Ensayos, artículos y una serie de escritos de reflexión y de opinión.
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viernes, 20 de enero de 2012

La intolerancia política o el caso MOVADEF

Una de las características que sostiene a la democracia liberal representativa es la tolerancia política en la medida que permite la convivencia social. La convivencia social para que sea sostenible tiene que sortear situaciones de conflicto en el que se contraponen intereses de toda índole que se explicitan a través de las formas de pensar, sentir y de actuar de los ciudadanos. Por ello las libertades políticas no sólo se circunscriben al derecho de la libertad de expresión (y las demás libertades) para aquellos que sólo piensan, sienten y actúan como “nosotros”, sino para todos los ciudadanos en general así sean con quienes muchas veces discrepemos o seamos políticamente antagónicos. Reconocer tal detalle no es más que asegurar la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos porque así se construye la ciudadanía en un Estado moderno. Hasta ahí al parecer no hay discusión alguna al respecto de los dos pilares que sostiene a la democracia representativa, a saber, la tolerancia y la igualdad ante la ley. Sin embargo hay un problema que se desprende de lo segundo, a saber, la ciudadanía.

Uno de los derechos que construye la ciudadanía es la libertad de elegir y ser elegido. Sin embargo en estas últimas semanas se ha cuestionado indirectamente tal libertad que también tienen ciertos ciudadanos (así seamos antagónicos a ellos), a saber, los miembros del Movimiento por la Amnistía y Derechos Fundamentales (MOVADEF). El caso MOVADEF es sintomático al respecto porque en la medida que se les niega la inscripción legal como partido ante el JNE se está cuestionando la constitución de la ciudadanía en el Perú. Por un lado, el MOVADEF ha cumplido con las normas legales que exige su inscripción partidaria de acuerdo a ley. Asimismo si se les niega la inscripción se estaría negando indirectamente la condición de la ciudadanía a los que firmaron por ellos. Al respecto incluso hay quienes cuestionan tal apoyo ciudadano a partir de supuestos infundados sobre la manera de cómo se recolectó las firmas y sobre la condición popular de los que firmaron __muchas veces se les califica sarcásticamente como pobres y sin educación, e incluso algunos no tienen reparos en decir que han sido “engañados”__, evidenciando claramente que para los supuestos “defensores de la democracia”, los que firmaron no son ciudadanos, o, en todo caso, serían “ciudadanos de segunda clase” (sospechas y razonamientos que se encuentran lejos de toda democracia). Por ello tal proceder como que no es tan "democrático" en el espacio público. Por otro lado, uno puede oponerse política o moralmente ante la inscripción del MOVADEF (lo cual es un acto libre y válido), pero no puede oponerse a las leyes, porque la democracia se sostiene mediante las leyes que rigen para todos por igual.

Ahora bien, si se observa las actitudes y discursos que se oponen a la inscripción del MOVADEF muchos de ellos sólo destilan un odio visceral que tan sólo azuza fantasmas sobre los hechos del pasado bajo una visión maniquea de las cosas (buenos y malos). La consecuencia clara al respecto no es la defensa de la vida y la paz __como algunos piensan para justificar tales actitudes y que en muchos casos caen en la bajeza del insulto y en la desesperación de la sorna gratuita__ , sino el germen de la intolerancia que niega toda vida política en democracia. También hay quienes argumentan de manera esencialista al decir que “la democracia no debe ser boba”, para que en el fondo se justifique el quebrantamiento de la ley y la negación de la ciudadanía para los que apoyan y componen el MOVADEF. En realidad muchos de tales juicios parten de una idea en común, a saber, en el Perú se sigue confundiendo la justicia con la venganza. Actitud que niega, o, en su defecto, no permite la constitución de una vida democrática realmente existente.

Aún reconociendo que no se es nada demócrata oponerse a la inscripción del MOVADEF por lo anteriormente dicho. Muchos lapidan con una sospecha de facto, a saber, el MOVADEF es la fachada política del Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso (PCP-SL). Formalmente no lo es, ya que son dos entidades distintas que han operado en momentos históricos distintos, de acuerdo a prácticas políticas también muy distintas. El PCP-SL enarboló la lucha armada y fracasó estrepitosamente (hasta deslegitimarse), en cambio el MOVADEF apunta a participar de la democracia representativa a través del camino electoral para legitimarse. Ahora bien, tal sospecha de facto lo es, en la medida que tienen vinculaciones muy estrechas con lo que queda de la facción de aquel partido que es conocido como la facción de los “Acuerdistas”. Facción Política que, dicho sea de paso, en sentido estricto ha dejado las prácticas subversivas para formar organizaciones que se sujeten a la vida democrática que rige en el país. Pero a sabiendas de ello se rechaza y teme su presencia en función del pasado que muchos azuzan mediante una válida memoria selectiva, sin reparar en la posibilidad de la convivencia social, es decir, en la finalidad de la democracia en última instancia.

Por todo lo dicho, a mi juicio no es nada democrático oponerse a la inscripción del MOVADEF, pero entiendo las razones y sospechas que algunos esgrimen para oponerse rotundamente a ellos. Sin embargo considero que los “defensores de la vida y la paz” y de la “democracia”, que se oponen a ellos, no hacen mas que ocultar el problema del conflicto social que asoló al país hace más de 32 años. Lejos de pleitear sobre las percepciones y los juicios encontrados, lo que se trata en el fondo es de resolver el conflicto de antaño (que acarrea una serie de hechos) y no desentenderse de ello mediante la venganza contra los miembros o ex-miembros del PCP-SL, ya que tal actitud sólo avivaría más el fuego de odios encontrados y tan presentes que se destapan con cierta frecuencia en las coyunturas políticas mediante discursos y prácticas racistas. Los conflictos sociales no se resuelven cuando uno anula al oponente, descalificándolos mediante una oposición visceral (para demostrar exageradamente cuan defensor de la vida y la paz se es), ni mucho menos ocultando a la otra parte que también cumplió con el papel de agresor en aquel aciago conflicto (Fuerzas Armadas y Policiales FFAA- FFPP), sino cuando se lo encara.

Una manera de encarar el conflicto es precisamente permitiendo la inscripción del MOVADEF para que tal organización se sujete a las normas de la democracia, para evitar así su reproducción en la ilegalidad que a la larga sólo genera una polarización no sólo de ideas, sino de prácticas políticas. Además el escenario de la democracia permitiría el debate, la confrontación de ideas que es en última instancia el sostén de todo grupo político. Ese debate todavía no se ha dado y es de responsabilidad de los partidos políticos que participan de la democracia el iniciarlo (o reiniciarlo). Por otro lado, la incorporación a la vida democrática de movimientos, partidos políticos o ex-miembros políticos, que se han alzado en armas, es un buen síntoma para la política nacional y el fortalecimiento de la democracia. Tal política de incorporación ha tenido relativo éxito en muchos países de Latinoamérica (El Salvador, Uruguay, Bolivia, Brasil entre otros) en donde medianamente han resuelto sus conflictos derivados de la insurgencia armada.

Pero también hay otro detalle que se deriva del MOVADEF y que es una gran objeción para quienes se oponen a su inscripción, a saber, la amnistía general. Pero la amnistía implica una serie de pasos (debates, participación electoral y demás) y procesos políticos que se deben cumplir (correlación de fuerzas en el campo político a través de los partidos políticos). Asimismo la amnistía es una prerrogativa del legislativo, y como tal de carácter político en relación a las instituciones del Estado; por ello, no es tan sencillo el asunto y nada incongruente a la vida democrática; sino todo lo contrario, está sujeta a las leyes. Ahora uno puede oponerse a la amnistía, ya sea por una cuestión moral o política (en mi caso me opongo a la anmistía por una cuestión moral), pero uno no puede oponerse a las leyes así tan sueltamente sin negar la condición de la democracia. Y como el dar la amnistía es una facultad del legislativo, la amnistía no implica necesariamente el olvido y el perdón de los deudos porque a mi juicio es muy difícil que se olvide y se perdone por lo que hicieron tanto subversivos así como las FFAA y FFPP.

Pero a sabiendas de todas las razones del caso que he intentado formular, de seguro habrá muchos que aún seguirán azuzando el odio y el encono, que en el fondo no es contra el MOVADEF, sino contra una experiencia de vida en particular que se encuentra aún cargada de odio y rencor, y que es comprensible y hasta cierto punto justificable, pero tal actitud no ayuda en nada a resolver el problema del conflicto pasado. De nada sirve lanzar condenas, o azuzar odios, como muchos lo hacen, las condenas no reviven a nuestros familiares, ni mucho menos nos dicen donde están nuestros desaparecidos por las Fuerzas Armadas (Militares). Y si algunos todavía insisten en tal confrontación de temores y odios, cabría recordar una sentencia muy aleccionadora del viejo Nietzsche, a saber: “Cuando salgas a cazar monstruos, ten cuidado de no convertirte en un monstruo”.

Finalmente, para calmar un poco los ánimos y a sabiendas de que casi todos formamos parte de una cultura cristiana (moralmente hablando)__así algunos sean ateos como el autor de este artículo__ es necesario alcanzar “algo de paz” y no de enfrascarnos en odios que sólo azuzan temores infundados y estériles enfrentamientos. Aunque a muchos les puede parecer pueril pedir “algo de paz”, ahí va el pedido bajo la voz de Raúl Porchetto:





Juan Archi Orihuela
Viernes, 20 de enero del 2012
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(*) En la imagen superior derecha se encuentra una manifestación contra el MOVADEF. Tal manifestación es libre y se sujeta a la ley. Sin embargo muestra un conflicto aún no resuelto en la medida que para algunos ciudadanos "unos" son enemigos de "otros". Por ello es necesario apelar a la tolerancia política para obtener “algo de paz” y así hacer sostenible la convivencia social en el país.