Ensayos, artículos y una serie de escritos de reflexión y de opinión.
Correo del blog: lomaterialyloideal@hotmail.com

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Dante Castro: nadando contra la corriente



Hace algunos días el escritor peruano Dante Castro, autor de libros de cuentos como Otorongo y otros cuentos (1986), Tierra de Pishtacos (1992), Cuando hablan los muertos (1998), Cuentero de monte adentro (2007) y demás, se atrevió metafóricamente hablando a nadar contra la corriente, a saber, emitir una opinión política contraria (y tan necesaria a mi juicio) al ideario que ciertos “liberales de izquierda” pretenden abanderar como si fuera un tema en la agenda de la izquierda en el Perú, a saber, el "matrimonio gay" [Ver Aquí]. La reacción, tan predecible, no se hizo esperar, a saber, la descalificación chirriante, los insultos manidos, así como aquella muletilla de llamar “homofóbico” a Dante Castro. De igual manera sucedió con un reconocido líder como Marco Arana, a quien se le cuestionó de todo y a quien también se le calificó tan sueltamente de “homofóbico”, simplemente porque consideró que sobre esos temas se debe debatir.

Empero, la irritación que generó Dante Castro entre aquellos que se consideran  así mismos como ciudadanos justos y correctos, “luchadores” y “defensores de la libertad”, fue una horterada catarsis. Tales descalificaciones al parecer dan un límpido mensaje, a saber, para los “liberales de izquierda” o simplemente liberales (para llamar a las cosas por su nombre) no cabe disentir, ni mucho menos cuestionar, como lo hace Dante Castro, hacia donde apunta, políticamente hablando, tal ideario pretendidamente “libertario”.  

Sobre aquel ruidoso caballito de batalla que eventualmente embanderan los liberales de izquierda, a saber, la “libertad”, Dante anota desde el saque y en bloque lo siguiente:   

“Dizque en una economía liberal puedes optar por la mercadería que más te gusta. Libre concurrencia desde Adam Smith hasta Hayek. Dizque puedes hacer con tu cuerpo lo que quieras: abortar, mutilarte, consolarte con aparatos para placeres solitarios, cambiar de sexo, etc. Para eso hay ofertas de todo tipo. Y por qué no la legalización de las drogas. Uno debe ser libre para escoger la forma de suicidarse. Hasta a la naturaleza de una persona se le llama "opción sexual" y a los niños les enseñarán en el futuro a que pueden elegir enamorarse de un varón o de una mujer. Dizque en este sistema el interés privado puede más que el interés público. Por lo tanto, el neoliberalismo es el sistema más justo para algunos elementales de la comunidad LGTB”. [Las negritas son mías].

El cuestionamiento a toda ideología pasa por considerar las consecuencias de sus ideas- fuerza. Para el caso de las ideas liberales, esta se encuentra en el significante de la libertad. El neoliberalismo, como ideología, no sólo es una prolongación del liberalismo por otros medios, sino que se compagina muy bien con el sentir y el deseo de ciertos sujetos fachendosos que insistentemente se la pegan de “libertarios”. En lo anotado por el autor de Tierra de Pishtacos, uno puede reconocer cuatro actitudes que orientan aquel  discurso y práctica “libertaria” en la actualidad: el cinismo (“puedes hacer con tu cuerpo lo que quieras”), el escapismo (“la legalización de las drogas”), el sexismo [entendida en su primera acepción como “atención preponderante al sexo en cualquier aspecto de la vida”] que viene sobrevalorando la volición en función del goce (la llamada “opción sexual”) y el individualismo (“el interés privado”).  

Pero no sólo Dante Castro llama la atención sobre aquellos rasgos que comprenden aquel discurso considerado por algunos como “progresista”, sino también sobre lo obcecado que resultan aquellos discursos sobre el género y la etnicidad que frecuentemente uno escucha o lee, casi siempre acompañado de actitudes fachendosas y paternalistas que reproducen sus correspondientes sujetos emisores. Al respecto Dante menciona lo siguiente:   

“(…) Allí está Obama y cierta izquierda celebró la elección de un afrodescendiente. Mañana elegirán presidente de EEUU a un gay o una lesbiana y los izquierdistas de shopping center celebrarán como celebraron aquella ceremonia del Oscar en que dos lesbianas se besaron públicamente (…)”.

Asimismo a juicio de Dante, la madeja de los liberales también la ovillan o la enredan las feministas a partir de la llamada “cuota de género”.  

“Ya vemos que no se trata de igualdad de derechos simplemente. Pero hay derechos que se pretenden imponer a través del objetivo matrimonial: la cuota de género, por ejemplo. Así como hay que buscar mujeres para cumplir con la cuota de género al inscribir listas congresales, mañana tendremos que buscar gays para completar la cuota LGTB en cada partido. Si no los tienes, los inventas”.

Pero lo que llama la atención de esa actitud “libertaria” e “igualitaria” es un hecho inusual, a saber, la inmunidad que han alcanzado ciertos sujetos frente al cuestionamiento político. Es decir, al parecer nadie puede cuestionarlos o se atreve a cuestionarlos a riesgo claro de ser motejado (ya sea de “homofóbico”, “machista” o “racista”). Por eso la irritación furibunda contra Dante Castro no fue un hecho fortuito. Tal como se reproducen las percepciones en el interior de la política contemporánea los sujetos “gays” gozan de esa inmunidad. Las feministas van por ese camino. Los que enfatizan la cuestión étnica distan de eso, pero ante la insistencia de aquellos sujetos paternalistas que eventualmente ven o denuncian actos de racismo o discriminación, al parecer lo lograrán, aunque claro a través de sus voceros (onegeros y demás).       

Para los liberales, que en el fondo conforman el núcleo de la derecha, la izquierda siempre será lo más negativo de la sociedad porque azuza las demandas del “populacho”, como históricamente lo ha hecho durante el siglo XX, ya sea mediante la movilización de masas o mediante la lucha armada; por eso insistentemente los liberales a través de sus voceros mediáticos pide y sobretodo exige a ese núcleo pequeño-burgués “libertario” que ejerce cierta influencia en la izquierda que sean y se comporten como “ciudadanos” (según ellos la izquierda debe ser una "izquierda moderna"). De lo contrario pueden aprender malos ejemplos como en Venezuela, Bolivia y el Ecuador (países en el que los procesos de transformación social han sido impulsados por urgentes demandas populares y por ende tienen un claro carácter de clase, razón por la cual aquellos gobiernos populares son abominados y temidos por los liberales en el Perú y en el continente). De ahí que los liberales abogan sólo por la construcción de la ciudadanía. Incluso no tienen reparos en sostener que la “igualdad” y la “inclusión” se circunscribe sólo a la igualdad ante la ley.     

Esos liberales son bien conocidos en el interior de la izquierda, frecuentemente son aquellos que reproducen prácticas paternalistas, ya sea cuando hablan por aquellos que consideran el “otro” o cuando se relacionan con el que llaman el “otro”, pero sobretodo se caracterizan por concebir que la igualdad se encuentra en función de la ciudadanía. Por eso el discurso de la ciudadanía forma parte de su ideario tan manido, así como de su performance del “justo medio”.

Lo cierto es que la “igualdad” mediante la ciudadanía no es nada igualitario que digamos, ni mucho menos es tan “libertario” como se estila leer en muchos discursos cínicos, individualistas y sexistas (aquellos que enfatizan el sexo) porque en el fondo tan sólo expresan una mentalidad adolescente cuando espetan: “yo puedo hacer lo que quiero” o “mi cuerpo es mío y yo decido”. 

Pero la crítica de Dante Castro apunta también a la cuestión de clase, medular en su escrito. Desde hace algún tiempo bajo la influencia de esa “izquierda” animada por esos liberales se considera que el clasismo es una forma de discriminación. Es frecuente escuchar o leer ideas al respecto, motejando siempre al clasismo. Y como lo “progre” es luchar contra toda forma de discriminación, “no vale azuzar o enfatizar las diferencias de clase porque te pueden “discriminar” por no ser del pueblo, manyas”. Por eso la agenda política para esa pretendida izquierda se encuentra lejos de los intereses de clase. La lucha de clases para los liberales, ya fue, no existe (Ese siempre fue su discurso). “Ahora somos o podemos ser ciudadanos y así seremos iguales ante la ley”, tal sería ahora el mensaje y parte de su discurso “libertario” e "igualitario".       

Por todo ello, encontrar opiniones disidentes como la de Dante Castro en el interior de la izquierda en el Perú es muy saludable porque no sólo son atrevidas sino porque son dichas desde una clara posición política de izquierda. Si bien es cierto que el grueso de su discusión toma como pretexto el manido tema “gay”, los cuestionamientos apuntan a algo más amplio que tiene que ver con una cuestión ideológica de fondo. Para que la izquierda en el Perú no sea un mero cajón de sastre urge encarar esa urgente cuestión ideológica y Dante Castro ya dio un paso al respecto.

 

 

Juan Archi Orihuela
Miércoles, 25 de septiembre del 2013.