1. Sobre el fenómeno del incesto. Robin Fox soslaya la explicación causal del problema del incesto porque considera al incesto como una práctica determinada por la actividad sexual, es decir, cuando adquiere su concreción como relaciones sexuales que no sean conyugales. Esta tesis supone que aquel fenómeno sea una actividad incondicionada y de ahí que sólo reconozca su persistencia por ser un fenómeno histórico. Por ello cuando se interroga: ¿Por qué persiste el incesto? Muchas de sus respuestas son biologistas y culturalistas, que si se observan bien son casi tautologías porque se encuentran contenidas en las explicaciones sobre el origen. Al respecto resulta interesante reparar en el núcleo epistémico de la argumentación de la particularidad. Cuando Fox acusa que el fenómeno no puede ser universal, comprende la universalidad en función del espacio, es decir, que no en todos los lugares habidos y por haber se produce la prohibición del incesto, y por lo tanto las causas de su explicación varían de acuerdo a contextos y en el que estarían difiriendo los modos de actuar. La equivalencia de este juicio con la particularidad, comprendida como actividad situacional, parte de la exégesis de los fenómenos como resultado, como producto, como realización que forma parte de la reproducción cultural.
Pero la reducción de los fenómenos sociales a su cariz cultural siempre comprende los dualismos esquemáticos entre naturaleza y cultura, o como intenta Fox comprender el fenómeno bajo explicaciones biológicas y culturales, siendo el conector de tal lógica binaria la “culpabilidad”. Si estos juicios son concluyentes debería interrogarse ¿por qué la sexualidad, como pulsión, como actividad __como muy bien lo sabe Fox__ puede ser inhibida por el sentimiento de culpa? ¿Acaso la culpa no es producto de una determinación social históricamente dada? Si esto fuese así, su concreción por lo tanto comprende antecedentes causales que se relacionan mas allá de la sexualidad como actividad, porque la culpa no sólo es un mecanismo interno que afecte a la conciencia para no cometer el incesto sino que su afectación estaría determinada por una construcción social específica. Es decir, la actividad sexual no necesariamente deviene en restricción por mecanismos como la culpa en su temprana aparición, sino que deviene en deseo a realizar por diversos mecanismos, los cuales se construyen con las pautas que el grupo social establezca.
En esas pautas para la regulación de la sexualidad humana, la universalidad es posible si se considera el factor tiempo que no indica la determinación de su perdurabilidad, sino de su concreción como una constante permutación regulada por diversos factores. Aunque aquellos factores dan la sensación de que las causas no son las mismas, no por ello debe pensarse que el fenómeno del incesto se reproduce mediante una simple herencia cultural amortiguada por la sensación de culpa.
2. La estructura y la superestructura en discusión desde la antropología. La estructura (o infraestructura) y la superestructura, lejos de ser sólo categorías en desuso, en el marxismo estructural que anima cierta antropología se establece una diferencia con aquellos postulados del marxismo mecanicista __del que muchos han hecho, si cabe el término, un “exorcismo” político__ en la medida que tal relación estructural no es una causalidad del logicismo, sino que los niveles estructurales en la infraestructura comprenden una serie de funciones de relación. El caso más recurrente en la antropología es la explicación que da Maurice Godelier sobre las relaciones de parentesco a partir de la causalidad estructural. Para establecer determinadas funciones uno debe observar que las relaciones de producción entre los hombres __cualesquiera que estas sean en su concreción y asumiendo la determinación de la forma del acceso a los recursos y al control de las condiciones de la producción__, se encuentra ligada a la organización del proceso del trabajo, a la distribución, a la determinación de la forma social de la circulación y a la redistribución de los productos del trabajo individual y colectivo. A partir de ahí las relaciones políticas, así como las relaciones religiosas funcionan al mismo tiempo como relaciones de producción, de igual manera que las relaciones de parentesco porque toda la trama y complejidad de aquellas relaciones al ser consideradas por sus efectos __como es caso de la alianza__ forman parte de un determinado modo de producción. Modo de producción que es el resultado de la relación entre una estructura económica (unterbau) y la legitimación de una superestructura (ueberbau). En otros terminos tal relación permite establecer la manera cómo la actividad humana se sotiene en el mundo producido por esa actividad. Por ello cabe interrogarse, antes de efectuar un análisis, si tales o cuales relaciones corresponden funcionalmente a las nuevas fuerzas de desarrollo que dan concreción a las fuerzas productivas: la actividad humana determinada históricamente.
Pero aquí cabe hacer una observación pertinente con respecto a las contradicciones que aparece en la estructura de las relaciones de producción y la que se genera entre las relaciones de producción y la estructura de las fuerzas productivas. La primera contradicción aparece en el sistema y desaparece en él. La segunda aparece con el desarrollo del sistema y gracias al efecto del funcionamiento de la primera contradicción, pero es ella la fundamental, porque genera las condiciones materiales que permite la desaparición del sistema. Por tanto, la relación entre estas dos contradicciones muestra que la primera contradicción inherente a las relaciones de producción no contiene en su seno el conjunto de condiciones de su propia solución. Las condiciones materiales de esta solución sólo pueden existir fuera de ella, ya que las fuerzas productivas son una realidad completamente distinta a las relaciones de producción e irreductibles a ellas, realidad que tiene sus condiciones internas de desarrollo y de temporalidades propias. Las demás condiciones que dan solución a la contradicción de las relaciones de producción se sitúan al nivel de las superestructuras, políticas, culturales y demás; y estas estructuras son igualmente irreductibles a las relaciones de producción y tienen su propia modalidad de desarrollo.
Considerando lo anterior, lo irreductible de los hechos son las funciones y la evolución de las estructuras; y su diferenciación se explicaría sólo por la transformación y la evolución de las funciones. Por ello es posible suponer por ejemplo que la aparición de nuevas condiciones de producción en las llamadas sociedades arcaicas modifica la demografía, al exigir nuevas formas de autoridad y al acarrear nuevas relaciones de producción. A su vez, puede suponerse que, más allá de ciertos límites, las antiguas relaciones de parentesco no pueden asumir estas nuevas funciones, debido a que se están generando fuera de la estructura del parentesco, en la medida que se generan cambios en las distintas estructuras sociales, ya sean estas políticas y religiosas, que para su reproducción funcionarían a su vez como relaciones de producción. Por tanto, no serán las relaciones de parentesco las que se trasformarían en relaciones políticas, sino que sería la función política de las antiguas relaciones de parentesco la que se desarrollaría sobre la base de nuevos problemas. Más aún, las relaciones de parentesco en su estructuración cumplirían un papel diferente, y tendrían otro peso social, así como las relaciones políticas y religiosas vendrían a ocupar el lugar central que había quedado libre.
3. Sobre los gemelos. La observación funcional que establece Raymond Firth sobre el fenómeno universal de los gemelos es que se encuentra plagado de supuestos, a saber, por ejemplo para los nuer, los gemelos son psicológica y socialmente anormales: “personas duplicadas” o, en todo caso, “una persona”. Ya sea por la unicidad, o por su condición geminada, los gemelos son un signo que se encuentra relacionado al peligro, más aún cuando son equiparados en muchas sociedades antiguas (o precapitalistas) con el espíritu y con los pájaros. Tal relación figurativa se genera cuando los gemelos crecen, por ejemplo en el rito de iniciación los gemelos suelen comer carne de ave para romper aquella relación con los pájaros (aunque para la comunidad siga permaneciendo en ellos algún rasgo de “anormalidad”); motivo por el cual el tabú (prohibir comer carne de pájaro) se generaliza para todo aquel que no sea gemelo porque puede estar emparentado con uno, o en todo caso al comer carne de ave no ser señalado como culpable de la muerte de un gemelo: el “miedo a la sanción”.
Pero en el caso de los tikopia __cuyas ideas religiosas sostiene la figuración del gemelo__ el rasgo que resume aquel fenómeno es su ubicuidad entre fenómenos sociales y naturales. En tal ubicuidad los espíritus adquieren una mayor significación para los hombres, dado que son humanizados y personalizados; por ejemplo, poseen nombres personales que explicitan caracteres sexuales, poseen un perfil emocional de acuerdo a cierta clasificación dada en función de las relaciones familiares o cuando forman lazos sociales. De esta manera, los espíritus se identifican con la humanidad tikopia por un lado, y con los objetos naturales de orden material o casi material, por el otro. Tal relación ha sido tan acentuada que si un gemelo muere va en busca del otro.
Desde luego la reproducción de la causalidad fenoménica no tiene por qué reducirse a la resignificación del orden religioso. Tal tendencia empírica para Firth se genera por irregularidades que apuntan a la organización estructural. Siendo las consideraciones prácticas y utilitarias lo que ha permitido ordenar los nexos emocionales a través de un nexo intelectual. Consecuencia que ha permitido admitir la existencia de un acto electivo entre todo un conjunto de objetos de diferente tipo y significación. Más aún, si se reconoce que en las creencias religiosas subyace una afirmación simbólica sobre la validez de la existencia humana (que implica las acciones y las condiciones para construir una vida en sociedad), el interés emocional estaría involucrado en el mismo grado que el interés intelectual en la medida que los actos rituales permiten la afirmación de la personalidad individual. Tal vez por ello los gemelos han sido una suerte de suspensión de la estructuración de las instituciones sociales.
4. La condición del diálogo (intercultural). Si uno plantea el problema de la comprensión del Otro para recrear un espacio en común, debería reparar en aquel espacio y en las condiciones de comunicación, no en base del entendimiento humano, como los empiristas ingleses, ni menos apelando a un cogito cogitatio, sino en los elementos que posibilitan la comunicación dentro de un horizonte cultural. Por ello el problema del Otro, que reproduce cierto discurso culturalista __ y que muchas veces tiende a enfatizar los desaciertos de la comunicación a través de la “comprensión” o por una “acción dialogante”__, no radica en la comprensión del Otro, sino en la posibilidad del diálogo, a saber, el dialogo es posible sólo entre iguales. Esta condición de “igualdad” no obvia las relaciones jerárquicas existentes en toda sociedad de clases, por el contrario enfatiza su dimensión real y cultural, porque la reproducción cultural se encuentra relacionada al espacio político y que en algunos países colonizados se ha acentuado por aquella relación histórica de la colonialidad del poder. Asimismo, el diálogo, en el ámbito político, implica condiciones reales de poder que, a su vez, persiguen determinados intereses que tienden a ser hegemónicos, como resultado de una previa imposición justificada por la determinación del vencedor sobre el vencido. Esta situación de facto que ocurre en el espacio político se soslaya discursivamente __ya sea por la retórica sobre la democracia o por la normatividad de las libertades del individuo__ para enfatizar un discurso que ya parece, si cabe el término, una metafísica del diálogo.
Juan Archi Orihuela
03 de enero del 2012
Pero la reducción de los fenómenos sociales a su cariz cultural siempre comprende los dualismos esquemáticos entre naturaleza y cultura, o como intenta Fox comprender el fenómeno bajo explicaciones biológicas y culturales, siendo el conector de tal lógica binaria la “culpabilidad”. Si estos juicios son concluyentes debería interrogarse ¿por qué la sexualidad, como pulsión, como actividad __como muy bien lo sabe Fox__ puede ser inhibida por el sentimiento de culpa? ¿Acaso la culpa no es producto de una determinación social históricamente dada? Si esto fuese así, su concreción por lo tanto comprende antecedentes causales que se relacionan mas allá de la sexualidad como actividad, porque la culpa no sólo es un mecanismo interno que afecte a la conciencia para no cometer el incesto sino que su afectación estaría determinada por una construcción social específica. Es decir, la actividad sexual no necesariamente deviene en restricción por mecanismos como la culpa en su temprana aparición, sino que deviene en deseo a realizar por diversos mecanismos, los cuales se construyen con las pautas que el grupo social establezca.
En esas pautas para la regulación de la sexualidad humana, la universalidad es posible si se considera el factor tiempo que no indica la determinación de su perdurabilidad, sino de su concreción como una constante permutación regulada por diversos factores. Aunque aquellos factores dan la sensación de que las causas no son las mismas, no por ello debe pensarse que el fenómeno del incesto se reproduce mediante una simple herencia cultural amortiguada por la sensación de culpa.
2. La estructura y la superestructura en discusión desde la antropología. La estructura (o infraestructura) y la superestructura, lejos de ser sólo categorías en desuso, en el marxismo estructural que anima cierta antropología se establece una diferencia con aquellos postulados del marxismo mecanicista __del que muchos han hecho, si cabe el término, un “exorcismo” político__ en la medida que tal relación estructural no es una causalidad del logicismo, sino que los niveles estructurales en la infraestructura comprenden una serie de funciones de relación. El caso más recurrente en la antropología es la explicación que da Maurice Godelier sobre las relaciones de parentesco a partir de la causalidad estructural. Para establecer determinadas funciones uno debe observar que las relaciones de producción entre los hombres __cualesquiera que estas sean en su concreción y asumiendo la determinación de la forma del acceso a los recursos y al control de las condiciones de la producción__, se encuentra ligada a la organización del proceso del trabajo, a la distribución, a la determinación de la forma social de la circulación y a la redistribución de los productos del trabajo individual y colectivo. A partir de ahí las relaciones políticas, así como las relaciones religiosas funcionan al mismo tiempo como relaciones de producción, de igual manera que las relaciones de parentesco porque toda la trama y complejidad de aquellas relaciones al ser consideradas por sus efectos __como es caso de la alianza__ forman parte de un determinado modo de producción. Modo de producción que es el resultado de la relación entre una estructura económica (unterbau) y la legitimación de una superestructura (ueberbau). En otros terminos tal relación permite establecer la manera cómo la actividad humana se sotiene en el mundo producido por esa actividad. Por ello cabe interrogarse, antes de efectuar un análisis, si tales o cuales relaciones corresponden funcionalmente a las nuevas fuerzas de desarrollo que dan concreción a las fuerzas productivas: la actividad humana determinada históricamente.
Pero aquí cabe hacer una observación pertinente con respecto a las contradicciones que aparece en la estructura de las relaciones de producción y la que se genera entre las relaciones de producción y la estructura de las fuerzas productivas. La primera contradicción aparece en el sistema y desaparece en él. La segunda aparece con el desarrollo del sistema y gracias al efecto del funcionamiento de la primera contradicción, pero es ella la fundamental, porque genera las condiciones materiales que permite la desaparición del sistema. Por tanto, la relación entre estas dos contradicciones muestra que la primera contradicción inherente a las relaciones de producción no contiene en su seno el conjunto de condiciones de su propia solución. Las condiciones materiales de esta solución sólo pueden existir fuera de ella, ya que las fuerzas productivas son una realidad completamente distinta a las relaciones de producción e irreductibles a ellas, realidad que tiene sus condiciones internas de desarrollo y de temporalidades propias. Las demás condiciones que dan solución a la contradicción de las relaciones de producción se sitúan al nivel de las superestructuras, políticas, culturales y demás; y estas estructuras son igualmente irreductibles a las relaciones de producción y tienen su propia modalidad de desarrollo.
Considerando lo anterior, lo irreductible de los hechos son las funciones y la evolución de las estructuras; y su diferenciación se explicaría sólo por la transformación y la evolución de las funciones. Por ello es posible suponer por ejemplo que la aparición de nuevas condiciones de producción en las llamadas sociedades arcaicas modifica la demografía, al exigir nuevas formas de autoridad y al acarrear nuevas relaciones de producción. A su vez, puede suponerse que, más allá de ciertos límites, las antiguas relaciones de parentesco no pueden asumir estas nuevas funciones, debido a que se están generando fuera de la estructura del parentesco, en la medida que se generan cambios en las distintas estructuras sociales, ya sean estas políticas y religiosas, que para su reproducción funcionarían a su vez como relaciones de producción. Por tanto, no serán las relaciones de parentesco las que se trasformarían en relaciones políticas, sino que sería la función política de las antiguas relaciones de parentesco la que se desarrollaría sobre la base de nuevos problemas. Más aún, las relaciones de parentesco en su estructuración cumplirían un papel diferente, y tendrían otro peso social, así como las relaciones políticas y religiosas vendrían a ocupar el lugar central que había quedado libre.
3. Sobre los gemelos. La observación funcional que establece Raymond Firth sobre el fenómeno universal de los gemelos es que se encuentra plagado de supuestos, a saber, por ejemplo para los nuer, los gemelos son psicológica y socialmente anormales: “personas duplicadas” o, en todo caso, “una persona”. Ya sea por la unicidad, o por su condición geminada, los gemelos son un signo que se encuentra relacionado al peligro, más aún cuando son equiparados en muchas sociedades antiguas (o precapitalistas) con el espíritu y con los pájaros. Tal relación figurativa se genera cuando los gemelos crecen, por ejemplo en el rito de iniciación los gemelos suelen comer carne de ave para romper aquella relación con los pájaros (aunque para la comunidad siga permaneciendo en ellos algún rasgo de “anormalidad”); motivo por el cual el tabú (prohibir comer carne de pájaro) se generaliza para todo aquel que no sea gemelo porque puede estar emparentado con uno, o en todo caso al comer carne de ave no ser señalado como culpable de la muerte de un gemelo: el “miedo a la sanción”.
Pero en el caso de los tikopia __cuyas ideas religiosas sostiene la figuración del gemelo__ el rasgo que resume aquel fenómeno es su ubicuidad entre fenómenos sociales y naturales. En tal ubicuidad los espíritus adquieren una mayor significación para los hombres, dado que son humanizados y personalizados; por ejemplo, poseen nombres personales que explicitan caracteres sexuales, poseen un perfil emocional de acuerdo a cierta clasificación dada en función de las relaciones familiares o cuando forman lazos sociales. De esta manera, los espíritus se identifican con la humanidad tikopia por un lado, y con los objetos naturales de orden material o casi material, por el otro. Tal relación ha sido tan acentuada que si un gemelo muere va en busca del otro.
Desde luego la reproducción de la causalidad fenoménica no tiene por qué reducirse a la resignificación del orden religioso. Tal tendencia empírica para Firth se genera por irregularidades que apuntan a la organización estructural. Siendo las consideraciones prácticas y utilitarias lo que ha permitido ordenar los nexos emocionales a través de un nexo intelectual. Consecuencia que ha permitido admitir la existencia de un acto electivo entre todo un conjunto de objetos de diferente tipo y significación. Más aún, si se reconoce que en las creencias religiosas subyace una afirmación simbólica sobre la validez de la existencia humana (que implica las acciones y las condiciones para construir una vida en sociedad), el interés emocional estaría involucrado en el mismo grado que el interés intelectual en la medida que los actos rituales permiten la afirmación de la personalidad individual. Tal vez por ello los gemelos han sido una suerte de suspensión de la estructuración de las instituciones sociales.
4. La condición del diálogo (intercultural). Si uno plantea el problema de la comprensión del Otro para recrear un espacio en común, debería reparar en aquel espacio y en las condiciones de comunicación, no en base del entendimiento humano, como los empiristas ingleses, ni menos apelando a un cogito cogitatio, sino en los elementos que posibilitan la comunicación dentro de un horizonte cultural. Por ello el problema del Otro, que reproduce cierto discurso culturalista __ y que muchas veces tiende a enfatizar los desaciertos de la comunicación a través de la “comprensión” o por una “acción dialogante”__, no radica en la comprensión del Otro, sino en la posibilidad del diálogo, a saber, el dialogo es posible sólo entre iguales. Esta condición de “igualdad” no obvia las relaciones jerárquicas existentes en toda sociedad de clases, por el contrario enfatiza su dimensión real y cultural, porque la reproducción cultural se encuentra relacionada al espacio político y que en algunos países colonizados se ha acentuado por aquella relación histórica de la colonialidad del poder. Asimismo, el diálogo, en el ámbito político, implica condiciones reales de poder que, a su vez, persiguen determinados intereses que tienden a ser hegemónicos, como resultado de una previa imposición justificada por la determinación del vencedor sobre el vencido. Esta situación de facto que ocurre en el espacio político se soslaya discursivamente __ya sea por la retórica sobre la democracia o por la normatividad de las libertades del individuo__ para enfatizar un discurso que ya parece, si cabe el término, una metafísica del diálogo.
Juan Archi Orihuela
03 de enero del 2012