Ensayos, artículos y una serie de escritos de reflexión y de opinión.
Correo del blog: lomaterialyloideal@hotmail.com

martes, 30 de octubre de 2012

El canto y el sentimiento nacional


“(..) Yo he decidido hacer folklore (…) porque es la hija fea de este país. Igual que a los campesinos andinos, de la alta montaña, se le posterga. Es una elección que yo he hecho deliberadamente y sé que es muy difícil”.
(Martina Portocarrero)  


Hace años en una cabina de radio (si mal no recuerdo fue RPP) se entrevistó a algunos interpretes de la música criolla en el Perú sobre la coincidencia festiva entre el día de la canción criolla y la celebración por el Halloween (día de las brujas), a saber,  el 31 de octubre. Una de las preguntas que se les planteó a los entrevistados fue saber si era posible cambiar el día de la canción criolla por el día de la canción peruana (lo que incluiría el reconocimiento y la celebración de los diversos géneros musicales que tiene el país en su conjunto), dado que el Halloween opaca toda celebración por el día de la canción criolla. La respuesta fue negativa. “Una cosa es la música criolla”, respondieron, “y otra muy distinta es la música peruana en general”, cada género musical tiene sus “espacios”.   

Al margen de la discusión entre “criollos” y “no-criollos”, musicalmente hablando la canción criolla en el Perú se encuentra muy lejos de expresar el sentimiento del Perú contemporáneo. Muchos de los intérpretes del “criollismo” redundan en canciones consabidas y mofletudas acerca de un sentimiento y un pasado que ya perdió todo horizonte cultural y capacidad de significación. Por ende resulta muy forzado calificar a la canción criolla como el único referente de “lo nuestro”, sobretodo cuando se pretende que la canción criolla sea el referente de lo nacional. Lo cierto es que la canción criolla languidece en silencio, su expresión musical se entumece en el pasado tan reiterativo de su repertorio musical (tan estéril en el presente). Actualmente la canción criolla no expresa el sentir del Perú contemporáneo porque, no sólo no sintoniza con el presente, sino que ni siquiera expresa, ya no lo nacional, sino lo local o lo barrial (o el “callejón”). 

Pensar lo nacional ha sido un tema de reflexión de los intelectuales durante el siglo XX. Durante el siglo XXI tal tema ha sido soslayado por una serie de razones, entre las que se encuentran las razones y las prácticas políticas. Pero hay un detalle al respecto, a saber, el pensar lo nacional pasa necesariamente por sentir lo nacional. Hay una serie de medios para sentir lo nacional, entendido como un referente cultural de significación. En una sociedad de “cultura oral” como es el Perú, la música tiene un gran poder de significación y sobretodo las canciones que suelen apuntar a hechos que permitan la reproducción de lo nacional.  

La conciencia nacional se encuentra estrechamente vinculada al sentimiento nacional.     Precisamente los hechos de la guerra han sido situaciones en el que se ha generado esa conciencia nacional. Durante la Guerra con Chile, en el siglo XIX, se generó, según el historiador Nelson  Manrique, un “nacionalismo campesino” (muy opuesto a los intereses particulares que defendían los terratenientes), regionalizado y asentado en una estructura de clases, así como por una clara distinción étnica, pero nacional al fin de cuentas. El campesinado peruano ha pensado la nación en función de la lucha, no sólo por la idea de la patria como un significante vacío, sino como fruto de una práctica que le ha permitido reconocerse como parte de un mismo pueblo. Por ello no es casual que durante el siglo XX el sentimiento nacional se encontraba bullente y jubiloso en las provincias del Perú, sentimiento que respondía a una situación de adversidad histórica que el historiador Jorge Basadre llamó erróneamente el “Perú profundo”. 

Entre los géneros musicales que se han producido en el Perú, quien mejor ha expresado esa condición de adversidad y de lucha ha sido el huayno, canto y música por antonomasia del campesinado peruano. Las variantes del huayno se ajustan a su reproducción regional, sin embargo el sentimiento de lo nacional se expresa a partir de lo local. El huayno, así como una serie de géneros musicales que se reproduce en las provincias del Perú, ha acompañado una serie de hechos que han acaecido en la historia del Perú contemporáneo, cuya característica principal en el mercado cultural ha sido formar parte del llamado folklore a partir del cual se le valora u omite. 

El huayno, así como los mates burilados del centro del Perú, ha sido una de las expresiones musicales en el que se ha registrado una serie de hechos que permiten dar significación al  sentimiento de lo nacional por parte del campesinado y las clases populares. Pero no son sólo los campesinos quienes cultivan y aprecian tal género musical, su profesionalización ha sido gradual durante el siglo XX. Precisamente entre una serie de intérpretes y compositores con el que cuenta el huayno, destaca la voz y la personalidad de la talentosa  Martina Portocarrero por interpretar y cultivar el huayno en sus distintas expresiones regionales (ya sea un huayno de Ayacucho, Huaraz, Huancayo, Puno, Cusco y demás regiones del Ande peruano).   
Contratapa del disco Carita de Manzana (2011) de Martina Portocarrero

Carita de manzana es el último disco de Martina Portocarrero producido en el año 2011. Tal disco es un buen ejemplo, entre otros, para entender y reconocer que el sentimiento de lo nacional se produce a partir de la significación del presente y desde lo local. El disco presenta 4 canciones nuevas, 9 canciones pertenecientes a discos anteriores (muchas de ellas ya conocidas que se encuentran en discos como El canto de las palomas, Maíz y Martina en vivo, recital ofrecido en el Teatro Municipal de Lima en 1987) y 2 poemas musicalizados. Las cuatro nuevas canciones del disco son composiciones de Martina Portocarrero y merecen una breve observación.

La primera canción es Carita de manzana, además de darle el nombre al disco, su música es una clamorosa melodía puneña sobre los niños campesinos de Puno que mueren, año tras año, por el friaje.

“Tejiendo estoy el ponchito para abrigarte mi amor
No te mueras mi niñito antes que salga el sol”. 

La canción A los hijos del sol es un canto que recuerda la muerte de aquellos peruanos que fueron acribillados por la represión del Estado en la “curva del diablo”, en aquel funesto “Baguazo” (el 5 de junio de 2009). Un canto por los awajun wampis que fueron muertos por la imposición del gran capital.

“Silban los vientos
cae la lluvia
La montaña del cóndor
toca los cielos
Los awajun wampis
ahora son cóndores
                                                           (…)  
El Amazonas inmenso
está llorando a sus hijos
Sobre sus aguas crecidas
flotan sus nombres queridos. 

La canción Quiero ser presidente es un carnaval ayacuchano que alude a un anhelo popular y nacional, a saber, un país para los peruanos.

“Los pajarillos cantan su hermoso trino
Y el pueblo inmenso forja su destino
(…)
La selva es nuestra, también la costa y la sierra
El agua no se vende, el Perú es todo nuestro.
Oh  mi Sol, oh mi Dios, espíritu de mis ancestros
Yo te escucho, yo te siento
Liberaremos a nuestra patria”.    

Por último, la canción Canto por ti, Perú mío resume en parte la experiencia musical de Martina Portocarrero, así como expresa el sentir del Perú contemporáneo. El Perú contemporáneo se recrea a partir de su historia. El detalle es que para algunos la historia se percibe, se piensa y siente desde, para y por Lima. Por el contrario, la historia del Perú se ha construido por una serie de luchas que se han generado e impulsado desde el interior del país, generando con ello un sentimiento nacional que anima la conciencia nacional. Por ello no es casual que los peruanos en provincia sean los  más nacionalistas y quienes animan con gran esfuerzo, cultural y políticamente, la esperanza por un Perú mejor, a saber, un Perú para todos.


“Al florecer tus cantos una tarde
Y alumbrar tu sol una mañana
Y en ese entonces
eras libre
como el vuelo de campanas.  

A donde voy siempre les hablo de mi patria grande y hermosa
A donde voy siempre les hablo de mi pueblo ayacuchano 
de la amapola y la flor silvestre, de su humildad y su ternura
de la amapola y la flor silvestre, de sentimiento ayacuchano. 

Canto por ti Perú mío para no verte entristecido
Canto por ti Ayacucho para no verte abandonado.   

Tu dolor será el mío aquí estoy pueblo mío
Tu sentir será el mío aquí estoy tierra mía.

Canto por ti Perú lindo
Canto por ti Ayacucho

¿Por qué escogieron mi tierra para un campo de batalla?
Examinen sus conciencias, miren todo lo que han hecho
Huérfanos, niños sin padres, ellos no tienen la culpa
No entienden de ideales, ni de gobiernos corruptos. 

Flor de retama, hierva silvestre
dejo en tus manos a mi Ayacucho. 
Kuntur sagrado, hijos del pueblo
dejo en sus manos al Perú herido. 

Y a la Mamacha de las Mercedes que ilumina nuestras vidas
Y a la Mamacha de las Mercedes [*] que me acompañe en mi camino.      

Canto por ti patria mía
Canto por ti tierra mía
Canto por ti Perú hermoso
Canto por ti pueblo mío”.  



Juan Archi Orihuela
Martes, 30 de octubre de 2012.


___________
[*] La “Mamacha de las Mercedes” alude a la “Virgen de las Mercedes”. En quechua “mamacha” es “mamita” y se emplea para expresar un respeto familiar a los mayores o a las autoridades del pueblo o, en este caso, a la “patrona” del santoral católico.


miércoles, 17 de octubre de 2012

La “democracia” del demócrata Fernando Belaúnde Terry (1963-1968)


 

 

“No me gusta especialmente el término «democracia», se utiliza como una receta que uno guarda en su bolsillo. Yo prefiero el término «democratización»”
(Samir Amin)   

 

La democracia realmente existente en el Perú, que animaron ciertos demócratas durante el siglo XX, no se encuentra exenta del autoritarismo, ni mucho menos de medidas antidemocráticas que se impulsaron y legitimaron para mantener la institucionalidad (democrática), ya sea mediante la represión indiscriminada o mediante la imposición de proyectos extractivos de toda índole mediante la fuerza de las balas. Aunque si uno repara en tales rasgos también los puede observar en la democracia peruana del siglo XXI. Un buen ejemplo, entre otros, es la democracia que generó, dirigió y defendió el arquitecto Fernando Belaúnde Terry y que al parecer es el arquetipo de democracia que impera en el Perú. Su imagen democrática es recordada por quienes mantienen privilegios de clase y status en el Perú. Para tal fin los medios de comunicación y la historia oficial enfatizan su participación política durante sus dos gobiernos (1963-1968) (1980-1985) como si fuera el arquetipo del ser demócrata en el Perú. Precisamente son “ellos”, no sólo políticos vinculados a su ideario partidario, quienes consienten tal manera de ser “democrático” en el Perú: Una democracia hecha a su imagen y semejanza de su poder (político y económico).

Fernando Belaúnde animó y generó una gran expectativa de cambio cuando ganó las elecciones presidenciales en el año 1963. El 28 de julio cuando asume el poder del Estado como presidente, diversas comunidades del centro del país le toman la palabra empeñada en campaña, a saber, que realice pronto la tan ansiada reforma agraria. Tal presión popular se traducirá en una oleada de movilizaciones y tomas de tierras por el campesinado. Frente a tal hecho Belaúnde responde con la fuerza y la represión que permite el aparato del Estado (Manrique 1995: 300).

En 1964 la democracia que impulsa el arquitecto desarrollista, a quien se le veía como un hombre de ideas modernas por haber estudiado en el extranjero (EEUU), reproduce uno de los hechos más infaustos contra cuatro comunidades mayoruna [“gente del río”, en quechua] o  matsé [“gente”, en idioma nativo], grupo nativo amazónico asentado a lo largo del río Yaquerana (Provincia de Requena, Loreto), quienes fueron masacrados vilmente. La razón: El avance del "progreso" animado por la ambición de un alcalde-gamonal-empresario de Requena, para quien los "nativos", así como para el gobierno democrático, son obstáculos para el desarrollo y la inversión del capital. El antropólogo Stéfano Varese anotó al respecto lo siguiente:

“En 1964 el inefable indigenismo incaico del presidente Belaúnde, que no se extendía más allá de la admiración arquitectónica por unos cuantos fantasmales caminos precolombinos, premiaba con una recepción en Palacio de Gobierno al gamonal don Gumercindo Flores, alcalde y empresario de Requena, a quien le había tocado el honorable oficio de exterminar parte de la tribu mayoruna. Para eso Gumercindo había contado con el apoyo de la fuerza área peruana y de un destacamento de “marines” norteamericanos especialmente llegados desde la zona del Canal de Panamá (ver: Correo, El Comercio, La Crónica, La Prensa, La Tribuna del 12 al 15 de marzo de 1964)” [Varese 1974: 84] [Las negritas son del texto]

Precisamente la premiación que se le dio a ese alcalde-gamonal-empresario de Requena, Gumercindo Flores, fue un hecho bien visto y aceptado por la prensa de la época. La revista Caretas informó sobre tal hecho con cierto beneplacito y lo percibió como algo "heroico" [Ver aquí: Pulse.Y también aquí: Pulse]. Tal hecho evidencia que la  democracia de Belaúnde consistió en mantener no sólo a los gamonales, sino gobernar para quienes tenían además del poder político (alcaldes), el poder económico (empresarios).   

En 1965 la democracia que anima Belaúnde es “defendida” mediante el uso de la represión armada que se ejerce contra las guerrillas del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionario). Pero lo que alarma y llama la atención no es sólo la represión armada (respuesta frecuente ante los fenómenos subversivos) contra las guerrillas, sino el uso del napalm sobre comunidades campesinas y nativas. El uso del napalm se empleó a pesar de que el gobierno norteamericano les negó su venta, aún así el gobierno peruano preparó un napalm “nacional” asesorado por la IPC (Manrique 1995: 306).  Como se recuerda el napalm fue empleado como arma mortífera por los norteamericanos en Vietnam. [Ver aquí: Pulse].

Una vez derrotadas las guerrillas, el fantasma del comunismo afiebró al régimen del arquitecto Belaúnde. Dos años después, en 1967, se genera uno de los hechos más silenciados en la historia republicana del siglo XX, a saber, la quema de libros. Es decir, en un gobierno “democrático” se confisca, retiene y quema libros, libros sobre el comunismo, o que aluda a temas sobre economía, filosofía, psicología, biografías y demás. Tal hecho,  que sólo uno puede imaginar en tiempos del medioevo o en la novela Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, fue denunciado en su momento por el conocido librero Juan Mejía Baca, quien a su vez tiene una publicación en el que se registra periodísticamente tal hecho para la historia. El libro de Juan Mejía Baca, en el que se recoge esa denuncia, fue publicado en 1980 y es poco conocido y obviamente nunca citado. Ahora gracias al esfuerzo del talentoso artista peruano Markus Ronjam puede ser conocido y divulgado [Para ver el texto aquí: Pulse. Y para descargar el texto aquí: Pulse ].   

Juan Mejía Baca menciona que los libros eran retenidos en la Aduana o en el Correo (medios a través de los cuales los libreros recogían los pedidos hechos a las casas editoriales del extranjero), una vez requisados pasaban a ser incinerados. Textos de las editoriales Era, Siglo Veintiuno, Grijalbo, Ruedo Ibérico y el Fondo de Cultura Económica fueron los más perjudicados. Se vetaron libros que circulaban libremente en países como España, México, Argentina, Estados Unidos y demás. Más aún se incineraron libros por el simple hecho de tener tapa roja.   

Tal hecho tuvo repercusión mundial en su momento, en el diario La Prensa (Lima, 25 de julio de 1967), una de las tantas  notas que recoge Juan Mejía Baca, en el encabezado de un artículo se denunciaba tal hecho de la siguiente manera:   

“En el diario Excelsior, de México, el 25 de julio de 1967, y a toda una página, apareció en forma de historieta, y con dibujos por Abel Quezada, que decían:
“En el Perú aún conservan la bella costumbre de quemar libros”.
“Los libros que van de México hacen buena lumbre, sobre todo los del Fondo de Cultura, porque ¿quién puede hablar de cultura sin ser comunista?”
“En fin, es tranquilizador que en el Perú aún queman libros”
Así sufrimos los peruanos por culpa de… otros peruanos” (Mejía 1980: 22) 

El clima represivo contra la adquisición de libros “comunistas” llevo al gobierno al paroxismo. Según la prensa de la época los más “observados” eran los sindicalistas y estudiantes que viajan a “congresos” o de “vacaciones”, a quienes se les retiene periódicos, revistas y libros de literatura comunista (Mejía 1980: 26).  

En protesta por tal censura el librero Juan Mejía Baca devolvió el 26 de agosto las condecoraciones de la Orden del Sol y las Palmas Magisteriales que el gobierno le había dado por sus dotes intelectuales y los servicios prestados en el campo editorial. Al día siguiente se sumaron a tal denuncia los pedidos para que se investigue sobre tales hechos por parte del Rector de la Universidad Nacional de Ingeniería, arquitecto Santiago Agurto, el Rector de la Universidad Nacional de Educación, Juan José Vega, y el Rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Luis Alberto Sánchez. Obviamente el gobierno democrático del arquitecto negó todo los hechos. Hechos que hasta ahora han sido olvidados.  

La relación de los libros retenidos, prohibidos e incinerados por el gobierno de Belaúnde,  y que se encuentran en los artículos de la prensa de la época que recoge el libro de Juan Mejía Baca, es la siguiente:

El capital de Karl Marx
La revolución teórica de Marx de Louis Althusser
China el otro comunismo de K. S. Karol
Marx y el concepto del hombre de Erich Fromm
La guerra de Vietnam de William Burchett
Historia de las doctrinas económicas de Eric Roll
Historia económica de los países capitalistas de Y. F. Avdakov & F. Y. Polianski
La economía en las sociedades modernas de Óscar Lange
Diez días que estremecieron al mundo de Jhon Reed
Trotsky de Isaac Deutscher
La nueva clase de Djilas.
Contradicciones del comunismo de Stelio Cro.
Mi vida de León Trotsky
Anti-Dühring de  Federico Engels
Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Federico Engels
La URSS y el futuro de Schapirom
Cómo el Kremlin se apoderó de Cuba de M. Gilmore
El Materialismo Dialéctico de G. Wetter
Doctrina Militar Soviética de Raymond L. Garthoff
Marxismo y Comercio Internacional de Manuel Funes Robert
Teoría Económica de los Países Socialistas de Beckwith  
El problema de la conciencia de E. V. Shorojova
Lógica General de Elí de Gortari
Psicología genética de Alberto L. Merani
Narda y el verano de Salvador Elizondo (cuentos psicológicos y fantásticos)
Fenomenología del relajo de Jorge Portilla
Armas en la Conquista de América  (Encargado por la Escuela Militar)
Mi libro rojo (Un silabario para niños)  

También figuran biografías de Lenin, Trotsky y Stalin, publicadas por Oxford en Inglaterra.

Como se puede observar entre los libros mencionados hay una clara selección de escritos marxistas, temas de economía, psicología, lógica y sobre la coyuntura política (Vietnam y China) que generaba, para los censores del gobierno, un clima de sospecha de toda índole sobre libros que no tienen nada que ver con hechos subversivos. El paroxismo del régimen democrático, frente a la amenaza  del comunismo, llegó a sus límites cuando censuró libros como un silabario infantil por el simple título Mi libro rojo (al que de seguro consideraba una amenaza), así como un texto histórico descriptivo llamado Armas en la conquista de América, pedido hecho a los libreros por la Escuela Militar. Asimismo se prohibió revistas que no tenían nada que ver con el tema político o de la subversión. En un artículo que recoge Juan Mejía Baca llama la atención la siguiente confesión de Alfonso Delboy:

 “Un viejo y respetable periodista amigo mío,  me había contado que en el Correo, a pesar de sus protestas, secuestraban su suscripción de la revista norteamericana “Play Boy”. Me dijo: “¿Cree el gobierno, acaso, que a un viejo como yo “Play Boy” lo puede corromper?” (Citado por Mejía 1980: 54)

Lo último puede generar escarnio, pero no, el asunto de la confiscación y la prohibición de libros o revistas fue seria, una evidente censura. Censura que ha sido silenciada por quienes defienden al que consideran el paradigma de la democracia en el Perú.

Si al parecer puede ser antojadiza la observación de hechos que cuestionan la democracia realmente existente a partir de un gobierno como el de Belaúnde, y que muchos consideran aún al personaje y a su gobierno como democrático, basta plantearse dos interrogantes:  ¿Cómo puede ser democrático un régimen que mantenía y privilegiaba las relaciones serviles procedentes del poder de la hacienda y de los gamonales? ¿Cómo puede ser democrático un régimen cuyo poder no emana del pueblo sino de la hacienda, los gamonales y el imperialismo? En la observación que da el historiador Pablo Macera sobre el primer gobierno de Belaúnde uno puede encontrar algunas respuestas:  

Belaúnde y su clase media fracasaron. Creyeron que era suficiente emprender grandes obras públicas, sin advertir el alto costo económico del endeudamiento exterior y la inflación interna. Sin reparar, tampoco, en que los sectores populares exigían medidas mucho más radicales. Por otra parte no pudo ni quiso enfrentarse al poder internacional, simbolizado en la compañía petrolera International Petroleum Company, ni tampoco al poder interior, representado por los grandes terratenientes. Cuando cayó la madrugada del 3 de octubre de 1968, derrumbado sin gloria por un golpe militar encabezado por el general  Juan Velasco Alvarado, todos entendieron que con Belaúnde la clase media y el sistema demoliberal habían, tal vez, perdido su última oportunidad histórica. Belaúnde lo tuvo todo (pueblo, ejército, iglesia, préstamos, simpatía internacional) y todo lo desaprovechó” (Macera 1978: 255) [Las negritas son mías]

Efectivamente, Belaúnde lo tenía todo, pero no le importó, la democracia para él fue el gobierno de las haciendas, de los gamonales, de los grandes empresarios y la injerencia de los Estados Unidos en la economía de la nación. Su democracia consentía el servilismo para las clases populares y la impunidad para los de arriba; su democracia se sostenía mediante el control de lo que se debe leer y pensar en el Perú. "La conquista del Perú por los peruanos" (lema que encandiló a muchos) en el fondo era la conquista del Perú para unos pocos como él (apellidos, poder y status). Esa fue la democracia de tan peculiar demócrata.    

Pero se dirá que el segundo gobierno de Belaúnde (1980-1985) fue diferente, claro que fue diferente, más no democrático, el autoritarismo y el uso de la violencia legítima para reprimir fue su rasgo más acentuado. Desde luego que la democracia para muchos se entiende tal como Belaúnde la acuñó y ejerció, a saber,  a partir de la defensa de su institucionalidad: Una democracia de napalm, censura, bala y tortura. La defensa de esa democracia que acuñó Belaúnde no escatimó en violentar a las poblaciones sospechosas de ser subversivas (las clases populares); las masacres, torturas y desapariciones contra civiles (comunidades campesinas) durante su segundo gobierno evidencia claramente la idea de democracia que muchos tienen cuando defienden al patricio de la democracia peruana.

Pero los tiempos están cambiando, la estructura de clases del Perú pre-velasquista se ha modificado por la movilidad social y por otros factores, aunque es gradual hay cambios significativos, pero el tema de fondo sobre el poder y la forma de gobierno que se ha mantenido en los demás regimenes democráticos aún sigue siendo un claro legado de Belaúnde. Hay muchos factores para entender esa continuidad, tan sólo repárese en lo siguiente: Antes los de “abajo” tenían conciencia de clase y los de “arriba” la disimulaban muy bien (“La conquista del Perú por los peruanos”), ahora los de “abajo” han dejado a un lado el clasismo y los de “arriba” se han vuelto furibundamente clasistas (V.I.P). Y ¿los del medio? Así como ayer, hoy están con Belaúnde, con el legado democrático de Belaunde, con esa "democracia" que les permite ser tan "demócratas", tan igual como Belaúnde; con ese discurso "técnico" que pretende el "justo medio" que ni ellos mismos se lo creen, tan igual como Belaúnde. He ahí el síntoma de la democracia realmente existente en el Perú del siglo XXI.       

 

 

 

 

Juan Archi Orihuela
Miércoles, 17 de octubre de 2012.

 
Referencia Bibliográfica
 
MACERA, Pablo
1978    Visión histórica del Perú. Editorial Milla Batres, Lima.
 
MANRIQUE, Nelson
1995    Historia de la república. COFIDE, Lima. 
 
MEJIA BACA, Juan
1980    Quema de libros Perú 67. Editorial Juan Mejía Baca, Lima. 
 
VARESE, Stéfano
1974    “La conquista continua”, en: Las minorías étnicas y la comunidad nacional. Centro de Estudios de Participación Popular, Lima. 
 
P.S.

1. El talentoso artista Markus Ronjam ha elaborado una “quilca” sobre aquel atentado contra los mayorunas o matsés durante el gobierno "democrático" del “demócrata” Fernando Belaúnde Terry (Imagen tomada de su blog, pulse Aquí).  


El texto que se lee en la quilca es el siguiente:

 
1964:

Masacre del Perú por los peruanos

Bala y Napalm usó el democrático gobierno de Belaúnde contra 4 comunidades matsé porque “obstruían” la llegada de “civilización” y “progreso”.

Belaúnde: ¡Adelante!

La prensa mostró el bombardeo a hombres mujeres y niños como un acto heroico contra el salvajismo de los matsés…
…poco pudieron el arco y las flechas contra el plomo y el combustible…
…una operación brillante, como los rescates impecables de estos tiempos.

(Ashaninka Juaneco de Tsisontire): “¿Es que solamente la gente necesita de tierras? ¿Acaso los monos, los pájaros, las huanganas y los venados no necesitan también de la tierra para vivir?”

“Catequizar”, “civilizar”, “desarrollar”, “pacificar”… cultas y civilizadas excusas para no llamar genocidio al genocidio y despojo al despojo…

En cinco siglos o cincuenta años nada ha cambiado: el indígena es visto aún como un tumor a extirpar, un obstáculo para la depredación de la Amazonía (la “nueva maravilla mundial”)… mientras el señor genocida ahora es un ilustre y honorable “patricio de la democracia”.

 

Markus
 
 

martes, 9 de octubre de 2012

9 de octubre: El día de la dignidad nacional


 

 

 “Es posible que esta inabdicable decisión de independencia nos obligue a enfrentar dificultades y riesgos que de otro  modo podrían no existir” 
(Juan Velasco Alvarado. Mensaje a la nación, 28 de julio de 1970)

 

El 3 de octubre de 1968 las Fuerzas Armadas dieron un nuevo golpe de Estado, hecho tan constante en la historia del Perú republicano. La gran mayoría del país, que a lo largo del siglo XX fue testigo de una serie de dictaduras militares que datan desde los inicios de la república, no se inmutó ante tal hecho; más aún la idea de que la democracia representativa se vea vulnerada una vez más no era una cuestión primordial en la agenda política del movimiento popular porque, ya sea en democracia así como en dictadura, las condiciones materiales de existencia para las grandes mayorías se mantenían y se legitimaban por la reproducción de las relaciones serviles que emanaba de la hacienda. Por ello el derrotero político por el que venían transitando las luchas populares apuntaba a otras formas de poder y de organización, a saber, el movimiento obrero (incipiente a principios del siglo XX) las tomas de tierras por el movimiento campesino (focalizadas en espacios regionales y de clara confrontación contra el poder gamonal) y la insurgencia armada de las guerrillas, animada por el Ejercito de Liberación Nacional (ELN) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).      

Pero el día 9 de octubre el nuevo régimen militar que se autoproclamó revolucionario dio muestras de que la dictadura militar instaurada hace unos pocos días no era más de lo mismo. La medida política adoptada fue la expropiación de la IPC (International Petroleum Company) que venía explotando el petróleo de los yacimientos de “La Brea y Pariñas” (Piura), sin título legal alguno y ejerciendo un monopolio en desmedro de los intereses de la nación. Tal día, 9 de octubre, fue declarado como el Día de la Dignidad Nacional, porque el Perú no sólo recuperaba sus recursos controlados por el imperialismo norteamericano, sino que orientaba una política contra aquella dependencia económica que impide un desarrollo, no sólo económico, sino también cultural del país en su conjunto. El filosofo peruano Augusto Salazar Bondy llamó a tal situación y condición socio-cultural del país como el problema de la reproducción de una cultura de dominación que impide la constitución de la nación. Por eso la reproducción ideológica del nuevo gobierno de las Fuerzas Armadas acentuó el nacionalismo en función de un proyecto de país, signado y orientado en el conocido Plan Inca.
 
Sello postal escaneado de la Colección Historia de las revoluciones: La revolución peruana, dirigida por Nicolás Gibelli

La dignidad nacional que el Perú le arrancó a su historia republicana pre-velasquista no sólo se focalizó en la recuperación del petróleo para los intereses de la nación, sino que también marcó una política internacional en el continente, a saber, la lucha por la autonomía nacional de los Estados dependientes económicamente del imperialismo norteamericano. Durante la década del 70 en Latinoamérica, gobiernos como el de Panamá (con Torrijos), Bolivia (con el Gral. Torres) y del Ecuador (con el Gral. Rodríguez Lara) anunciaban un rumbo de gobiernos nacionalistas en el continente. A corto plazo el Perú animó el Pacto Andino en el continente, así como participó en el eje de los Países No-Alineados para generar un bloque de poder continental. Además el día de la  dignidad nacional, en el plano económico, implicaba encarar a corto plazo el necesario problema de la soberanía nacional. Por eso el Perú durante el Gobierno del Gral. Juan Velasco Alvarado contó con una poderosa Fuerza Armada moderna, nunca antes vista en su historia republicana, que le permitió alcanzar el liderazgo del poder militar disuasivo en el continente latinoamericano.

Sin embargo tal derrotero nacionalista entró en contradicciones en cuanto a su estructura de poder, no sólo en lo ideológico, sino en la correlación de fuerzas que ejercen las clases sociales en su estructura material. En su momento tal problema fue observado por el  historiador Pablo Macera, quien en 1972 anotó lo siguiente:  

“El ejercito peruano ha olvidado que el apetito se despierta comiendo, y lo quiera o no está contrayendo un compromiso muy profundo con las masas populares ¿Cuándo y cómo podrá cumplirlo? ¿Qué ocurrirá si no lo hace?”

Ese compromiso profundo es la democratización de la sociedad en su conjunto que se impulsó con la medida más democrática del régimen, a saber, la Reforma Agraria (24 de junio de 1969). Por eso no es casual que tal hecho histórico sea motejado (no sólo por sus consecuencias, sino por el hecho mismo) por quienes han venido contraponiendo ideológicamente un discurso liberal de derecha al nacionalismo reformista de las Fuerzas Armadas. Para ellos la crítica al autoritarismo del militarismo velasquista no apunta a los temas de fondo sino a las cuestiones de forma, a saber, la institucionalidad democrática. El contenido de esa institucionalidad democrática implicó en la práctica, del ejercicio del poder Estatal, que la democracia representativa consienta las relaciones de esclavitud durante el siglo XIX y defienda y reproduzca el servilismo y la semi-feudalidad del poder de las haciendas durante el siglo XX. Más aún aquel régimen militar reformista fue visto por quienes perdieron privilegios de clase y de poder económico como una prolongación de sus miedos. Tal paroxismo a la larga hizo que se olvide el 9 de octubre como el día de la dignidad nacional.

Históricamente el 9 de octubre no debe quedar en el olvido. Es necesario recordar que el Perú alcanzó, transitoriamente, su dignidad como nación. Esa “promesa de la vida peruana” de la que siempre se hacen exégesis retóricas para la plaza y el salón, tiene sentido si se toma en cuenta la dignidad, la dignidad nacional que permite el poder, y que radica en el poder político para dirigir un país como una nación: La defensa de los intereses nacionales.
 
[Ahí el mensaje histórico del Gral. Juan Velasco Alvarado cuando se tomó el control de la IPC]


Actualmente el Perú transita por el derrotero instaurado por el neoliberalismo en el que los intereses nacionales se supeditan a los intereses privados de las transnacionales. La recuperación de esa dignidad debe estar en la agenda del movimiento popular, ya que la dignidad nacional es el sustento moral de las grandes mayorías que aún anhelan un nuevo país en el que la democracia no sea sólo un significante, sino una acción práctica, a saber, la conquista de la justicia social y de la dignidad nacional.       

 

 

 


Juan Archi Orihuela
Martes, 09 de octubre de 2012. 

 

 

viernes, 5 de octubre de 2012

La libertad y el pasado





“Y al querer la libertad descubrimos que depende enteramente de la libertad de los otros, y que la libertad de los otros depende de la nuestra”
(Jean-Paul Sartre)  



La libertad, según un respetable profesor que tuve y que ya falleció hace algunos años, sólo se la siente y anhela en función de su ausencia, a saber, cuando se le priva a uno de ella. Por eso los presos, que aún no han sido envilecidos por el encierro, son quienes sienten la libertad como parte de la existencia misma. Tal sentimiento por la libertad no tiene nada que ver con aquella impostura retórica, ya sea densa o trivial, que algunos elaboran para defender algo que desconocen, a saber, la libertad de uno mismo. 

Entre los presos, los presos políticos son quienes han inspirado a algunos artistas populares algunas canciones simples pero tan sentidas, que desde luego no se escuchan, o no se quiere o no se puede escuchar, porque son canciones que no circulan para el espectáculo. Canciones sencillas en el que la libertad es su mayor significante, lejos de toda impostura.   

Nely Munguia una conocida cantante popular llevó su canto a los penales, como parte del Proyecto “Sembrando Esperanzas” en el año 2009. En el penal Yanamilla de la ciudad de Ayacucho ocurrió algo peculiar, no previsto por el proyecto. Luego de que Nely Munguia cantó para las reclusas, una de las reclusas tomó la iniciativa de cantar una de aquellas canciones que se compusieron para las presas políticas. Y como no podía ser de otra manera, la canción hizo derramar lágrimas a quienes como ella se encuentran también privadas de su libertad. Entre otras razones, y al margen de los prejuicios y cualquier animadversión, límpidamente esa canción es un canto a la libertad.  

“Mujer hermosa
Mujer valiente
Te busco y no te encuentro.

Te busco entre las rejas / entre las celdas oscuras
Te busco entre las rejas / entre las celdas oscuras

Pero el mañana esta muy cerca para nuestra libertad
Solo le digo a Dios que nos guíe el camino” 

[Ahí el video del evento, la canción referida empieza a partir del minuto 4: 00]

 
La búsqueda de aquella mujer que refiere la canción, canto que se vuelve tan humano y sentido cuando lo canta una mujer recluida en prisión, apunta a su temporalidad existenciaria grabada en el recuerdo (“Mujer hermosa, mujer valiente”). Por eso esa búsqueda no recorre sólo el presente y aquel espacio sombrío del encierro, sino también aquella angustia que corroe el alma por los años de encierro. Y frente a esa angustia está la esperanza, la esperanza de la libertad. No cabe duda que ese canto humaniza a aquellos que muchos han intentado por todos los medios deshumanizar.  

Actualmente en el Perú hay cierta prohibición para nominar a tales o cuales presos de ser presos políticos. Lejos de toda discusión al respecto, tal actitud recuerda a aquellas palabras tabuadas de las que hacía mención James Frazer cuando daba cuenta de aquel realismo semántico que caracterizaba a muchos pueblos primitivos cuando prohibían ciertas palabras a sus miembros. En el fondo la prohibición para nominar a los presos políticos como tales, no sólo evidencia la reducción al hic et nunc de los hechos por los que han sido condenados, sino la evidente deshumanización de su condición existenciaria. La percepción que muchos se hacen de ellos es animada en muchos casos no por la prudencia que permite la justicia, sino por la deformación que anima la venganza.  

Los que tenemos algo que ver con las humanidades, ya sea por formación o por oficio,  difícilmente podemos dejar de reconocer la condición humana de los que han sido privados de su libertad, sea cual fuera el delito cometido. Tal actitud humana puede ser confundida con la sensibilidad cuasi-romántica (espetada muchas veces de manera peyorativa) o vista sospechosamente como una ingenuidad cómplice. Pero no, tan sólo forma parte de una percepción que apuesta por voltear la página de la historia, para continuar, como se suele decir y escuchar en los espacios populares en el que casi siempre se sufre toda desventura, “pa´ lante”. El pasaje en el que Lot abandona Sodoma y Gomorra es muy aleccionador al respecto: Dios, mediante sus ángeles, le había anunciado a Lot que no volteé la vista atrás mientras escape… él salió libre de ahí, pero su mujer, quien volteó la vista para ver un espectáculo horroroso, quedó petrificada en sal.    

Hace muchos años Pablo Macera eligió el siguiente verso de Quevedo como epígrafe para uno de sus libros, a saber, “hay en mi corazón furias y penas”. Tal epígrafe (además de dar título al libro Las furias y las penas) trataba de resumir e indicar que muchas de las respuestas que el historiador dio en aquel entonces se encuentran lejos de toda impostura intelectual. Por extensión, muchos de sus lectores peruanos en el Perú de seguro hicieron suyo esos versos en función del contexto (el libro fue publicado en 1983, aunque los artículos y entrevistas datan de mucho antes). Pero el detalle es que ahora, en el Perú contemporáneo, al parecer, las furias se han acentuado. Furias que van de la mano con el odio y el resentimiento por el pasado, a saber, por el pasado de la subversión en el Perú.  

Imagen tomada de aquí: Pulse

Al parecer no sólo son los presos y presas políticas, además de los presos comunes,  quienes se encuentran en cárceles, sino que también hay barrotes que encierran a muchos en el pasado. Sería saludable abrir de vez en cuando esos barrotes y si es posible abrirlos para siempre. No sólo para sentir la libertad sino también comprender que no se puede vivir siempre en el pasado. Y sobre todo cuando se es muy joven, el odio resulta siendo lo más nocivo. A mi juicio darse cuenta de eso es una de las grandes lecciones del pasado, que no sólo ayuda a voltear la página, sino sobretodo seguir… pa´ lante.       

 

 

 

 
Juan Archi Orihuela
Viernes, 05 de octubre de 2012.