delimitado la significación del poder colonial a través de los
debates que han oscilado entre la noción de raza
(para trocarse en la noción de etnia como significación identitaria) y
la noción de civilización (para
trocarse en la noción de la Cultura como significante
universal, tributaria de cierta ideología humanista colonial y eurocéntrica).
Pero la demarcación ideal no sólo ha permitido ajustar un nuevo orden mundial
en el que la identidad ha alcanzado su universalidad; sino que a su vez ha
permitido que la demarcación práctica suspenda las consecuencias del poder del
capital, a saber, en su fase imperialista.
Precisamente
Kathleen Gough, a fines de la década del 60 del siglo pasado, al sostener que “la antropología es hija del imperialismo
occidental”, estaba proponiendo, atrevidamente, estudiar la universalidad
de la cultura en función del imperialismo como sistema mundial, en la medida
que el imperialismo ha generado consecuencias funestas en muchas formas de
organización social, bajo el dualismo ideológico de una “pujante” modernidad
(europea) y el atavismo de la vida tradicional o la premodernidad (del tercer
mundo). La carencia o imposibilidad de tal derrotero heurístico, se debía,
entre otras razones, a la especialización de tal o cual forma de reproducción
cultural (los estudios de la otredad han invertido la relación cognoscitiva a
partir de apriorismos en función de la universalidad de la identidad).
Una de
esas formas de especialización en los estudios sobre la cultura, como
reproducción particular, corresponde a los estudios sobre el folklore. La
estudiosa peruana Mildred Merino de Zela, siguiendo a Stith Thompson,
consideraba que el folklore comprende la reproducción de “las danzas, canciones, cuentos, leyendas y tradiciones, las creencias
y supersticiones y los dichos proverbiales del pueblo”. Puntualmente el
estudio sobre folklore sería aquel estudio especializado de una forma de
reproducción de la cultura de un pueblo (concebida como “tradición
espiritual”). Más aún, a juicio de Mildred Merino: “el hecho folklórico es un elemento integrante de la cultura”. Pero
si el hecho folklórico es parte integrante de la cultura (noción que recuerda
las tesis clásicas de Edward Taylor) ¿a qué se debe la separación entre la
antropología y el folklore? Si ambos estudian, en última instancia a la cultura
(la antropología a la que me refiero es la antropología cultural) ¿acaso se
debe al problema entre la universalidad y la particularidad de la cultura?
Históricamente la antropología se encuentra ligada, por su origen, a la colonización del mundo (el imperialismo como sistema mundial en la actualidad), por el contrario, el folklore se encuentra estrechamente vinculado a las consecuencias de la constitución de los Estados-nación y a las consecuencias de la afirmación del capitalismo mundial como una expresión también cultural. Asimismo, en términos habermasianos, la antropología es una ciencia que se circunscribe a intereses prácticos (la “antropología aplicada” fue y es aún tributaria de aquel derrotero) o a intereses técnicos (la antropología que se produce y ejerce desde la academia o los centros de investigación __tal como se ha institucionalizado en función de las políticas públicas que animan los organismos internacionales mediante el financiamiento a la investigación__ es una clara expresión de tal interés técnico). Mientras que los estudios del folklore pretende ser una ciencia que responda a intereses emancipatorios.
Juan Archi Orihuela
Domingo,
15 de abril de 2012.
PS.
1. La
cultura y el hecho folklórico también pueden ser observados a partir de un
hecho concreto, a saber, el huayno. Al respecto cabe formular algunas
interrogantes sobre lo escrito anteriormente ¿El huayno es un hecho folklórico?
¿El huayno es parte de la cultura hegemónica en el Perú? ¿Cuál es el
valor del huayno frente a otros hechos culturales que se producen en el Perú? A
modo de ejemplo escúchese el siguiente “popurri” de huaynos de la región
ayacuchana, compuestos para afirmar su valor cultural. Las canciones son interpretadas
por las cantantes Saywa y Damaris (madre e hija, respectivamente). Entre las
canciones se encuentran: "Yo soy el huayno" (Edwin Montoya),
"Canto Serrano" (Justo Pastor), "El Perú
nació serrano" (Rómulo Melgar) y "Poema" (Walter
Humala).
"Yo soy el huayno
orgullo eterno de mi Perú
canción hermosa, fuerte y serena, herencia Inca.
Como te quiero como te siento
cuando te canto
huayno sureño, cantar viviente de mi Perú".
(Edwin Montoya)
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"Yo no soy la piedra dura que con el cincel se labra
yo soy como el acero que se funde con la fragua
yo soy el agua de puna que labra las cordilleras
y cuando haya venida abre surcos donde quiera
yo soy el huayno peruano que desde los Andes llega".
(Julio Pastor)
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"El Perú hoy es eterno
por el grandioso Cusco Imperial, santuario del Machupicchu
por la sangre esculpida de quechuas, chancas y aymaras
en el viento y en las piedras del Sacsayhuaman glorioso
el Perú hoy es eterno".
(Rómulo Melgar)
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"Poema
echaste tus versos a un río serrano
y te hiciste huayno.
Pintaste las flores de color silvestre
y eres esperanza
Huayno
rimale en secreto el verso que dice:
"amor con amor se paga, corazón a corazón".
Canta guitarra chola tu nuevo sentimiento:
"miles de corazones saldrán a tu encuentro"
(Walter Humala)